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La prospectiva del Departamento del Atlántico

El mes pasado, Fundesarrollo hizo una evaluación cuidadosa del crecimiento económico del departamento del Atlántico, encontrando señales preocupantes. Somos el 5% de la población del país, pero apenas el 4% del PIB. A pesar de toda la retórica que se despliega sobre la competitividad en eventos y foros, tenemos apenas una posición media en 8º lugar tanto en la ciudad como el departamento.

La informalidad, que había cedido en los últimos años, ya empezó a subir en el 2017, llegando a la brutal cifra del 58,7%. El desarrollo del Atlántico concentra su PIB en Barranquilla en el 68,9%, nivel muy elevado comparado con otros departamentos. La desaceleración económica ha sido evidente: en el 2015 el PIB creció al 4,7%, en el 2016 al 2,4% y en el 2017 el crecimiento fue negativo, de un -0,6%, por caídas en la construcción (-9,5%), industria (-7,5%) y servicios públicos.  Sin duda, el drama de Electricaribe ya nos pega a nivel del desempeño productivo, sin asomo de solución. En pruebas Saber ocupamos el puesto 18 (de 32).
Por lo anterior, es sana la invitación que nos hizo Findeter y la Gobernación para repensar el desarrollo de nuestro Departamento, pues no podemos seguir en esta inercia decadente, dejándonos deslumbrar por los rayos de éxito de Barranquilla. Ha llegado la hora de elaborar el Primer Plan de Ordenamiento del Desarrollo del Atlántico, lo cual implica reflexionar sobre nuestro desempeño en el territorio, en lo económico, lo social, en infraestructura y en lo ambiental, para trazar una carta de navegación a nuestros municipios.

 

Es un nuevo camino por descubrir, pues es el primer plan de esta naturaleza que se elabora en el país, a pesar de ser establecido por la ley  1454 del 2011, más conocida como LOOT. Nuestro pequeño departamento ha hecho un esfuerzo vial importante, pero será impactado por la segunda circunvalar, la cual incorporará un territorio mayor al de Barranquilla en su periferia, bajo el control del Área Metropolitana y sus municipios.

El plan no puede invadir la autonomía de los municipios en la definición de su ordenamiento, pero trazará líneas directrices que afectarán a los mismos, necesarios para su desarrollo futuro, en especial teniendo en cuenta los riesgos del cambio climático y la sostenibilidad. Tampoco estos nuevos territorios pueden ser entregados a la voracidad desordenada de la expansión urbana, como ya lo sufre hoy Soledad.

Este plan debe, además, estar basado en la prospectiva económica del departamento, que la Gobernación trata a su vez de definir en su propuesta de Plan 2040, ya que la administración del territorio y su espacio debe ir de la mano del desarrollo económico y la consulta permanente a las comunidades.

Mucha discusión y participación debe darse para construir caminos comunes que incorporen nuestros municipios al desarrollo, y no sólo Barranquilla. Esta prospectiva debe incluso incluir ciertos asuntos como la seguridad, pues es un tema crucial que depende también de cómo se administra un territorio. Ya nuestro departamento no es ningún remanso de paz, y la percepción de seguridad se deteriora en nuestros municipios y en Barranquilla, ciudad hoy azotada por desapariciones y asesinatos de mujeres, incremento de la tasa de homicidios y hurtos desatados. Academia, políticos, alcaldes, empresarios y sociedad civil se deben incorporar a estas urgentes tareas. 

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