Perfil

El servicio médico

Aclaro que las experiencias que motivaron esta columna no tienen comparación justa con lo que viven la mayoría de los colombianos, puesto que todas están relacionadas con la prestación de servicios médicos mediados por pólizas de seguro privado. Pero, precisamente por eso las encontré relevantes, porque si ese tipo de tratamiento se ofrece a quienes tienen los recursos para pagar esos costosos planes, se puede deducir que aquellos que dependen del sistema de salud subsidiado tendrán un escenario peor. También aclaro que no pretendo generalizar, conozco muchos médicos extraordinarios, buenas personas que se comportan de manera impecable y les cumplen cabalmente a sus pacientes con amabilidad y compromiso. Lo malo es que bastan unas cuantas imprecisiones para impactar todo el conjunto.

He escuchado historias inquietantes. Especialistas que atienden tarde y mal, para luego no aparecer jamás ante el convaleciente, que se siente, con razón, a la deriva y en manos de las especulaciones de otros médicos o de los siempre creativos amigos y parientes. Doctores recetando medicamentos incompatibles, errores de juicio que incomodan la vida de quienes se ponen en sus manos para sanarse y que a veces se complican innecesariamente. Asistentes con gran voluntad y buenas intenciones, que se animan a establecer diagnósticos luego de revisar los resultados de algún examen, sumándose al coro de voces que le dicen mil cosas diferentes al doliente, llenándolo de ansiedades. Hay trámites operativos que pueden plantear menos riesgos, pero mucho fastidio, como las citas para dentro de tres meses o la irritante manía de atender por orden de llegada, asumiendo que un enfermo, y sus acompañantes, siempre disponen de tiempo libre para entretenerse un día entero en una sala de espera. Esas situaciones y cualquier otra similar (esta lista es desde luego incompleta), van minando la relación y la confianza indispensable entre el médico y el paciente.

Todo lo que he mencionado supone, además, un desperdicio de recursos y tiempo, circunstancia que se podría mitigar si el sistema se ajusta con algo de sensatez. Las variables son por supuesto numerosas, pero hay un aspecto que facilitaría el funcionamiento de algunos de esos engranajes: la vieja idea del médico de familia, o de cabecera. En varios países es un actor fundamental, aquel que brinda la atención primaria a su grupo y los dirige en caso de complicaciones mayores. Con el paso del tiempo va conociendo las circunstancias personales que rodean a las personas y construye una historia médica que tiene en cuenta también las condiciones del entorno, excediendo el diagnóstico clínico. Lo más importante es que el médico de familia es un asidero al que se acude con la tranquilidad que brinda una relación constante, lo que podría evitar buena parte de las complicaciones que relacioné anteriormente.

Nuestro sistema de salud ha mejorado mucho en las últimas décadas, pero como casi todo, requiere correcciones permanentes. No dudo que los profesionales de la salud, tan comprometidos con el bienestar humano, sostendrán este tipo de reflexiones con frecuencia. Convencidos de su noble propósito, seguro encontrarán la forma de implementar las mejoras adecuadas.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 27 de octubre de 2022

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