Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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Metro ligero: rodando sin justificación

 

Cualquier solución a un problema de desarrollo urbano-territorial debe basarse en tres premisas básicas, existen otras, pero al menos en éstas tres: a.) considerar en todas sus dimensiones la complejidad del problema a solucionar; b.) fundamentarse en motivos de interés general (no en intereses particulares o de grupo) y; c.) tener una clara y necesaria justificación a partir del estudio minucioso de la realidad actual y proyectada de la ciudad.

 

Bajo ese entendido, el tren ligero es un proyecto privado que quieren “enchutarle” a la ciudad y que en Barranquilla hemos consentido, queriéndonos hacer ver una realidad diferente a la nuestra. Es posible decirlo más alto, pero no más claro: vamos a pagar con plata de todos, la propuesta de unos empresarios que han copiado un modelo -ya inventado- que poco han estudiado en su aplicación para Barranquilla y que sirve, mucho, en realidades diferentes a la nuestra.

 

Teniendo en cuenta las tres premisas básicas anotadas, analicemos lo que se propone:

 

La propuesta no toma en consideración la complejidad del problema a solucionar: es claro que este modelo ha funcionado a la perfección en ciudades que tienen una situación de movilidad diferente a la de Barranquilla, pero frente a la nuestra, son necesarias varias respuestas:

 

  1. Nada se dice en relación con la gente que viene de los municipios de la banda oriental en buses intermunicipales, ¿cómo transbordarán?, ¿saldrán de circulación?, ¿hasta dónde irán?
  2. ¿Qué se propone para la armonización de este sistema con los sistemas informales de movilidad: motocarro, mototaxi, bicitaxi, bicicoche, vehículos de tracción animal, colectivos ilegales? ¿cuál es la solución para ello?
  3. ¿Cómo se articula urbanísticamente este proyecto con las actuaciones urbanísticas que ya se están levantando sobre la calle 30: centros comerciales y Macroproyectos de vivienda?
  4. ¿Cómo rodará el vagón eléctrico sobre una superficie desnivelada, rugosa, quebrada, mojada y que se inunda con la lluvia?
  5. ¿Qué pasará con todas esas empresas de transporte que circulan por la 30?

 

La más clara evidencia de que no se dimensiona toda la complejidad del problema a solucionar es que, en la presentación del proyecto, los proponentes mostraron un recorrido que no tuvo como punto de llegada el aeropuerto Ernesto Cortissoz; situación que repite los errores cometidos en otras ciudades, como Bogotá, la cual tuvo que adicionar, años después, la llegada de Transmilenio al Dorado.

 

Por otra parte, la información dada a conocer es que los originadores del proyecto trabajaron dos años en la propuesta presentada, pero la empresa originadora apenas tiene año y ocho meses de constituida. Allí hay dos problemas: uno, la empresa tiene menos tiempo de creación que el estudio que llevó a cabo y, dos, una empresa creada hace menos de dos años, ¿qué experiencia específica puede tener frente a un proyecto de tal envergadura?

 

Frente a la segunda premisa general planteada al incio, cabe preguntarse: ¿dónde está el interés general en todo esto?, ¿cómo aporta este proyecto, con claridad, a la dinámica de desarrollo de la ciudad?, ¿dónde están los ciudadanos que han señalado querer un proyecto de estas características?

 

Sin duda, este proyecto aparece como una rueda suelta. La principal evidencia de ello, es que solo se mira desde su dimensión económica, todo se resume en “cuánto cuesta lo que hay que hacer”. Lo anterior se puso de manifiesto con la respuesta que el representante de la firma proponente dio ante el interrogante de por qué el sistema no llegó hasta el Cortissoz: “la propuesta es viable, ya que la ley permite incrementar el monto de la obra en un 25%”.

 

Qué tiene que ver la gimnasia con la magnesia. De tal manera que el asunto es: “páguenos un poco más y hasta allá estiramos”. Valiente solución.

 

Por último: ¿necesita Barranquilla de este metro ligero hoy? Atendiendo las prioridades de la ciudad, ¿está justificado o es relevante un proyecto de estas características hoy?

 

En nuestra opinión no, por supuesto que no.  Si ya tenemos Transmetro, propondría, en primer y más importante medida, utilizar esa plata para fortalecerlo; esa plata sí que le hace falta. Pero mirando más allá, son muchas otras las prioridades y problemáticas de importancia que la ciudad debe enfrentar, las cuales aguardan por su debida atención:

 

  1. Mejorar el acceso al empleo formal de los barranquilleros: mucho rebusque, subempleo e informalidad;
  2. Mejorar integralmente los barrios, la mitad de la ciudad son asentamientos precarios;
  3. Mejorar el nefasto dato de 0.90 metros cuadrados de espacio público efectivo;
  4. Comenzar a generar energía con energías limpias: hay sol, hay viento, hay mar;
  5. Lograr que muchos más bachilleres puedan entrar a la educación superior;
  6. Fortalecer la gestión ambiental de la ciudad, comenzando por tener estaciones, aparatos, medidores, laboratorios; para que los barranquilleros sepan qué tiene su medio ambiente; así como contratar personal cualificado para dirigir y ejecutar;
  7. Reducir la alta mortalidad infantil en la ciudad;
  8. Luchar contra los altos índices de embarazo adolecente.

 

A todas y cada una de estas problemáticas le vendría bien la platíca que pretende ser invertida en un proyecto que va rodando sin justificación.