Carlos Javier Velásquez Muñoz

SUMMARY


Responsive Image

TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

FRIENDS


Carlos Javier Velásquez Muñoz tiene 0 amigos.

ACTIVIDADES


BLOGS


Mercenarios de la planificación

 

Uno de los tantos problemas de este país es el centralismo. En relación con la producción de normas, nuestros congresistas, elegidos en las regiones, van a Bogotá y se vuelven más interioranos (para no ser despectivo) que nadie. Lo anterior trae como consecuencia que se legisle pensando que el país se parece a Bogotá, cuando nada se parece a Bogotá. Yo me pregunto: ¿Qué tienen en común Bogotá con Caparrapí, Chigorodó, Ambalema, Codazzi, Cereté, Chivolo, Cravo Norte o Puerto Colombia?. Absolutamente nada.

 

En materia de planeación del desarrollo local es evidente.

 

La planeación del desarrollo local inició en los años 70 del siglo pasado con los denominados planes integrales de desarrollo, los cuales, eran verdaderamente integrales (pues incluían todas las dimensiones del desarrollo). 40 años después hemos pasado de ese único instrumento de planificación a una verdadera sobredosis de planes a los que los administradores locales deben hacer frente, cumpliendo por cumplir a pesar de las limitaciones y penurias provenientes de su baja capacidad institucional y presupuestal; esa es la realidad de los medianos y pequeños municipios del país, que son casi el 90% de los 1122 municipios que tiene Colombia.

 

Hoy un municipio debe hacer su plan de desarrollo, articulado al plan departamental, el plan integral de desarrollo metropolitano y el nacional de desarrollo, los cuales deben cumplir con los objetivos de desarrollo del milenio. Además deben adoptar su plan de ordenamiento territorial, el cual debe estar articulado al plan departamental de ordenamiento territorial, pero sin olvidar que debe incorporar las directrices del plan estratégico metropolitano, la planificación ambiental (Pomca, pgir, porn, etc.), del riesgo (planes integrales de gestión del riesgo), cultural (pemp, pec), y toda suerte de planes sectoriales más.

 

Todo lo anterior gusta a los órganos de control, las famosas IAS, que aparecen de manera constante para instigar que nada falte y, de paso, promover la ejecución de algún proyecto que pueda ser adjudicado o contratado a la casa política a la cual pertenecen.

 

Como se señaló, la capacidad técnica e institucional que se necesita para hacerle frente a la andanada de planes la tienen la minoría de los municipios en el país, en los medianos y pequeños la historia se reescribe cada cuatro años; es un volver a empezar. En este caso, al contrario de la canción, “no se hace camino al andar”.

 

Y en ese complejo entramado surgen los mercenarios de la planificación. Profesionales con algún nivel de conocimiento que se han especializado en la operación de los planes y que copian y pegan a partir de una plantilla interpretando poco la realidad y necesidades del municipio y que, por el contrario, se convierten en arrieros de los intereses económicos de grupos particulares, en vez de proponer, original y genuinamente, lo que mejor convenga al interés general. 

 

Los mercenarios de la planificación, aprovechando la necesidad del mandatario local por cumplir con la norma redactada pensando en la realidad de Bogotá, hipotecan la visión estratégica de desarrollo del municipio a los postores que mayor y mejor capacidad económica demuestren, por descabellada que sea su propuesta.

 

Con lo señalado hasta ahora no pretendo satanizar a la planeación como una valiosa forma de intervención e instrumento sin par para la toma de decisiones, pero llamo la atención sobre la complejidad que hoy existe en este campo atendiendo la realidad de los municipios del país, lo cual  ha permitido la proliferación de estos “profesionales”.

 

Frente a ese preocupante panorama no cabe sino informarse, estudiar, participar, preocuparse por la realidad de los municipios y manifestar de manera firme y clara las visiones y posiciones sobre lo que mejor convenga al municipio, haciendo frente a las cosas que se proponen cuando los planes se formulan de la manera como se ha señalado.  Por supuesto que también es necesario seguir insistiendo en desactivar el centralismo rampante que nos agobia, sin embargo, esto último, visto lo visto, nos tomará mucho más tiempo.