En medio de un galimatías constitucional, el Senado aprobó, sin leerlo, el proyecto de Plan de Desarrollo de Duque.  Habrán demandas, pues el Senado no podía aprobarlo sin conocer la publicación oficial de lo aprobado en la Cámara. Hay que reconocer que esta última corporación hizo bien su trabajo, pues se quitó de encima el desgaste de las objeciones a la JEP, negándolas y dedicándose a trabajar en el Plan de Desarrollo.  El problema es que el proyecto llegó al Congreso con 183 artículos y salió con 336, lo cual solo pudo suceder con la anuencia del Gobierno, por razones constitucionales. Luego sí hubo populismo en ese Plan aprobado, sucedió con el apoyo del Gobierno. El Senado por su parte, gracias al manejo marrullero del senador Macías, se enredó en el tema de la JEP, impidiéndose que tuviera el tiempo para debatir el Plan. Por eso, me pareció muy lastimosa y pobre la intervención del Senador Efraín Cepeda al justificar la aprobación del Plan con un listado de sus posibles realizaciones, ante un Senado agotado por lo de la JEP. 

Cualquier ciudadano podrá decir que le importa un pito el Plan de Desarrollo. Pero por el seguimiento que le he hecho a los mismos por décadas, les aconsejo a mis lectores que examinen con cuidado lo aprobado, pues nuestras vidas se afectan con estos planes. Se trata de inversiones por $1.096 billones, con tres ejes de pactos estructurales y 22 pactos transversales. La verdad es que no se sabe muy bien cómo serán esos “pactos”, aunque parece que se harán convocando a los empresarios y al gobierno en sus diferentes niveles, sin que haya un rol claro de la sociedad civil. La ley incorpora al Plan el documento Bases  del Plan de Desarrollo (con 1.660 paginas) el cual espero los parlamentarios hayan leído y no suceda lo de Simón Gaviria en el pasado. 

Aunque este año esperamos que la economía se reactive con un crecimiento siquiera del 3,2% anual, el cual es raquítico, no dejan de preocupar los recientes datos del Dane. Desde el 2016, el desempleo viene en ascenso y ya hoy sobrepasa el 10%. En el 2018, la pobreza monetaria subió al 27% y la extrema fue de 7,2%. El coeficiente de Gini empezó a subir de nuevo (0,52). En la Región Caribe la pobreza multidimensional subió al 33,5%, y en Barranquilla (AM) la pobreza monetaria subió ya al 21,1%, donde si bien tenemos la segunda menor tasa de desempleo, la informalidad nos agobia en un brutal 55%. Por ello, se necesita con urgencia la ejecución de un buen Plan, pues las cosas empiezan a empeorar. 

Un problema del Plan es que legisla sobre muchas cosas que sorprenderán a los colombianos. Hay 30 medidas tributarias, donde algunas confunden, como la reducción del IVA a la gasolina, sin que los precios de la misma cambien, pues se eliminan subsidios. La cuenta de energía eléctrica se encarecerá para los estratos 4, 5 y 6, y para los empresarios industriales y comerciales, pues el desastre de Electricaribe no lo pagará el fisco en general, sino que el asunto se resuelve a punta de sobretasas. Por este camino, a cada problema, aparecerá una sobretasa, lo cual es muy ineficiente. Se tomaron medidas sobre pensiones, sin esperar la reforma pensional. En fin, un plan muy ortodoxo, que todo lo deja al mercado. ¿La Paz? Ausente.