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La dependencia en el sendero de la paz

 

Después de expresarse masivamente por la paz en múltiples ciudades de Colombia, los colombianos sufrimos un revés tenaz con la muerte de los 11 militares en el ataque sorpresa de las Farc en el Cauca. Cuando todos creíamos que el cese del fuego unilateral de las Farc y la suspensión de los bombardeos por parte del Gobierno anunciaban la disminución de la escalada del conflicto, esta acción militar de las Farc nos dio una bofetada. Estos alegan que fue una acción militar frente al cerco que les hacían, pero obviamente allí no hubo un combate en regla, sino una masacre.

Los hechos ocurridos nos han hecho recordar que nada está firmado en La Habana, hasta que todo esté acordado. Las reglas del juego son la de combatir en Colombia mientras se discute en La Habana. En ese marco, la acción guerrillera, aunque políticamente absurda y contraproducente para las Farc, pues no produjo el anhelado cese bilateral, solo nos vino a recordar que la guerra sigue en toda su intensidad. Los videos que circulan en las redes nos muestran la crudeza del conflicto. Son terribles, al igual que aquellos que circularon cuando cayeron jefes guerrilleros. Lástima que se perdieron las señales de confianza que ambas partes se estaban dando, volviendo todos al punto de arranque de hace dos años. En ese sentido, las señales de paz casi se han perdido.

Sin embargo, a pesar de ello, ningún partido, ni siquiera el Centro Democrático, ha dicho que las conversaciones de paz deban abandonarse.  Todos han coincidido en que, a pesar de las ilusiones que teníamos, hechas polvo con el ataque de las Farc en el Cauca, el camino no es volver a la guerra hasta la extinción final del oponente. Las divergencias se mantienen en torno a la justicia, los plazos y el ritmo de las negociaciones, pero el país sabe que una vez sentados en esa mesa, nadie se debe parar de la misma.

Ello sucede porque a pesar del rechazo que en muchas partes recibe el presidente Santos, el camino no es ni puede ser la guerra total. Se ensayó ocho años, se avanzó en la pacificación, pero el costo en víctimas y el surgimiento de bandas criminales fue intenso. Hace más de dos años, Santos inició otro sendero. Será tortuoso y doloroso, el de la terminación del conflicto apenas. La teoría de la dependencia en el sendero en materia institucional nos enseña que no es fácil ya salirse. Algunas veces habrá que desandar lo andado, devolverse, coger otra trocha, pero ya nadie desea salirse de ese camino. Todo el país ya se ha metido en esa vía, y a pesar del dolor que nos embarga, que nos lleva a pensar en venganzas extremas, sabemos que tenemos que atemperarnos, ser racionales y entender que debemos seguir por el camino de las negociaciones, pues no hay otra opción si queremos ser una sociedad democrática, moderna y dispuesta a despegar en la ruta del desarrollo. ¿Es que acaso creemos que con un conflicto de 50 años en nuestro seno podemos desarrollarnos?  En el fondo, los colombianos confiamos en nuestra resiliencia, en nuestra capacidad de aguante, porque a pesar de todo, el país crece, progresa y la gente mejora. ¿Qué tal si hubiese paz? De las partes en este conflicto uno espera mayor cabeza fría y menos cálculos ligeros.

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