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Un aviso

A mediados de abril de este año, cuando los anuncios concernientes a los trabajos de ampliación de la prolongación de la carrera 51B empezaron a tomar forma, expuse en este espacio unos comentarios sobre los diseños que estaban siendo socializados. Además de subrayar aspectos conceptuales que afectarían la naturaleza misma de la idea, la oportunidad de incorporar carriles de uso exclusivo para los buses y cuestionar si en realidad era necesario implementar los complejos y costosos pasos deprimidos que están proyectados, me preguntaba si la decisión de comenzar la construcción en el tramo elegido era la mejor. Como un barranquillero más que no tiene ni voz ni voto en el proyecto, ni un interés particular más allá de las sensatas preocupaciones compartidas por quienes vivimos en esta ciudad, no pretendía nada diferente a motivar algunas reflexiones ciudadanas sobre una iniciativa que va a demandar cuantiosos recursos y no poca paciencia.

En aquel momento sugerí que podría ser preferible iniciar la intervención de esa vía por el que a mi juicio es su sector más precario, en los alrededores del Lago del Cisne y de la entrada a la urbanización Lomas del Caujaral, continuando de ahí en adelante hasta Puerto Colombia. Sustenté esa hipótesis en dos conceptos.

En primer lugar, la comparación entre ambos tramos: uno tiene cuatro carriles con separador y el otro dos. Además, el tramo con cuatro carriles funciona relativamente bien salvo en los momentos críticos relacionados con la entrada y salida de estudiantes de los colegios y las universidades, un asunto que se podría mitigar con correcciones puntuales y complementarias que no demandasen demoler todo y empezar de nuevo. En el escenario actual, cuando se terminen las obras previstas, tendremos un tramo con seis carriles, separadores y pasos deprimidos y otro con los dos carriles de siempre.

Por otro lado, y probablemente este sea el aspecto más inquietante, las condiciones de seguridad en el sector que he mencionado (Cisne y Caujaral) no son las mejores. Desde que tengo memoria se conserva el mismo trazado: sin bermas, mal señalizado y con varias curvas peligrosas. Lamentablemente ahora, debido a la inusual cantidad de lluvia que ha soportado nuestro departamento, a las anteriores justificaciones se le suma otra, relacionada con la estabilidad del terreno y su vulnerabilidad ante las inclemencias climáticas. En el momento que escribo esta columna la vía tiene limitaciones de uso y es probable que su condición empeore durante los próximos días. Ojalá que eso no suceda y que la crisis se supere pronto. 

Sin embargo, lo que está pasando es un aviso, una alarma que recuerda otras situaciones que estamos viviendo. Construimos un nuevo puente sobre el río Magdalena, pero no previmos demoler el antiguo; gastamos tiempo y recursos en el proyecto de un tren caribeño, pero todavía no hemos terminado las dobles calzadas entre las capitales más importantes de nuestra región. Confiando en la comprobada capacidad de quienes tienen a su cargo el proyecto, espero que no se repitan ese tipo de errores y que la carrera 51B logre consolidarse como una buena vía de comunicación, completa y segura.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 10 de noviembre de 2022

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