Lo bueno de salir del país, es que uno descansa un poco del pantano en que se debate nuestro gobierno, enfrascado en el pasado, buscando desbaratar el proceso de paz mientras los índices de delincuencia se disparan y la economía se enreda. De ahí mi curiosidad de ir nuevamente a México, un verdadero gigante latinoamericano, con 129 millones de habitantes, 77 años de esperanza de vida y USD9.000 de ingreso per cápita. Es clasificado por el Banco Mundial como un país de ingreso mediano alto. Su ciudad capital es descomunal, con un núcleo de 9 millones de personas, y con un área metropolitana de 26 millones. Es una nación federal y su capital ya no se llama DF sino CDMX (Ciudad de México), otro estado creado recientemente. 

No puede uno evitar las comparaciones con Colombia, pues, sin duda, a pesar de su pobreza, tiene un mayor desarrollo social que nosotros en materia de seguridad social. En su capital, hay más de 200 universidades y las públicas siguen siendo gratuitas con la excelencia de la Unam a la cabeza, donde la matrícula es de un peso mexicano el semestre ($167 pesos colombianos) y el único requisito es pasar su difícil examen de admisión. El país está lleno de opciones para estudiar una carrera y no se necesita ser declarado pobre para obtener una beca. En materia vial, nos han dejado hace rato: el país está unificado por dobles calzadas, dejando a las nuestras como un vulgar remedo. Uno no entiende cómo pronto inauguraremos un colosal puente sobre el río Magdalena para seguir con la ridícula vía hasta Ciénaga sin que esté incluida en el pomposo plan de desarrollo de Duque, ni en los proyectos del DNP para el Caribe. 

La ciudad de México goza de un buen metro, con una excelente red de buses articulados, frente a lo cual nuestro Transmetro da simplemente risa. Ni qué decir de sus museos y el asombroso Palacio de Bellas Artes, el de Chapultepec, sus avenidas como la Reforma, con grandes bulevares. Uno disfruta sus librerías por todos lados, como Gandhi y el FCE, reflejo de la educación y cultura que allí campean. 

Toca ir al Museo de Antropología para entender un poco las numerosas culturas que precedieron a la conquista española, con obras inmensas como los basamentos de sus pirámides de Teotihuacán y lo que fue Tenochtitlan.  País religioso y católico, impresiona la basílica de Guadalupe y su Catedral en el Zócalo. A pesar de ello, la ciudad es muy avanzada políticamente, con una alcaldesa de izquierda, y apoya al gobierno actual, el cual goza de un 80% de aprobación. Los mexicanos ya estaban cansados de modelos neoliberales desde hace más de dos décadas y decidieron probar algo diferente, sin caer en el miedo al invento de la derecha del “castro-chavismo”. En México se trabaja duro y nada es fácil. La corrupción los ha golpeado también y el nuevo gobierno afronta retos inmensos. El caso de Pemex es un verdadero desafío, empresa arruinada por la politiquería pasada, existe la intención de construir nuevas refinerías, y el proyecto del tren Maya y la interconexión del Caribe con el Pacífico. El crecimiento económico es lento, se estima este año del 1,5%, pero aun así este país hizo una revolución hace rato y la población rural no está en la miseria como en  Colombia.