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Qué hacer para recuperar los empleos: Lecciones de la crisis de finales de los 90

Por: Iván Luzardo

 

Una de las consecuencias más dolorosas de la crisis generada por la pandemia del Covid-19, ha sido la masiva pérdida de empleos. En mayo, la tasa de desempleo a nivel nacional había alcanzo el 21.4%, el registro más alto en los últimos años. Para encontrar un nivel de desempleo similar, tendríamos que remontarnos al año 2000, cuando Colombia estaba aún padeciendo las consecuencias de la profunda crisis financiera y económica de finales de los 90, conocida a nivel internacional como la crisis del sudeste asiático. Al examinar aquella difícil experiencia, podemos extraer varios elementos útiles que nos pueden ayudar a enfrentar el complejo escenario que nos espera en los próximos meses.

El gráfico 1 presenta la tasa de desempleo (promedio anual) entre 1993 y 2019. En dicho gráfico se puede observar cómo la tasa de desempleo superó el 20% entre 1999 y el 2000, cuando se vivieron los peores momentos de la crisis, aunque el mercado laboral ya venía deteriorándose desde mediados de los 90. En el 2001, cuando se empezó a consolidar la recuperación económica, se dio una fuerte mejora en el empleo. Sin embargo, esa dinámica no se mantuvo en los años posteriores, los cuales estuvieron caracterizados por una lenta, aunque persistente, reducción del desempleo. A pesar de que el país vivió un largo periodo de crecimiento económico, hicieron falta 12 años para volver a tener la tasa de desempleo en un solo digito, lo cual solo ocurrió en el 2012. De cierta manera, las altas tasas de desempleo que vivimos hasta años muy recientes fueron el resultado de la lenta recuperación del mercado laboral de la crisis de finales de los 90.

 

Gráfico 1: Tasa de desempleo 1993-2019

Fuentes: Banco Mundial para todos los años excepto 2006. Tasa de desempleo para el 2006 proviene del DANE.

 

Dado lo anterior, vale la pena preguntarse ¿Por qué fue tan difícil para el país reducir el desempleo a pesar del crecimiento económico sostenido? La teoría económica apunta esencialmente a dos fuerzas que se mueven en direcciones opuestas: las rigideces laborales y la productividad laboral. La primera encarece el trabajo, lo cual después de cierto nivel hace que no sea viable para muchas empresas contratar nuevos empleados. Por su parte, la productividad laboral aumenta el valor del trabajo, ya que los empleados se vuelven más eficientes, lo cual evidentemente genera incentivos para que los empleadores aumenten la contratación. De esta manera, el desempleo se puede disminuir de dos maneras: flexibilizando el mercado laboral o aumentando la productividad laboral hasta tal punto, que las rigideces se vuelvan poco relevantes.

La evidencia empírica efectivamente indica que la lenta recuperación del empleo en los años posteriores a la crisis, se debió a una combinación de altas rigideces laborales y un expansión muy moderada de la productividad laboral. Agudelo y Sala (2017) encuentran que durante el periodo 2002-2014, Colombia presentó un nivel de rigideces salariales que fue cuatro veces mayor al del promedio de la OECD. Por otro lado, si bien la productividad laboral tuvo un comportamiento positivo, su expansión se concentró principalmente entre el 2005 y el 2007, como se puede observar en el gráfico 2. Al revisar estos elementos, parece claro que la productividad laboral no creció lo suficientemente rápido como para compensar los efectos de las rigideces laborales, lo cual explicaría la lenta generación de nuevos puestos de trabajo.

 

Gráfico 2 Índice de productividad laboral (producto por trabajador en dólares de 2018) 2000-2018, (2000=100)

Fuente: The Conference Board.

 

Al revisar la experiencia de principios de siglo, se hace claro que las opciones para reducir el desempleo pasan por aumentar la productividad laboral, o reducir el nivel de fricciones del mercado laboral. Lo segundo sería probablemente muy difícil de alcanzar, ya que probablemente aumentaría las tensiones sociales en un momento particularmente difícil para el país. Adicionalmente, una reforma significativa en ese sentido ya se habría implementado en el 2013 con la reducción de 13.5% de los costos laborales en su componente no salarial, mediante la eliminación de las contribuciones a salud a cargo del empleador, así como los pagos parafiscales para el SENA y el ICBF, los cuales pasaron a ser financiados con impuestos generales. De acuerdo con Morales y Medina (2017), esta reforma habría generado más de 600.000 nuevos empleos en el largo plazo, además de efectos positivos sobre el salario en algunas empresas.

Considerando las dificultades para introducir una reforma laboral, probablemente la manera más realista de reducir el desempleo en los próximos años es mediante el aumento de la productividad laboral, la cual solo se consigue con crecimiento económico. Llegados a este punto, vale la pena preguntarse ¿Cómo acelerar el crecimiento económico de una manera que se vea reflejado en mejoras en el mercado laboral? Aquí nuevamente la experiencia de principios de siglo puede ofrecernos algunas lecciones importantes.

Al revisar los determinantes del crecimiento de los últimos 19 años, sobresale que este fue impulsado esencialmente por el aumento de los insumos de la producción (capital y trabajo, lo que también se conoce como crecimiento económico extensivo), pero no por la productividad total de los factores (la tecnología, o la eficiencia con la que su usan los insumos de producción, lo que también se conoce como crecimiento económico intensivo). De hecho, tal como se puede observar en el gráfico 3, la productividad total de los factores, que se podría interpretar como un índice de la eficiencia con la que se usan los factores de producción, ha tenido una evolución negativa, que se aceleró a partir del 2007. Esto no significa que el país haya retrocedido tecnológicamente, sino que su tasa de crecimiento ha sido baja considerando el volumen de capital y trabajo utilizados. En otras palabras, la economía creció significativamente, pero tal expansión pudo haber sido mayor si los insumos de producción se hubiesen usado de una manera más eficiente, lo que hubiese requerido la incorporación de nueva tecnología. El lento crecimiento tecnológico habría limitado no solamente el crecimiento económico durante las primeras décadas del siglo XXI, sino también la productividad laboral

 

Gráfico 3 Índice de productividad total de los factores 2000-2018, (2000=100)

Fuente: The Conference Board.

 

Un aumento sostenido, incluso modesto, de la productividad total de los factores en los últimos 20 años probablemente hubiese conducido a un crecimiento económico lo suficientemente alto como para alcanzar bajos niveles de desempleo, e incluso una disminución significativa en la informalidad laboral. La recuperación de la crisis de finales de los 90, nos enseña que el camino de la recuperación del mercado laboral, es uno caracterizado por un alto crecimiento económico impulsado por la incorporación acelerada del cambio tecnológico.

La buena noticia es que el rezago de los últimos años significa también un enorme potencial de crecimiento. En ese sentido, aquellas políticas públicas orientadas a fortalecer la digitalización, la formación de capital humano de alto nivel y el desarrollo de las redes 5G, tendrían un gran impacto no solo sobre el crecimiento, sino también sobre el empleo. De esta manera, el país evitaría una nueva década de coexistencia entre progreso económico y alto desempleo.

 

Referencias

Morales, L.F., & Medina, C. (2017). Assessing the Effect of Payroll Taxes on Formal Employment: The Case of the 2012 Tax Reform in Colombia. Economía 18(1), 75-124.

Sonia A. Agudelo, S.A., & Sala, H. (2017). Wage rigidities in Colombia: Measurement, causes, and policy implications. Journal of Policy Modeling 39 (3), 547-567.