Desde marzo del año pasado, un grupo de académicos, profesionales interesados en el agro y empresarios del campo en el Caribe, hemos conformado una red llamada “Diálogos Rurales” bajo la coordinación de Santiago Perry. Se trata de un espacio de discusión de la problemática del desarrollo agropecuario en el Caribe y en el país. Temática que no parece ser de interés para los centros de investigación, economistas y políticos. El país se urbaniza y lo del campo no parece ser relevante.

Sin embargo, ya desde el siglo XIX es bien conocido en la literatura del desarrollo que un exitoso desarrollo agropecuario es condición sine qua non del verdadero desarrollo, y lo que la experiencia internacional demuestra es que exige unas condiciones democráticas en el acceso a la tierra para un verdadero desarrollo capitalista.  El “problema agrario” de un país aparece cuando el campo no cumple con las condiciones de acumulación y no es capaz de suministrar alimentos y materias primas a precios razonables para el desarrollo industrial y urbano. No es casual entonces, que en las conversaciones de paz en la Habana, la política de desarrollo agrario integral aparezca en primer lugar en la agenda del Acuerdo General para la Terminación del Conflicto. La tierra y el desarrollo agropecuario ha sido el eje del conflicto colombiano, en una sociedad que en el siglo XX fue incapaz de realizar una reforma agraria democrática, tarea que fue cumplida hace rato en los países que hoy disfrutan el desarrollo.

Las cifras del problema no mienten: Desde el año 2000, el coeficiente de Gini de tierras lo que hizo fue aumentar del escandaloso 0.88 a 0.89, cuando debería estar en 0.40 al menos. Un 1.5% de propietarios son dueños del 52% de la tierra cultivable, y mientras 4.9 millones de hectáreas se dedican a la agricultura, 39,5 millones de hectáreas se usan en ganadería extensiva e ineficiente. Con una ganadería así, me decía un empresario ganadero del Cesar, lo que hay es un desperdicio de recursos y tierras que en nada resuelve los problemas de competitividad y empleo del sector. Numerosos estudios han demostrado que la pequeña propiedad agropecuaria en Colombia resulta ser más eficiente en producción y precios que la gran propiedad, luego si tuviera más acceso a la tierra, créditos y tecnología, el escenario cambiaría. Por ello, el tema de la concentración de la tierra y el uso ineficiente de la misma no se puede evadir más. El status quo de la ganadería extensiva e ineficiente es simplemente inadmisible y fuente del conflicto rural. No genera empleo y se presta para que los jóvenes del campo sean fácilmente captados por grupos ilegales. También lógicamente, debe respetarse y apoyarse aquella gran propiedad legal y con producción eficiente, para garantizar su rol en la solución del problema agrario. Por ello, la seguridad personal y el respeto a los derechos de propiedad son claves.

Pero al lado de estas tareas, para el caso de la Región Caribe, no será suficiente un mayor gasto social ni un gran crecimiento económico. Como bien lo señala Antonio Hernández Gamarra “es necesario un profundo cambio institucional – es decir, el establecimiento y aceptación de nuevas reglas, incentivos y normas de conducta – que tenga como sus pilares la probidad y una mejor gerencia pública”.  Hay que reflexionar de nuevo sobre nuestro desarrollo agropecuario, mucho está en juego.