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La difícil coyuntura de Agosto

Tanto en el mundo como en Colombia, este mes –llamado así en honor a Augustus, el emperador Romano– nos muestra una realidad dinámica y compleja. En Estados Unidos se hace explícito el resurgimiento del racismo y la xenofobia, al sentirse que tienen alguna justificación desde el poder. La bella ciudad de Barcelona es atacada ahora por el fanatismo islámico, desesperado ante sus derrotas en Irak y Siria. Gente de todas las nacionalidades cayó en este evento, producto del fanatismo ciego, no importa cual sea su origen. Afortunadamente las cosas se han calmado en el Pacífico, pero los colombianos seguimos acosados por los sobresaltos.

La corrupción invade a las altas cortes, cundiendo un mal ejemplo a todos los niveles. Si los de arriba cobraban miles de millones, por que no puedo yo hacer lo mismo, repite el funcionario en cualquier nivel. Sobra decir que no son la mayoría, lógicamente, la mayoría de los colombianos trabajan duramente para subsistir, pero algunos sucumben a las propensiones pecuniarias de una sociedad de mercado, como la que vivimos. Si bien la economía nuestra es de mercado, hay que procurar que lo pecuniario lo defina todo y determine la valoración de la justicia. Las Cortes y los jueces juegan un papel crucial en nuestra sociedad, pues como decía John R. Commons, un institucionalista estadounidense, definen lo que en una sociedad es el “valor razonable”. Su responsabilidad es inmensa, y no puede empañarse por las ambiciones pecuniarias de algunos. Se hacen llamados apresurados a una Constituyente por la justicia, olvidándose que si no generamos transformaciones en nuestra escala de valores, se cambian las normas y se repiten luego los problemas pues los individuos seguimos las mismas tendencias de antes.

El otro tema que nos afecta es sin duda la coyuntura económica. Si un grupo empresarial tan importante como Olímpica ya señala que sufre descensos en sus ventas desde hace un año, el reciente boletín del DANE no deja lugar a dudas. La caída en el crecimiento del PIB a una tasa del 1,3% en el segundo trimestre es la peor desde el 2010, con un crecimiento industrial negativo del 1,5% en el primer semestre muy grave. La “austeridad inteligente” del ministro Cárdenas se nos va a volver “la recesión evidente” en el segundo semestre si no abrimos el ojo. Ya estamos cansados que nos hablen del impacto de la crisis petrolera. Adicionalmente, las alzas de las tasas de interés brutales que hizo el Banco de la República en el pasado, unido a la reforma tributaria fiscalista, nos ha llevado a unas políticas típicamente procíclicas, cuando se ha debido hacer lo contrario. Pero en Colombia, tal como lo expuse en mi columna de La República el 14 de Agosto, no se miran los efectos sobre el consumo de los hogares, el cual responde por el 65% de la demanda agregada. La inversión pública es apenas el 18% y el multiplicador de inversiones en Colombia no es tan fuerte. La medida de bajar la tasa de usura en 0,7 puntos es bien ridícula, cuando los bancos cargan el 32% anual afectivo en las tarjetas de crédito, siendo los grandes ganadores en esta fase. Los impuestos destruyen demanda. Ante las dificultados, necesitamos resilencia y aprender a votar mejor en las próximas elecciones.

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