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El ministro Carrasquilla acaba de presentar el Marco Fiscal de Mediano Plazo (MFMP) para los próximos diez años, en el marco de la Ley de Responsabilidad Fiscal (Ley 819 del 2003).  El extenso documento responde fielmente a las orientaciones neoliberales de este gobierno, fiel a lo que se ha dado en los últimos 28 años en el país, con algunas variantes dentro de la línea fundamental.  Señala que el Gobierno sí tiene rumbo: crecer a un 4% anual para el 2022, aunque sabemos que este año no pasaríamos del 3.6%, si nos va bien.

Con el desastre en la vía al Llano, ya uno se llena de dudas, ante los balbuceos presupuestales del Gobierno para atender semejante emergencia. En esta maravilla a la cual nos invita Carrasquilla, sólo Perú en América Latina nos ganaría con un 3.9%. Supone un tremendo crecimiento de la inversión bruta, la cual pasaría del 3.5% en el 2018 al 6.3% en este 2019. Se habla de un panorama fiscal despejado con la Ley de Financiamiento y se promete el ajuste fiscal más grande que se haya visto, pasando de un 2.4% del PIB ahora a un 1.6% en el 2022. 

En otras palabras, se supone que la inversión privada se va a disparar y que el Gobierno practicará la disciplina fiscal. En síntesis, el Gobierno seguirá contrayendo la economía con su austeridad fiscal, esperando que los estímulos fiscales harán que la inversión privada florezca como hongos en medio de un crecimiento muy bajo.  Si uno tiene en la cabeza el modelo de las tres brechas, sabe que esta estrategia tiene pies de barro: No corrige el tremendo déficit externo de un 4% del PIB, lo cual unido a un ajuste fiscal, obliga a un exceso de ahorros del sector privado que se dirige a la compra de bonos públicos. De ahí que la deuda bruta del gobierno en términos del PIB esté por encima del 50%.

Estas estrategias siempre se han traducido en bajo crecimiento económico y elevadas tasas de desempleo. Cuando el gobierno aprieta en lo fiscal se reduce la demanda agregada y se frena el crecimiento, lo cual unido al déficit externo, resulta peor. Nunca se ha podido demostrar que las rebajas fiscales al capital hayan impulsado el crecimiento económico.

Aunque es sabio racionalizar los impuestos, la dinámica no puede depender de ello. Se necesita una política industrial agresiva que no dependa de las estrategias gaseosas de la economía naranja ni de volvernos a todos emprendedores. Sencillamente, la macroeconomía no opera de esa manera a pesar de los buenos deseos.  En este escenario, ya el sector privado ha procedido a recortar el empleo, la informalidad se dispara y el desempleo azota nuestras ciudades. No es un problema de exceso de venezolanos.

Ya el anterior escenario se manifiesta en la última Encuesta Industrial Territorial del DANE, pues cayó la producción industrial en abril en un 1.3%, el empleo en  0.1% y las ventas apenas crecieron en 1.8%. En el Área Metropolitana de Barranquilla, aunque en todo el trimestre aumentó la producción en el 5.2%, ya el empleo cayó en un 0.3%. el sector hotelero está en crisis con una ocupación del 50% y la construcción no levanta cabeza.  Hay muchos apartamentos desocupados. Se cierran empresas. Se impone una nueva agenda de país y de ciudad.

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