Leyendo el libro de Alejandro Gaviria titulado “Otro fin del mundo es posible”, el que tal como lo expresa el autor es el resultado de una conversación peculiar con Aldous Huxley, filósofo inglés y escritor de los famosos libros “Un mundo feliz” y “La isla”, entre otros. En palabras de Gaviria, el encuentro sincrónico con Huxley, en plena pandemia del Covid-19, dio como resultado un libro de ocho capítulos en los que se entrelazan ideas y problemáticas actuales sobre la vida, la salud y la medicina, las drogas y su prohibición, la educación, la crisis ambiental y el progreso.

De hecho, uno de los capítulos se titula: Aldous Huxley y la crisis ambiental, en el que empieza con un recuento del encuentro de Huxley con las ideas de Darwin sobre nuestro lugar en la naturaleza, las misma que habían sido debatidas y defendidas por su abuelo Thomas H. Huxley casi cien años atrás. Estoy de acuerdo en que retomar esas ideas y visión de Huxley, en medio de la crisis climática y de calentamiento global que estamos viviendo, en la actualidad resultan muy pertinentes y casi que un asunto de supervivencia. Interesante la relación planteada por Huxley entre ecología y religión, en las que unas religiones, como la judeocristiana, tienen una visión antropocéntrica (que pone al ser humano por encima de los otros seres vivos), mientras que otras, como las animistas, plantean una relación distinta con el medio ambiente.

Precisamente, en su novela “La isla”, Huxley expresa su pensamiento ecológico, en la que en la isla utópica de Pala la enseñanza de la ecología empieza desde una edad muy temprana. Dicho por Huxley, empezar desde la primaria con la enseñanza de la ecología implica aprender que existe una estrecha relación de todos los seres vivos y con su entorno. En otras palabras, sería aprender desde la niñez que nuestro planeta es como un super ecosistema organizado y en equilibrio dinámico, en el que nosotros como seres humanos somo una pieza más que, por nuestra condición de seres pensantes, tenemos el compromiso de realizar acciones que permitan mantener el cuidado del medio ambiente para preservar la vida en la tierra.

Si la labor educativa, de un desarrollo humano basado en un pensamiento ecológico, se continúa en los siguientes niveles de escolaridad, se podría así estar definiendo un modelo educativo que permita el logro de conocimientos, habilidades y actitudes para hacerle frente a la crisis o gran problema del cambio climático y el calentamiento global, sin duda apoyados en los grandes avances de la ciencia y la tecnología con los que se cuentan en el siglo XXI.

En los tiempos actuales, y más forzados por la experiencia vivida por la pandemia del Covid-19, necesitamos formar seres humanos con competencias profesionales y con una visión del mundo como un gran ecosistema al que hay que preservar, así como generar o fortalecer programas académicos que promuevan el desarrollo de un pensamiento sostenible, los cuales deben incluir asignaturas, actividades o proyectos formativos que desarrollen competencias fundamentales y de interacción social, entre otras, para la consolidación de un proyecto de vida y profesional, basado en un humanismo que combine las ciencias básicas con las ciencias sociales y humanas, tal como lo plantea en cierta forma Eric Kandel en su libro “La nueva biología de la mente”.