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EL CAFE: LA DURA LEY DE LOS MERCADOS

A mis estudiantes de Economía Colombiana en el Caribe Colombiano el tema del café les parecía siempre exótico y poco relevante. En la Costa sólo tenemos café en la Sierra Nevada y zonas del Perijá en el Cesar y La Guajira. Pero aún así, como nos enseñó Luis Eduardo Nieto Arteta, un historiador barranquillero, no se puede entender la evolución de la economía colombiana sin haber entendido el papel que jugó el café en ella.

En el siglo pasado, el café representaba el 75% de las exportaciones colombianas, mientras que hoy apenas es el 5% de las mismas. La Federación de Cafeteros era el semillero de los presidentes, y por ello, sorprende que esta crisis haya cogido de sorpresa al gobierno de Santos, cuando muchos de sus altos funcionarios y el mismo presidente vienen del sector.

La crisis actual es el resultado de la dura ley de los mercados, las leyes de la oferta y la demanda. Con el fin del Pacto Cafetero desde 1989, el mercado mundial del café es el que determina los precios del grano. Después de una relativa bonanza del 2002 al 2010, el precio del café se ha desplomado en un 50%. Brasil y Vietnam, contando con un gran apoyo estatal y una política agresiva del consumo doméstico en Brasil, han venido expandiendo su oferta cafetera en forma irresistible. Lo curioso es que en Colombia, en los últimos años se ha venido reduciendo la producción cafetera de 12,5 millones de sacos en el 2007 a apenas 7,8 millones en 2011. Aun peor, Colombia importa 300.000 sacos de café al año para cumplir con sus compromisos. Por otro lado, las leyes duras del mercado y la competencia capitalista también han operado al interior del sector: se estima que un 10% de las fincas más grandes controlan el 70% de la producción cafetera.

De esta forma, la mayoría de los 500,000 cafeteros se encuentran bien empobrecidos, agobiados por el alza de los insumos químicos por un lado, y la revaluación del peso por el otro. Así, dos millones de colombianos se encuentran afectados duramente.

Desde hace dos años el gobierno de Santos ha redireccionado en préstamos y subsidios al sector unos $5 billones. Ello ha sido insuficiente pues los caficultores demandan un precio de la carga de $800.000 lo cual implicaría un subsidio fiscalmente imposible de cubrir, pues actualmente el subsidio que ya se ha ofrecido en las negociaciones sería de $90.000 por carga, mientras los cafeteros demandan unos $180.000 adicionales, lo cual es fiscalmente insostenible. La pregunta de fondo es: ¿por qué cuando hay bonanza ella les pertenece a los cafeteros y si hay pérdidas se socializa con los tributos de todos los colombianos? Lo mismo habría que hacer con el algodón, la carne, la leche, el arroz, etc., y así nos iríamos por el despeñadero fiscal.

Lo que debemos aprender de esta crisis es que los TLC y la globalización nos imponen la dura ley de los mercados, y éstos no tienen ningún corazón. Por ello, el Estado, a la par que se apunta a ese libreto, tiene que ir construyendo los cinturones de protección social pues son 600 municipios afectados. Créditos, menor revaluación, investigación y renovación cafetera a los pequeños debe ser la salida. Pero regalos a diestra y siniestra no parece muy factible.

Jairo Parada
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