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La ruta del Amira de la Rosa

El Banco de la República ha venido convocando unas reuniones de divulgación para explicar, con algún grado de detalle, cómo ha sido el avance del proyecto de recuperación del teatro Amira De La Rosa, que como todos sabemos está cerrado al público desde mediados del 2016. Hace un par de días tuve la fortuna de participar en una de esas reuniones, en la que varios funcionarios de la entidad expusieron con claridad qué se había hecho y qué queda por hacer. Un ejercicio de transparencia que tiene mucho valor, en tanto ayuda a comprender las dificultades y los procesos a los que han tenido que enfrentarse y, lo mejor, a conocer las prometedoras perspectivas para el futuro de la emblemática edificación.

Un breve recuento es pertinente. Tras más de treinta años de funcionamiento continuo, debido a evidentes riesgos derivados de unos serios problemas estructurales que no se pueden atribuir a sus administradores, el teatro tuvo que suspender sus operaciones en julio del 2016. Ante esa circunstancia se hizo una consulta al Consejo de Estado, cuya respuesta condicionó las acciones del Banco a la propiedad del predio, que en ese momento estaba en comodato. En consecuencia, se tuvo que adelantar el trámite para la donación formal del teatro por parte de la Sociedad de Mejoras Públicas. Luego de ese proceso, que no estuvo libre de tropiezos y demoras, fue requerida la elaboración de un Plan Especial de Manejo y Protección para definir el tipo de intervención que se llevaría a cabo. Superada esa instancia, se inició el proceso de elección de la firma responsable de los diseños definitivos, que debe decidirse en julio de este año.

La idea general, a partir del momento en el que se tengan ya adjudicados los diseños, es tomarse lo que queda de este año y el 2023 para terminarlos. Luego habrá que pedir la aprobación del Ministerio de Cultura, para posteriormente abrir el proceso licitatorio para la construcción e iniciar obras en el 2025. Si todo sale bien, el teatro se podrá reinaugurar en el 2027. En principio el plazo parece excesivo, pero al comprender que se trata de procedimientos regidos por múltiples instancias, cada una con genuinos intereses por un resultado adecuado, las reacciones iniciales pueden moderarse. Hay asuntos en los que no vale la pena acelerar impulsivamente. 

Lo que se espera del renovado teatro es esperanzador. El complejo se convertirá en un centro cultural, con una oferta de servicios mayor a la que era posible desde las instalaciones del antiguo Amira. Además de la zona de platea y del teatro propiamente dicho, habrá una sala alterna, espacios para una biblioteca, una sala de exposiciones y oficinas, además de un rediseño integral de sus jardines y la zona de parqueaderos, que tendrán mejoras significativas mediante un tratamiento paisajístico cuidadoso. Respetando las cualidades arquitectónicas del proyecto y las características que le merecieron la declaratoria como bien de interés cultural, en unos años podremos contar con un espacio tecnológicamente actualizado y de gran calidad. Un esfuerzo que vale la pena agradecer al Banco de la República y que beneficiará a toda nuestra ciudad. Solo hay que tener paciencia.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 12 de mayo de 2022

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