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Hidroituango y Nuestra Ingenieria

El gran economista norteamericano Thorstein Veblen (1857-1929) siempre expresó un gran interés por el rol de los ingenieros en la sociedad moderna, por su capacidad de imprimirle racionalidad a una eficacia material entre medios y fines. Esa misma impresión he tenido cuando he trabajado con ellos en algunos proyectos y consultorías. Por ello, la formación adecuada de los mismos exige grandes responsabilidades por los impactos de su desempeño profesional en recursos económicos y vidas humanas. En Canadá, cuando los ingenieros civiles ya tienen experiencia y pasan los exámenes especiales de su licencia, bien difíciles, se les entrega un anillo de hierro, donde la tradición señala que está hecho del metal de un puente que se cayó y causó la muerte de 75 obreros en 1907.

En Colombia, en los últimos años, hemos sido testigos del desplome de varias obras civiles bastante graves, que van desde el edificio Space en Medellín, el puente de Chirajara en la vía al Llano y ahora el drama de Hidroituango. Ello nos lleva a preguntarnos qué sucede en la profesión. Muchos analistas señalan que desde la postguerra del siglo pasado las corporaciones se apropiaron de los ingenieros y les infundieron el espíritu pecuniario en exceso, abandonando ese espíritu productivo que observaba Veblen. Si uno repasa estos casos, por la información que se ha filtrado de los dos primeros, todo indica que fueron errores de diseño, motivados por el afán de lucro de ahorrar costos a cambio de afectar gravemente las normas de ingeniería. Ni siquiera vale la pena mencionar el caso del derrumbe del edificio de Cartagena, pues fue un caso simple y grave de corrupción. En los diseños se debe garantizar la seguridad de los proyectos por encima de cualquier criterio. Por ello, las ofertas más baratas en las licitaciones públicas son siempre las más peligrosas. 

Pero EPM de Medellín es una empresa que todos hemos admirado. Es un caso único entre muy pocos de una empresa pública eficiente en Colombia. Verla envuelta en este proyecto de Hidroituango con amenazas tan graves lo lleva a uno a preguntarse qué sucedió allí. ¿Hubo cambios de diseños y prisa por ponerla a operar? Cuando se le dio licencia ambiental en 2009, ¿no se tenían diseños definitivos? Aun así, las aseguradoras cubrieron los riesgos. 

Siendo un proyecto de gran importancia para el futuro eléctrico del país, todos nos preguntamos qué sucedió allí, cómo fue que se llegó a esta situación, hoy aliviada un poco por el verano que viene. Tampoco EPM ha dado mucha información a la ciudadanía. No se conoce el estudio del Cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos al examinar las condiciones de la presa. No hay una idea clara de la gobernanza contractual de la empresa con sus empresas contratistas. El pasado jueves, el ingeniero Manuel Alvarado, en una brillante conferencia en los ‘Jueves del Gran Caribe’ que resucita el Museo del Caribe, nos asombró con la información: que ninguna represa del país tiene un plan de gestión del riesgo, en caso de que se presente un desastre de una ola gigantesca. Los pueblos afectados por Hidroituango pueden hasta iniciar acciones populares contra EPM por los daños sufridos. Recuperar nuestra buena ingeniería debe ser la consigna. 

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