UN LEGADO DE

Los registros de la planeación exhaustiva del primer desarrollo urbano planificado del país están recopilados en una gran bitácora organizada por un grupo de académicos, que será lanzada durante la celebración de los 100 años del barrio Prado de Barranquilla.

Hubo una época en la que Barranquilla sí era la Puerta de Oro de Colombia. Por allá en 1914, la ciudad se asomaba a orillas de la arteria fluvial más grande del país, el río Magdalena, camino a convertirse en la metrópoli de la costa Caribe. En aquel tiempo, sus escasas calles estaban trazadas para acomodar la industria, pero un visionario norteamericano la proyectó construida con los más variados estilos arquitectónicos de las ciudades hito de América. Así, para 1920, nacía el barrio Prado, que se convertiría en uno de los tesoros urbanísticos del país, con amplias avenidas, jardines e imponentes mansiones.

El responsable de esa transformación fue el ingeniero Karl Calvin Parrish, quien llegó desde Iowa, Estados Unidos, a Colombia en 1904, atraído por la riqueza mineral de nuestros suelos. Inició con exploraciones en Antioquia y el sur de Bolívar, hasta que una década después posó su mirada en una creciente Barranquilla, que, según sus propias palabras, “se transformaría en el centro portuario de Colombia”; así que allá trasladó su residencia y operaciones comerciales. La ciudad estaba a poco de convertirse en un vividero digno para empresarios del mundo, pero aún no lo era.

Cuando Parrish llegó al país, Barranquilla disfrutaba de importantes desarrollos, como explica el historiador Jorge Villalón, docente de la Universidad del Norte. Entre otras cosas, se creó el primer sistema de alumbrado eléctrico; por primera vez recorrió sus calles un carro; se publicó la primera revista literaria, dirigida por el escritor español Ramón Vinyes —el ‘sabio catalán’ de las novelas de Gabriel García Márquez, con quien integró más adelante el famoso Grupo de Barranquilla—. En 1915, los comerciantes se agruparon como gremio y un año después se fundó la Cámara de Comercio.

El ambiente era cosmopolita. No solo por lo anterior, sino por el constante arribar de personas de otros rincones del mundo. Desde 1852 la inmigración norteamericana era importante, y también la de otras colonias extranjeras: franceses, alemanes, ingleses, españoles, italianos, venezolanos y hasta judíos, que mantenían sus costumbres de origen. En 1865 se construyó el Cementerio Universal, “para dar sepultura a todo lo que no fuera católico ni aceptado por la iglesia: suicidas, anarquistas, comunistas, ateos. De ahí su nombre”, comenta Villalón. Todos cabían en esa pequeña ciudad del Caribe.

Hasta 1920 Barranquilla era el único puerto que conectaba hacia el interior y hacia el exterior del país, a través de la vía ferroviaria y del río Magdalena. La ciudad era el enlace entre la economía colombiana y la del resto del mundo, cercana al Mar Caribe, y por ello a Estados Unidos. Su situación geográfica fue definitiva para las ambiciones comerciales de Parrish. El terreno seguía siendo arenoso, pero sus espacios amplios eran perfectos para la ‘ciudad-jardín’ que siempre soñó, una que contrarrestara las edificaciones en serie heredadas de la revolución industrial.

Así, en 1920, Karl C. Parrish, quien quería vivir como en los grandes barrios suburbanos norteamericanos, diseñó una moderna urbanización nunca antes vista en América Latina, una que sería un referente nacional e internacional. Los documentos de esa planeación exhaustiva del primer desarrollo urbano planificado del país hacen parte del Archivo Parrish , que custodia la Biblioteca Karl C. Parrish Jr . de la Universidad del Norte y se encuentran representados en el Parrish & Co. Report “La Bitácora” documento organizado por un grupo de académicos de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de Uninorte, liderados por el arquitecto Yalmar Vargas Tovar , a partir de una idea que surgió en 2019 en conjunto con la arquitecta Rossana Llanos Díaz.

Por: Adriana Chica García
Periodista
adrianachica90@gmail.com








El Prado es un ejemplo de urbanización a nivel latinoamericano porque es el primero que se hace de esta manera: el urbanizador hace las vías, andenes, parques y define unos lotes para la venta que después se convierten en casas. Y ceden el mantenimiento de las zonas públicas a la administración

 

Yalmar Vargas
Yalmar Vargas

Docente Arquitectura y Urbanismo

Casas antiguo y nuevo Prado
El barrio se construyó en un terreno de 130 hectáreas que eran una finca perteneciente a Manuel de la Rosa.
Casas antiguo y nuevo Prado
Hasta 1920 Barranquilla era el único puerto que conectaba hacia el interior y hacia el exterior del país, a través de la vía ferroviaria y del río Magdalena.
Casas antiguo y nuevo Prado
Pocas casas con el diseño original se mantienen en pie y sirven de residencia.
Casas antiguo y nuevo Prado
El barrio se convirtió en un referente nacional e internacional.
Casas antiguo y nuevo Prado
El Prado fue una moderna urbanización nunca antes vista en América Latina
Casas antiguo y nuevo Prado
Karl C. Parrish diseñó el barrio como como en los grandes barrios suburbanos norteamericanos
Casas antiguo y nuevo Prado
La construcción del barrio inició con grandes avenidas y jardines.

