Los economistas jóvenes de hoy, entrenados casi exclusivamente en el pensamiento neoclásico, cuestionado actualmente por la crisis económica que sufrimos desde la Gran Recesión del 2008, sólo conocen en su visión de crecimiento el famoso modelo de Solow y todas sus derivaciones. Tal vez poco conozcan los extraordinarios y múltiples aportes del economista norteamericano Albert Hirschman (1915-2012), quien falleció el pasado Diciembre. Hirschman quien vivió en Colombia en la década de los 50 del siglo pasado, dejó una obra promisoria, incómoda para la ortodoxia actual que hoy predomina en la academia y la política económica colombiana.

Hirschman, siempre cuestionó la concepción de la Economía como una disciplina que enfatiza los equilibrios. Para el caso del desarrollo económico fue un partidario decidido de la estrategia del desarrollo desequilibrado, según la cual era necesario por parte de los hacedores de política económica seleccionar sectores líderes que empujasen el crecimiento y el desarrollo, generando tal vez nuevos desequilibrios, pero el desarrollo lo concebía como una cadena de desequilibrios. Sólo así se sacudía la estructura económica en sus crecimientos vegetativos. Para lo anterior, debían seleccionarse sectores que tuviesen muchos eslabonamientos hacia detrás y hacia adelante, así como muchas complementariedades. Obviamente uno de esos sectores era el industrial, pues es uno de los pocos que registra esas características, y adicionalmente el de la construcción y en menor grado servicios. De allí se deduce la necesidad de una política industrial activa, no pasiva, que se la juegue a apuntarle a sectores claves, y no que espere, como resultado de las fuerzas del mercado, que dicha industria florezca espontáneamente como hongos en el territorio, como parecen suponerlo nuestras autoridades económicas con sus tratados de libre comercio.

Rajiv Sethi, catedrático del Barnard College y la Universidad de Columbia, ha escrito un trabajo extenso sobre un trabajo de Hirschman en inglés, ‘Exit, Voice and Loyalty’ el cual analiza los éxitos y decadencias de firmas, organizaciones y estados, constituyéndose en una pieza brillante para el análisis del desarrollo económico, la economía de las organizaciones y la ciencia política. Allí examina la lealtad de los consumidores y la de los ciudadanos con sus partidos políticos, cuestionando la teoría del votante mediano y el análisis de la democracia de Downs, pues para Hirschman no hay votantes “asegurados” como se cree muchas veces. Así, la obra de Hirschman fue muy rica y de invaluable consulta para las ciencias sociales hoy.

Resulta por ello cuestionable, que el gobierno siga hoy con su modelo de locomotora minera, generadora de revaluación y de graves problemas ambientales, con una aparato industrial ya en franca recesión en casi todos sus subsectores y con una actividad exportadora casi que reducida a la minería. Si se recordase a Hirschman los énfasis deberían estar por otros lados.