¿Qué hacer con los hipopótamos invasores en Colombia?

Estos animales, que trajo al país en 1980 Pablo Escobar, son considerados la especie invasora más grande del mundo. Su control de población en los ecosistemas del río Magdalena ha sido un reto para el que todavía no hay una solución cercana. Un grupo de investigadores publicó un estudio que sugiere que la única estrategia que tendría éxito será extraer 30 individuos o más por año, de lo contrario en 2039 la población de hipopótamos podría llegar a 1500.

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Los hipopótamos en los ecosistemas del río Magdalena son una amenaza para la biodiversidad y la seguridad alimentaria de pescadores.

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20 ene 2021

Seguramente, un tipo como Pablo Escobar nunca pensó en el problema que le dejaba al país cuando se le ocurrió esa idea caprichosa de importar ilegalmente varios hipopótamos para integrarlos a su zoológico privado en la hacienda Nápoles. Mucho menos sabía, o ni le importaba saber, que los hipopótamos llegarían a ser considerados la especie invasora más grande del mundo, debido al rápido aumento y expansión de su población.

De los cuatro primeros que llegaron en la década de 1980 (tres hembras y un macho), hoy se calcula que la población de hipopótamos invasores en los ecosistemas del río Magdalena podría estar rondando los 100 individuos, dispersos por un área de alrededor de 2000 kilómetros cuadrados. No es un problema menor y las soluciones no están libres de controversias, lo que retrasa las acciones necesarias.

Un grupo de científicos colombianos de la Universidad Nacional, Uninorte, Javeriana, Universidad de Quintana Roo, Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, publicaron el artículo A hippo in the room: Predicting the persistence and dispersion of an invasive mega-vertebrate in Colombia, South America, en la revista Biological Conservation. El estudio sugiere que única estrategia de control que podría conducir a la extirpación de esta especie es la extracción de 30 o más individuos por año, ya sea poniéndolos en cautiverio, o mediante el sacrificio.

Una solución de este tipo ya se quiso aplicar en 2009, cuando la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia autorizó la caza y muerte de dos hipopótamos que habían escapado de la hacienda Nápoles. Una decisión que dividió las opiniones a nivel nacional, pero que al final tuvo que recular ante las críticas, luego de que se publicaran las fotos del primer individuo cazado, llamado “Pepe”. De ahí en adelante, la caza de control de hipopótamos fue prohibida por orden judicial y la estrategia del Gobierno nacional se restringió a la esterilización y relocalización en zoológicos para controlar el número de hipopótamos.

Sin embargo, los esfuerzos de esterilización son costosos, logísticamente difíciles, y peligrosos. Los hipopótamos pesan de una a tres toneladas, pueden correr a más de 40 kilómetros por hora, y atacan con colmillos de entre 30 y 50 centímetros de largo. Debido a su tamaño y gruesa piel, se necesitan dardos especiales y altas dosis de anestesia. Y para efectuar la cirugía, es necesario dar la vuelta al enorme animal. Tanto machos como hembras tienen los órganos reproductivos al interior del cuerpo, y son capaces de moverlos, lo cual dificulta el procedimiento. Como resultado, en los últimos once años solo se han podido hacer cirugías a cinco individuos.

Esterilizar a un solo individuo por año, dicen los investigadores, no parece tener un impacto importante en la reproducción, dado que la población sigue aumentando. Aunque no se sabe con certezas de cuánto es el número de hipopótamos, si la dinámica de reproducción se mantiene (tasa de crecimiento poblacional de 14,5 %) y no se toman medidas en 2039 podrían llegar a ser casi 1500 individuos.

“En consecuencia, los hipopótamos podrían colonizar la parte norte de Colombia en las próximas décadas, facilitados por las condiciones del cambio climático. Las estrategias deben implementarse rápidamente para controlar los efectos de expansión de esta especie introducida”, señala la publicación.

Para llegar a la conclusión sugerida, los investigadores se basaron en información conocida de la biología de los hipopótamos, como la edad en la que llegan a la madurez, el número de crías que puede dar a luz una hembra por año, o la edad en que dejan de reproducirse. Con esta información construyeron proyecciones de cómo puede llegar a aumentar la población de hipopótamos bajo diferentes condiciones de manejo.

Los científicos también utilizaron sistemas de información geográfica para predecir cuales áreas en la cuenca del río Magdalena son susceptibles de ser invadidas por los hipopótamos, bajo diferentes escenarios de cambio climático.

Debido a que el hipopótamo se convirtió en una especie carismática en el país, recomiendan en el corto plazo crear estrategias de comunicación que vayan orientadas a educar al público general sobre los peligros asociados a la permanencia de esta especie invasora en los ecosistemas nacionales.
 

Una especie fuera de control

En su hábitat natural, que es el África subsahariana, los hipopótamos son una especie vital que aporta al equilibrio de los ecosistemas. Por su gran tamaño y hábitos naturales, impacta a gran escala en la química de la tierra y el agua donde habita. En Colombia, donde los ecosistemas son diametralmente opuestos a los africanos, esta especie es una amenaza que podría conducir a cambios en las comunidades de especies originarias que conviven en las aguas del río Magdalena. Además, son portadores de enfermedades y parásitos que podrían transmitirse a otras especies y a los seres humanos.

Se ha llegado a sugerir que los hipopótamos introducidos actuarían como “reemplazo” de algunos animales de gran tamaño que habitaron América del Sur durante la edad de hielo, hace más de 12 000 años. Sin embargo, según Jorge Moreno-Bernal, estudiante del doctorado en Ciencias del Mar de Uninorte y becario del Ministerio de Ciencias, ya existen en el área dos especies de herbívoros acuáticos nativos: el manatí y el chigüiro. “En la cuenca del Magdalena se han hallado fósiles de ambos tipos de animales, los más antiguos con más 13 millones de años”, señala Moreno-Bernal, quien es uno de los autores del artículo.

A nivel social, la presencia de los hipopótamos puede comprometer los medios de subsistencia de las comunidades ribereñas que viven de la pesca del río, debido a los cambios químicos que pueden provocar en los cuerpos de agua. También pueden afectar cultivos de importancia económica en las riberas y amenazar físicamente la integridad de las comunidades rurales.

“Si no hay control de la dispersión de hipopótamos, la invasión llegará hasta las áreas cenagosas del norte de la cuenca. Está en riesgo la integridad y biodiversidad del sistema, y la seguridad física y alimentaria de miles de pescadores y campesinos”, señaló Nataly Castelblanco, profesora de la Universidad de Quintana Roo y una de las investigadoras de la publicación, en Twitter.

Por Jesús Anturi

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