RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Comportamiento y educación

Resulta triste comprobar la frecuencia con la que se repiten noticias referentes a malos comportamientos ciudadanos. No me estoy refiriendo a crímenes mayores: desfalcos, robos, asesinatos, masacres; éstos pertenecen a un ámbito mucho más complejo. Estoy señalando lo que se puede entender como faltas pequeñas, situaciones que podrían ser evitables utilizando el sentido común y acudiendo a la decencia y a la consideración. La semana pasada, como todas, me encontré con varios ejemplos.

Realizando un recorrido de apenas media hora, un periodista de El Heraldo pudo darse cuenta de dieciséis infracciones de tránsito relacionadas con las restricciones al parqueo en la Carrera 59. Tras la adecuada labor de socialización y divulgación, y la instalación de un buen número de señales que indican la nueva normativa para esa vía, los infractores no tienen excusa: si violan la norma es porque así lo desean, no porque no se hayan enterado. No sólo fueron encontradas infracciones directas, algunos, para evitar la restricción, tuvieron el atrevimiento de parquearse sobre el andén. La anarquía implícita en estas acciones es preocupante, y demuestra el poco interés en el bienestar común. Ojalá las sanciones se apliquen con rigor, da la impresión de que esa es la única manera en la que podemos aceptar el orden general.

Me enteré de otro caso de incivilidad durante una conversación reciente. Un conocido me contaba que hacía pocas noches, en medio de la semana laboral, un vecino de un barrio del norte de la ciudad había decidido organizar una reunión que incluía un grupo musical en vivo, apoyado por equipos de amplificación. El estruendo comenzó hacia la medianoche y se prolongó por un par de horas, con tal nivel de ruido que era imposible conciliar el sueño.  Las llamadas a la policía fueron estériles. Cuesta trabajo creer el nivel de desconsideración y egoísmo de quienes organizaron tal actividad, convirtiendo sin pudor una noche de descanso en una de insomnio.

Por último, el domingo anterior, una congresista consideró que tenía el derecho de invadir con su vehículo las playas de un sector turístico de Cartagena, cometiendo una infracción. Cuando un par de ministras se percataron del hecho e hicieron el oportuno reclamo, la situación fue divulgada y motivó discusiones en los medios de comunicación. Probablemente si el reclamo lo hubiese realizado una persona sin tales investiduras nada habría pasado, el vehículo se habría mantenido donde estaba, y quizá el denunciante hubiese sido amedrentado con agresividad. Lo peor es que hay quien considera que la congresista en realidad no hizo nada grave.

Siempre he pensado que cuando una persona ha tenido educación y ha crecido en un entorno que le ha provisto de cobijo y alimentación digna, como se entiende que debe ser el caso de los infractores mencionados, debe considerarse inexcusable que cometa tales acciones. Comprendo algo mejor esos comportamientos cuando provienen de quienes se han encontrado ante un entorno hostil, sin que esa comprensión suponga aceptación. El mal comportamiento no puede permitirse bajo ninguna excusa, sin embargo parece que la desobediencia y la agresión están ganando la batalla en todos los niveles posibles, con la tácita aceptación de todos.

Publicado en El Heraldo el domingo 7 de septiembre de 2014