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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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El cuidado

Durante la semana pasada, aprovechando el receso escolar que desde hace algunos años brinda unos días de descanso a las instituciones educativas, pude ser testigo de algunos comportamientos ciudadanos que no son del todo consecuentes con la realidad que estamos viviendo. Por lo que vi, los barranquilleros nos hemos relajado significativamente en cuanto a las medidas preventivas relacionadas con la pandemia, un asunto especialmente preocupante en los lugares climatizados o con ventilación limitada, donde la mayoría de las personas ha abandonado el uso del tapabocas y menospreciado la importancia del distanciamiento. Para cualquier observador el panorama parece indicarnos que ya todo ha pasado y que las circunstancias son similares a la cotidianeidad que nos había acompañado durante toda la vida. Pero no es así. Lo cierto es que el coronavirus aún circula entre nosotros, probablemente así sea por mucho tiempo, y que las variantes más contagiosas están propiciando un incremento en el número de casos que permite anticipar un cuarto pico en el futuro cercano.

Los avances en el control de la enfermedad han sido importantes, especialmente los resultados del esfuerzo de la campaña de vacunación. Sin embargo, hasta esta semana en Colombia se había logrado vacunar con esquema completo aproximadamente al 39% de la población, una cifra nada despreciable, pero que no puede invitarnos a creer que ya la pandemia es un asunto del pasado. Aunque razonablemente no se esperan situaciones tan angustiosas como las vividas durante los primeros meses de este año, no es prudente subestimar el daño que todavía podemos enfrentar, ni descartar la aparición de más variables, con mayores niveles de contagio y mayor letalidad; un escenario que es posible mientras el virus siga presente.

Es comprensible que tras más de veinte meses de prevenciones, de incomodidades y penurias, y debido el estimulante descenso general de los contagios, los ciudadanos muestren cansancio ante la amenaza de la covid. Así ha pasado en otros lugares del mundo, no solo en este caso, sino ante circunstancias similares en diferentes momentos de la historia. Cuando Londres sufrió los ataques alemanes, que ocurrían prácticamente a diario durante 1940 y 1941, se alcanzó incluso algún nivel de rutina, puesto que los bombardeos eran casi siempre de noche. Sus habitantes intentaron entonces seguir viviendo con algún nivel de normalidad, sabiendo que día tras día iban a morir por decenas, en una lotería macabra de la que no podían evadirse. Ni siquiera los refugios subterráneos eran completamente seguros, y muchos recibieron el impacto directo de las bombas. Pero ellos no tenían mayores opciones, nosotros sí.

En nuestro caso quizá ya ha pasado lo peor. Nos queda entonces mantener las precauciones, disfrutar de la libertad y tratar de volver a la rutina, limitada e imperfecta, que por ahora nos facilitan las vacunas y las medidas que llevamos adoptando desde hace tanto tiempo. Usar el tapabocas, mantener el distanciamiento y evitar cualquier aglomeración que no sea imprescindible, siguen siendo las recomendaciones más sensatas. El cuidado no puede olvidarse.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 21 de octubre de 2021