Un viaje por el mundo
La bitácora hace el mismo recorrido que el paisajista norteamericano Ray Floyd Wyrick, contratado por Parrish, hizo por Nueva York, Florida, La Habana, Ciudad de Panamá y Kingston, cuando buscaba referentes para el diseño de lo que sería el gran barrio-jardín. Wyrick visitó jardines botánicos, antejardines de imponentes mansiones, avenidas y negocios inmobiliarios. Y con ello elaboró listas de plantas, coleccionó fotografías y hasta tomó ideas de Inglaterra, Italia, Francia y España.

En Florida, Wyrick visitó jardines botánicos, viveros y tomó tipos de arborización que quería ver en el Prado, aunque no fueran especies nativas, como las palmas. En Nueva York visitó un barrio construido con la misma visión y copió los antejardines, encerramientos y los estilos de los mismos. Otra parte de la arborización fue tomada de Jamaica. Y en La Habana encontró el negocio inmobiliario que inspiró el del barrio Prado.

Lo que encontró en cada lugar que deslumbró su mente y lo inspiró para crear en planos la innovadora urbanización quedó plasmado, en sus propias palabras, en un informe entregado a Parrish, y que hace parte del archivo custodiado por Uninorte. El arquitecto Vargas analizó estos documentos de las compañías de la familia Parrish, caracterizados por 88 secciones y cinco subsecciones, para recopilar el asombroso recorrido de Wyrick y del mismo Karl C Parrish, mientras visionaban la ciudad más importante de América Latina, en la que querían vivir.

El archivo es una fuente primaria para conocer Barranquilla, por eso los académicos adelantan el proceso para que sea declarado patrimonio nacional. Entre cartas, facturas, cuadro de cifras, fotografías, planos de diferentes tipos, manuscritos, se organizó la Bitácora. “El informe tiene un enfoque muy de paisajismo. Es interesante porque en este tiempo, en el que ya no se habla tanto de arborización, ellos justo comenzaron por pensar en qué árboles necesitaban sembrar en los antejardines, bulevares y al interior de las casas”, dice Vargas.

La Bitácora, asimismo, incluye el análisis que hizo Karl C. Parrish para descartar a Cartagena como epicentro de su urbanización, en parte por sus zonas cenagosas que necesitaban rellenos y los movimientos de tierra que esto implicaba, y por otras más prácticas: las posibilidades de desarrollo económico y social que se vislumbraban en Barranquilla.

Ante todo, esto fue la manera de construir, acorde a lo que exigía el negocio inmobiliario, lo que hizo de la urbanización del Prado un modelo ejemplar para toda Latinoamérica, destaca el docente Vargas.


Desde 1852 la inmigración norteamericana era importante, y también la de otras colonias extranjeras: franceses, alemanes, ingleses, españoles, italianos, venezolanos y hasta judíos, que mantenían sus costumbres de origen

Jorge Villalón
Jorge Villalón
Docente Historia y Ciencias Sociales 

Casas antiguo y nuevo Prado
Algunas de las mansiones son actualmente espacios de encuentro de la cultura local.
Casas antiguo y nuevo Prado
Otros estilos reconocibles en las casas son el neoclásico francés, el art déco, el morisca, el republicanos, el inglés y muchos más.
Casas antiguo y nuevo Prado
El paisajista norteamericano Ray Floyd Wyrick visitó varias ciudades para encontrar referencias para el diseño del barrio.
Casas antiguo y nuevo Prado
La frondosa vegetación es una característica identitaria de las casas del barrio.
Casas antiguo y nuevo Prado
El proyecto de urbanización inició su construcción en las calles, y no en las casas, como se venía haciendo (y como se hace actualmente).
Casas antiguo y nuevo Prado
Algunas mansiones fueron diseñadas con un estilo mudéjar, que combina elementos europeos y árabes
Casas antiguo y nuevo Prado
De jardines botánicos y viveros de Florida se inspiraron para definir los tipos de arborización tendría El Prado.

Así se hizo
En la periferia del casco urbano, que entonces era lo que hoy se conoce como el centro de la ciudad, Karl C. Parrish rediseñó una finca de unas 130 hectáreas pertenecientes a Manuel de la Rosa, llamada Prado. El terreno estaba en una elevación promedio de 51 metros sobre el nivel del mar, lo que significaba —tras un diseño eficiente— una corriente de viento única para refrescar los altos grados de temperatura de los días, por su cercanía al río.

