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Cascada de impuestos

Nadie puede negar que los impuestos son el precio de vivir en la civilización. El problema radica, como lo enseña la Economía Pública, que con tarifas progresivas impositivas, las propensiones por un mayor gasto público aumentan entre aquellos que no pagan por los incrementos del gasto.  Así, le queda fácil a cualquier gobierno presentar sus propuestas, como que se cargan los impuestos a los más ricos.  Se hace populismo barato cuando se califica el impuesto al patrimonio como “impuesto contra la pobreza”, pues se asume que será bien gastado en beneficio de los pobres. El problema es que en Colombia nadie cree en la eficiencia del gasto público, con un sistema político clientelizado, bajo la poliarquía en la que vivimos.

Los patrimonios surgen por acumulación de ingresos que en el pasado ya han pagado impuestos. Gravarlos nuevamente tiene el inconveniente que desanima los esfuerzos de los agentes económicos.  Las tendencias al testaferrato y los patrimonios ocultos regresarán. Comparar este impuesto con las sugerencias de Piketty revela que no se ha leído bien al autor francés. Él está insistiendo en gravar la acumulación de ganancias de capital, y no con salir a perseguir a cualquier microempresario con patrimonio superior a mil millones de pesos.  Igualmente, prolongar el 4 por mil, además de incumplir las promesas del pasado, mantendrá a los colombianos alejados del sistema bancario y financiero. Por último, no es difícil suponer quién saldrá afectado con las sobretasas del CREE, pues en mercados oligopólicos como los nuestros, todo será castigado contra los consumidores.

Muchos analistas temen ya que los faltantes fiscales excederán los 12,5 billones ante la caída vertiginosa del precio del petróleo. Un déficit se puede financiar con más impuestos o con endeudamiento externo o interno. Pero en el país, sin mucha discusión, nos dejamos imponer la Regla Fiscal, la cual ata al Estado en su política contracíclica del gasto. Ello impide recurrir al endeudamiento y obliga a elevar los impuestos, medida que sin duda es contraccionista. Si la economía colombiana se estima va rumbo a tasas más bajas de crecimiento, es claro que la reforma tributaria impone más filtraciones a la demanda agregada. En verdad, si se atacara la evasión y el contrabando, con una Dian fuerte y competente, que no le tema a las mafias de la importación ilegal, estaríamos buscando los recursos en otro lado.

El fiscalismo excesivo también tiende a extenderse a los gobiernos locales. Acá, afortunadamente, se desistió del impuesto a la telefonía. Sin embargo, subsisten temas como las estampillas pro-hospitales, pagadas por todos los ciudadanos, no solo los constructores, donde a pesar de los fallos del Consejo de Estado, se piensa revivir por tutelas o nuevas ordenanzas que caerán nuevamente. Imponer tributos ilegales, para cobrarlos mientras se caen en las cortes, es una conducta que raya en lo delictuoso. Por otro lado, es bueno que se le diga a la ciudad, con claridad, cuántos hospitales, pasos y caminos faltan, pues no podemos estarlos construyendo infinitamente. Es algo que debe evaluarse.

@jparadacor

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