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Nuestra educación económica

Adicional al bajo resultado que tuvieron los estudiantes colombianos en las pruebas Pisa en el 2012, se añadieron las malas noticias del resultado en materia de educación financiera, dado que los estudiantes colombianos obtuvieron un puntaje de 379, el último lugar entre los países de la Ocde, interesados en estas pruebas.

El primer lugar fue para los estudiantes de Shangái, con 603. Estados Unidos se situó en la media, con 492. Si uno examina las preguntas de la prueba (Ver El Tiempo, julio 11/14), fácilmente se da cuenta que para estudiantes que ni siquiera tienen una cuenta de ahorros, o que todo lo reciben de sus padres (hasta smartphones), sin duda están por fuera de estos temas prosaicos.
Por ello, no parece casual que el 3 de julio, Día de los Economistas en Colombia (¿Sabe Ud. quién fue Pedro Fermín De Vargas?) fuese ignorado por los medios, con honrosas excepciones. A nivel local solo la Universidad Simón Bolívar trató de organizar un homenaje que se frustró con la desaparición súbita del arq. Ignacio Consuegra, episodio que felizmente terminó sin problemas. Lo demás no pasó de comentarios en Facebook y Tweeter.  A pesar que los colombianos somos duramente afectados por políticas económicas diseñadas por economistas en el Gobierno, la gente no parece entender la relevancia de la profesión. Todavía hay padres que no entienden por qué sus hijos desean estudiar Economía.

En mi caso, tal vez como anécdota, desde el bachillerato recuerdo haber abierto una cuenta de ahorros bien modesta en la antigua Caja Agraria, con oficinas que quedaban frente al estadio Romelio Martínez. Allí empecé a lidiar con la terminología financiera, y en mis clases de aritmética me iba bien en esos temas. Mi padre deseaba que estudiara Derecho, pero la Economía fue mi escogencia final por mi interés en lo social, pero a la vez en las disciplinas cuantitativas. Mi profesor de Física me decía que se perdía un gran ingeniero.  A finales de los 60, menos se sabía sobre esta profesión.
La realidad es que no hay educación económica ni financiera en los colegios. Muy pocos colegios enseñan cursos de Introducción a la Economía (algunos bilingües), pero la ignorancia de los elementos mínimos de la economía hace que la gente tenga visiones metafísicas sobre el dinero y los negocios. Se cree que para el éxito solo se necesita el respaldo divino y de los santos. Se piensa que todo es asunto de audacia y emprendimiento, sin tener planes de negocio bien diseñados ni conocer bien la actividad. Por eso la tasa de mortalidad de las microempresas y micronegocios es bien alta, pues en tres años de haberse iniciado, solo sobreviven el 10%.

Otro elemento que desanima a los estudiantes es que cuando se interesan en la economía, solo se les muestra el enfoque neoclásico, el cual enfatiza nociones de racionalidad discutibles y se basa en modelos demasiado idealizados, el cual no recoge la riqueza del pensamiento económico. La gente sale espantada con las curvas de indiferencia del consumidor y las isocuantas de la producción. La economía implica conocer la historia y el pensamiento económico. Hay mucho por hacer.
 

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