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Instituciones, un eslabón clave

Sin duda, el profesor James Robinson, coautor de ¿Por que fracasan los países? tiene mucha razón cuando afirma en su entrevista al periódico El Tiempo del 7 de noviembre, que aunque los colombianos somos optimistas, los retos que nos esperan son muy grandes. El tema del postconflicto, por ejemplo, planteará sin duda tensiones políticas, económicas y sociales que apenas avizoramos. Después de más de dos décadas, se ha tomado conciencia de que el desarrollo no es solo el resultado de más inversión, infraestructura, o mayor gasto en educación, sino que implica también un cambio o ajuste institucional.

Pero en la tradición jurídica de Colombia se identifican las instituciones con las organizaciones políticas del Estado. No se entiende que estas apenas son una cristalización real de parte de las instituciones de nuestra sociedad, siendo clave entenderlas como las reglas, hábitos, costumbres y patrones mentales que predominan en ella, y que se manifiestan en leyes o costumbres. El Estado es apenas una materialización de parte de las instituciones en su organización política.

Dice Douglas North que una sociedad que elogia la piratería solo produce piratas. En el caso de Colombia, con la irrupción del narcotráfico en los años 80 del siglo pasado, en el imaginario colectivo hizo carrera la teoría del enriquecimiento fácil, de perseguir lo pecuniario por encima de todo, rápido, sin mucho esfuerzo. En sociedades que no son del todo modernas, las conductas predatorias se vuelven dominantes y no se detienen ante nada. La gente confunde la ética con lo legal, y si algo no está prohibido por la ley, se puede hacer. No siempre todo lo legal es ético. De esta forma, asistimos en el país a una conducta desbordada motivada por la búsqueda fácil de riqueza, a costa de lo que sea. El sector público vive sacudido por estos ataques, calculándose en más de 10 billones de pesos estas pérdidas. Los fenómenos observados por la ministra de Educación en el caso de algunas universidades privadas nos indican que dichas conductas se extienden en forma masiva al sector privado, siendo el episodio de Interbolsa apenas la punta del iceberg. Personas ‘respetables’ aparecen ante el país como ladrones de cuello duro. Empresas farmacéuticas practicando colusión de precios a costa de la salud y el tesoro público, o empresas proveedoras de pañales manipulando precios.

La mayoría de los colombianos trabajan dura y honestamente, siendo ajenos a estos procesos. Pero mientras sigamos rindiendo pleitesía a estos nuevos ricos, mostrándolos como ejemplo de lo ‘inteligentes’ que son, vamos por mal camino. El profesor Robinson tiene razón de que la clave de toda esta madeja no solo está en una mejor educación sino también en las transformaciones políticas que el país necesita, entre ellas mejorar la calidad de nuestra democracia. Además, será necesario poner a funcionar el Estado en los territorios. En estos hay poco estado, y para los 15 millones de colombianos en las áreas rurales, no hay casi Estado.   Se requieren también grandes transformaciones productivas y cambiar muchas instituciones. No es asunto de prédicas.

jparadac@uninorte.edu.co

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Entrevista periodistica sobre el libro "Instituciones, Desarrollo y Regiones" en Colombia

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