El proyecto de urbanización inició su construcción en las calles, y no en las casas, como se venía haciendo (y como se hace actualmente). Primero definieron sus amplias avenidas de acuerdo con la dirección de los vientos alisios para mayor confort térmico, con enormes árboles a los lados. Luego los parques con jardines frondosos y los andenes que demarcaban los extensos lotes que estarían a la venta para el levantamiento de las viviendas, y que serían entregados con calles asfaltadas y servicios públicos instalados.

De hecho, Parrish resolvió el problema de carencia de agua potable que padecía la ciudad, y en 1929 inauguró un moderno acueducto, uno de los primeros de su tipo en todo el continente, según destaca Villalón. “El Prado es un ejemplo de urbanización a nivel latinoamericano porque es el primero que se hace de esta manera: el urbanizador hace las vías, andenes, parques y define unos lotes para la venta que después se convierten en casas. Y ceden el mantenimiento de las zonas públicas a la administración”, explica el arquitecto Vargas.

Además, Parrish & Cia establecieron unas normativas urbanas que debían cumplir los compradores, como antejardines al interior de los inmuebles o ventanas grandes que permitieran el paso del aire, y que terminaron generando a su vez normas de comportamiento social entre los mismos.

Todo esto se tradujo en majestuosas mansiones con estéticas de los estilos más diversos: el neoclásico francés proveniente de la Ilustración, el art déco dedicado a las artes decorativas de vanguardia, el mudéjar que combina elementos europeos y árabes, morisca de influencia islámica, republicanos, ingleses y muchos más. Gracias a esa riqueza arquitectónica, el barrio Prado fue declarado ‘bien de interés cultural’ en 2005, aunque para ese momento ya muchas de las casonas estaban en el suelo.

 

El desafío de la preservación
pronóstico de Parrish de ver a Barranquilla convertida en metrópoli de América Latina nunca se cumplió. “Hacia el año 76 Parrish estaba un poco decepcionado de la ciudad, no le vio salida, porque en 20 años duplicó su población, y no con inmigrantes extranjeros, sino con campesinos, de los más pobres. Se llenó de tugurios: en los años 80 más de la mitad de la población no tenía agua potable ni alcantarillado, una situación bastante difícil”, explica el historiador Jorge Villalón.

Las mansiones del barrio Prado se volvieron insostenibles y fueron quedando en el abandono. Muchas a merced de los embates del tiempo, corroídas por la falta de mantenimiento, sus despampanantes jardines convertidos en maleza, inhabitadas. Algunas que mantienen su lujo fueron restauradas por grandes empresas para ser sus sedes, y son pocas las que aún sirven de residencia. “Se han perdido antejardines y zonas verdes frente a los bulevares, por el parqueo de los carros. Se han tumbado muchos árboles. Muchas ya no tienen patios interiores”, describe el arquitecto Yalmar Vargas.

Este año se cumplen 100 desde la primera piedra puesta para la construcción de esa herencia histórica, urbanística y arquitectónica de Barranquilla, de la cual ya queda poco. Por eso en su conmemoración, la Universidad del Norte lidera un proyecto académico para invitar a la ciudadanía a volver a mirar al Prado, y a incitar a las autoridades locales a pensar sobre las nuevas dinámicas sociales, claves para conservar su riqueza en nuevos usos para esas mansiones.

“Es clave la conservación de este tipo de espacios; es una Barranquilla que habla de lo que fuimos antes. Y como pasa en todas partes del mundo, esas zonas históricas tienen su valor en la construcción de ciudad”, expresa Johnny Insignares, uno de los creadores del colectivo Todomono, que empezó como una tienda de artículos de diseño inspirados en el Caribe colombiano, y hoy son gestores culturales con rutas turísticas para reconocer el patrimonio material e inmaterial de la ciudad.

Todomono se unió al proyecto de conmemoración que contempla una agenda cultural y académica con charlas, encuentros y lanzamientos de distintos libros que conserven la memoria; junto con las universidades Autónoma del Caribe, de la Costa, del Atlántico y la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Cámara de Comercio de Barranquilla, la Cámara de Comercio Americana y la Secretaría de Cultura de Barranquilla.

Como parte de la celebración se publicará la Bitácora Parrish, que recrea el extraordinario camino que trazó un visionario norteamericano cuando se imaginó a Barranquilla como la Puerta de Oro de Colombia, la entrada del desarrollo, el vividero perfecto; pero que falló en sus cálculos a futuro. Al final, Parrish también hizo algo que nunca planeó, su urbanización definió lo que somos como ciudad. Y hoy, más que su recuerdo, quedan muchos que luchan por resguardar para la posteridad el legado de los varios mundos con los que creó el Prado.










 

Este año se cumplen 100 desde la primera piedra puesta para la construcción de esa herencia histórica, urbanística y arquitectónica de Barranquilla, de la cual ya queda poco.

 

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