Desde hace rato, los colombianos deseamos dejar de discutir sobre el conflicto armado que el país ha vivido desde hace más de cinco décadas, justamente para poder ocuparnos de los temas centrales que más nos preocupan, como lo son la corrupción, la justicia, la seguridad, el empleo y nuestro futuro como nación. Por ello, la mitad de los colombianos ha apoyado la implementación del proceso de paz y las conversaciones con el Eln, para poder pasar esa página, lo cual supone aceptar sacrificios como la Justicia Especial de Paz (JEP), la reforma política, las circunscripciones especiales de paz, etc., es decir, políticas que faciliten por 12 años la transición hacia un país realmente democrático, y que se oxigene con la presencia de nuevas fuerzas políticas. Solo así podremos como país emprender una senda hacia el desarrollo, hoy embolatada por el estancamiento y bajo crecimiento. 

A pesar de lo anterior, el realineamiento de las fuerzas políticas hoy nos está llevando otra vez a la dinámica de si favorecemos el proceso de paz o lo torpedeamos.  Todo indica que ahora el Centro Democrático y los sectores ultraconservadores ya no están solos en su propósito, pues ahora se le suman las fuerzas del candidato Vargas Lleras, símbolo inefable de las mismas oligarquías que han mandado en este país, además de esgrimir un coscorrón fuerte para quienes se le opongan.  La táctica usada por el nuevo candidato, quien alega es el “mejor”, según su propaganda, es similar a la de los partidarios del No: hacernos creer que el país va rumbo a un supuesto castrochavismo, que en Colombia es apenas marginal, como país de centro-derecha que somos.

Calificar a Fajardo, Claudia López y Robledo como la pantalla de las Farc para un gobierno de “transición”, es una pobre propaganda que solo los incautos pueden creer. Quienes conocen a Fajardo desde hace décadas, saben que se centra en los temas de educación, ciencia e innovación, y siempre se ha catalogado como de centro. Claudia López es una radical luchadora contra la corrupción y políticamente de centro, y en el caso de Robledo, su posición de izquierda siempre ha sido conocida, nunca identificada con la trayectoria de las Farc. Los tres han hecho un pacto de alianza frente a la corrupción, lo cual es válido en cualquier proceso político como el que vivimos.  Recurrir a la dialéctica del miedo al castrochavismo solo refleja que piensan que los ciudadanos somos tontos y carecemos de información. Pero en los tiempos de la posverdad, ahora se dice lo que sea con tal de llegar al poder. El fin lo es todo, los medios no interesan.

Mientras tanto, la economía crece muy poco, la informalidad crece, la inseguridad pulula en las ciudades y poblaciones, ni las del Atlántico se salvan, el transporte aéreo está paralizado por la huelga más larga del mundo en este sector, sin que nadie decida nada y se pase la pelota de las decisiones, el narcotráfico se toma los territorios abandonados por las Farc ante un estado que no aparece, y si lo hace es tarde, cuando todo ha sucedido. Ya empezaron los asesinatos al estilo de la UP del pasado, y vamos por un sendero peligroso. Son tiempos de mucho cuidado en decidir a qué país le apostamos, pues nos quieren llevar hacia atrás nuevamente, asustándonos. Mientras, todo quedaría aplazado otra vez.