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PARAR PARA AVANZAR

El título de este pequeño libro de Sandra Borda (Parar para Avanzar. Bogotá, Ed. Critica. 2020), me ha movido para escribir algunas líneas que contribuyan a un análisis de la coyuntura que actualmente vivimos los colombianos.  Pienso que, si la situación actual no es leída acertadamente, nos puede llevar a caminos peligrosos que terminaran perjudicando al mismo movimiento social, repitiendo experiencias del pasado. En dicho libro, la autora recomendaba, al analizar las protestas del 2019, que “Si seguimos empeñados en escuchar solo a aquellos que se encuentran en el poder, a las voces políticas tradicionales y nos dedicamos a ignorar o tergiversar lo que tienen para decir las organizaciones sociales, nos estaremos condenando a una forma de democracia incompleta y excluyente”.  

Lamentablemente, el gobierno utilizó la crisis agudizada por la pandemia, aunque venia de años atrás, para no escuchar, y seguir manejando los asuntos como siempre lo hacen. No escucharon, y el movimiento social les reventó en la cara, con una fuerza varias veces mayor que en el 2019.  Las nuevas ciudadanías han irrumpido y un pueblo desesperado por el desempleo, el cierre de empresas, la pésima salud, la vacunación lenta y la corrupción imperante, nuevamente se ha movilizado, liderado por una juventud desesperada, con razón, ante un futuro incierto, pues ya ni la educación sirve para garantizar un empleo y un futuro razonable. Que yo recuerde, nunca se había vivido un movimiento social tan intenso de varias semanas, el cual ha puesto contra la pared al régimen.  El gobierno autista, se ha visto obligado a negociar y no “a conversar” , fiel a su talante autoritario. Ha creído que la crisis se resuelve con unas ofertas puntuales como la matrícula cero para los estratos 1,2, y 3, por el próximo semestre, y ha decidido ampliar los ministerios en manos de Cambio Radical para buscar mayorías en el Congreso, como si eso le importara a los jóvenes de “primera línea” que están en las calles y bloqueos. En fin, dilata las conversaciones y juega al desgaste, esperando que las cosas se diluyan por sí solas. En Barranquilla se nos ofrece el penoso espectáculo de la Alcaldia ofreciéndole a los jóvenes becas para que estudien en la Policía y nos siguen anunciando las obras de Mallorquin sin programas para enfrentar el hambre que acosa ya a la mayoría de los barranquilleros.

Mientras tanto, la situación se va volviendo insostenible. Ya no se trata sólo de marchas masivas, que a las élites no le importarían mientras no perturben al aparato productivo y sus negocios. Han aparecido los bloqueos radicales en cientos de puntos del país, generando una afectación económica que nadie puede ignorar. Ya está en juego la producción nacional, el empleo, los recaudos fiscales y las condiciones de vida material de toda una población.  Por ello, en esta coyuntura, para evitar mas muertes y tremendos costos sociales, se impone una negociación flexible, lejos de la intransigencia, del Comité de paro, las organizaciones juveniles y el Gobierno Nacional. Ya el movimiento ha logrado tumbar la nefasta reforma tributaria, la pretendida reforma a la salud, y apunta a que el gobierno derogue la pretendida reforma laboral que introdujo por decreto. Toca negociar y darle una salida al movimiento, tras logros concretos para jóvenes y organizaciones sociales. El tiempo se agota y el apoyo al paro se puede voltear. No podemos caer en aquella consigna de Bernstein de comienzos del siglo XX en Europa, de que “el movimiento lo es todo y el final es nada ”.

El movimiento se puede ir minando por fuerzas contradictorias. Una, representada por radicalismos jóvenes, quienes piensan que así “tumban” al régimen, soñadora, ilusa, que niega las experiencias del pasado, pues no se vive una situación revolucionaria “donde los de arriba ya no pueden” y los de “abajo ya no quieren”. Ello desemboca en efectos colaterales de vandalismo y el aprovechamiento de grupos de los lumpen dispuestos al saqueo. Si esto sigue, con sus bloqueos totales, sin ninguna flexibilización en la capacidad de negociación, se impondrá la salida autoritaria, la cual se frota las manos ante tan suculento plato, llamando a la necesidad de las “medidas de excepción”. Recordemos las enseñanzas de Maquiavelo en El Príncipe. Situaciones de emergencia permiten y justifican suspender la democracia. Por ello, se impone la flexibilización en las negociaciones, salirle al paso al radicalismo de izquierda y derecha, usar la sensatez, y hacer altos en el camino, limpiarse las heridas, inventariar los logros, organizarse, y parar para avanzar. ¿Hacia donde? Hacia una sociedad mas equitativa, diversa e incluyente, donde nos esperan jornadas decisorias en marzo, mayo y junio del 2022.  La democracia directa se debe combinar con la participativa y la electoral. Si esta mirada mas estratégica se pierde, todos terminaremos perdiendo. Es un lujo que no nos podemos dar y terminaremos en el abismo del autoritarismo brutal que acecha.

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