Cuando veía la excelente película Silver Linings Playbook, pobremente traducida como Juegos del Destino, no pude evitar una asociación con lo que sentimos los colombianos frente a las conversaciones de paz que se adelantan en la Habana. La película enseña que los seres humanos, en medio de las situaciones más desesperadas y duras, se tienen que aferrar a lo positivo de las cosas, como un guión firme, que nos permita salir adelante. Así, aunque los colombianos no le creen mucho a las Farc en su sinceridad —con sobradas razones—, sin embargo, en su mayoría, apoyan el proceso dado que resulta incomprensible continuar con el conflicto otros cincuenta años más. El proceso de paz se va a convertir así en una importante línea divisoria de tipo político en las próximas elecciones, entre aquellos sectores de la ultraderecha que se oponen al mismo y desean íntimamente su fracaso, y aquellos colombianos que a pesar de las malas noticias que llegan todos los días, se aferran a esa esperanza. Se decidió negociar en medio de la guerra. Luego, sabemos que el camino será escabroso.

A los economistas nos gusta ponerle números a las cosas, lo cual puede ayudar a mejorar el proceso de decisiones colectivas de los ciudadanos. La Agencia Nacional de Reconciliación publicó una excelente separata, la cual nos trae unas cifras importantes que vale la pena tener presente. A la fecha, el conflicto ha causado 534.285 homicidios, 49.678 secuestros, 2.647 masacres, 3.054 torres voladas, se abandonaron más de 3 millones de hectáreas por la violencia, nuestro país es uno de los tres países con más personas desplazadas en el planeta (después de Sudán e Irak), tenemos el segundo ejército más grande de América Latina, gastamos más de $20 billones en lo militar (el segundo más alto de América Latina), somos el vigésimo país en el mundo en tamaño del ejército, gastando más que Brasil en gasto per cápita militar, y tendremos que destinar $6.3 billones para la reparación de víctimas. Casi todos los modelos señalan que la economía colombiana podría crecer más del 1.5% adicional anual en su PIB si no hubiese conflicto. A pesar de lo anterior, subsisten 9,000 combatientes en las Farc y 2,900 en el ELN. Después de ocho años de seguridad democrática de Uribe y cuarenta y dos años de lucha, las guerrillas todavía son capaces de desestabilizar regiones enteras, y no se ve en el horizonte una solución posible a “lo Tamil” de exterminio de la guerrilla dada la inmensidad de nuestro territorio y las fronteras porosas con gobiernos que no son enemigos de la guerrilla, sino más bien espectadores pasivos ante el conflicto nuestro.

De ahí que estimular que el proceso de las conversaciones de paz fracase, le presta un flaco servicio al país, en especial, cuando las élites guerreristas no mandan a sus hijos a prestar el servicio militar, con honrosas excepciones. Siempre las víctimas son las personas más pobres de las áreas rurales y urbanas. Por ello, si algo queda de racionalidad moderna en este país, es procurar que las conversaciones avancen con éxito a pesar de los roces y del avance del conflicto, pues cualquier otro camino, además de doloroso, es excesivamente costoso. Si Colombia, a pesar del conflicto, logra mantener tasas positivas de crecimiento económico, imaginemos como sería en un escenario de paz. Por ello, es válido guardar la esperanza, como en la película mencionada, buscando una positiva luz en este escenario difícil.

Por Jairo Parada