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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Divide y perderás

Ya basta de promover enfrentamientos, de buscar sacar provecho político de esta compleja y dolorosa situación.

El 26 de julio de 1945, algo más de dos meses después del triunfo de los aliados en Europa, se anunciaron los resultados de las elecciones generales británicas. Liderados en ese momento por Winston Churchill, cualquiera hubiese podido suponer que los Conservadores obtendrían la mayoría de votos, sustentando tal premonición en la natural euforia que sigue luego de una victoria de esa magnitud. Sin embargo, al intuir con certeza que el mundo estaba cambiando significativamente, el pueblo británico decidió que para esa nueva etapa se necesitaba otro tipo de liderazgo, lo que sorprendentemente llevó a los Laboristas al poder. Siempre me ha parecido que este episodio ofrece una gran enseñanza, demostrando que ciertos momentos de la historia reclaman liderazgos con características especiales. Se entendió en aquel entonces que Churchill era un líder para la guerra, por lo que en una Europa en paz no tendría mayor cosa que aportar, no encajaba.

Sospecho que algo así está pasando actualmente con algunos de los líderes mundiales. Parece que no encajan.Bajo la presidencia de Donald Trump, por ejemplo, Estados Unidos estaba logrando bajísimos niveles de desempleo y una economía con crecimiento constante. Sus bravuconadas no afectaban demasiado al pueblo estadounidense. Algo similar podría decirse sobre Boris Johnson, a pesar del innecesario y complicado Brexit; o incluso sobre Bolsonaro, éste último quizá el más disparatado de los tres y quien más daño puede hacer, dada la fragilidad económica y social de su país. Si no ocurría algún imprevisto mayor, estos tres personajes posiblemente estaban en capacidad de sobrellevar con relativa calma sus años de mandato. Sintiéndose cómodos, siguieron atizando las divisiones entre sus gobernados, pensando únicamente en los réditos políticos de sus actuaciones y privilegiando la satisfacción de sus partidarios, olvidándose de casi todo lo demás.

Pero entonces, llegó la pandemia. Ante la evidente novedad se necesitaba replantear las estrategias, convocar a los ciudadanos, poner en pausa las contiendas políticas y de cualquier índole, y hallar la forma de salir adelante de manera mancomunada. Había en frente un enemigo común, peligroso y desconocido. Este enorme reto se encontró, en esos tres casos, con unas sociedades divididas hasta lo exasperante, cada bando alejándose del otro sin reparar en las consecuencias de los extremos. Cuando alguien decide imputarle contenido político a un tapaboca se pueden anticipar problemas mayores.

En Colombia no nos libramos del todo de esa nefasta tendencia. A pesar de las dificultades derivadas del confinamiento, con lo complejo que es esperar y aguantar pasivamente, no se entiende que ciertos grupos políticos llamen a la desobediencia o a marchar por la calles. Ya basta de promover enfrentamientos, de buscar sacar provecho político de esta compleja y dolorosa situación. Si seguimos cada uno tirando para su lado, todos vamos a terminar perdiendo.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 2 de julio de 2020