RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Lo mejor y lo peor

Las noticias que se originaron el pasado fin de semana desde los Estados Unidos no podrían ser más contrastantes. Mientras el sábado por la mañana la transmisión del lanzamiento del cohete SpaceX Falcon 9, enmarcado dentro del programa Commercial Crew de la NASA, nos permitía renovar el optimismo frente a las capacidades de la humanidad para lograr grandes hazañas, por la tarde las noticias sobre los lamentables acontecimientos que sucedieron luego de la muerte de George Floyd, y que todavía persisten, nos hacían poner de nuevo los pies en la tierra. Dos hechos que revelan, con una coincidencia que pareciera ser adrede, lo mejor y lo peor que podemos ofrecer.

Aunque todavía no ha concluido la misión Demo-2, cuyo objetivo fundamental es lograr que dos astronautas puedan hacer un viaje de ida y vuelta a la Estación Espacial Internacional, sus avances ya son notables. Es la primera vez en la historia que un vehículo desarrollado por una empresa privada —SpaceX, fundada por Elon Musk—, pone personas en órbita, un hito que hasta ahora sólo habían alcanzado tres poderosas naciones. Sería un error trivializar la complejidad del suceso y no reconocer y conmoverse con el enorme esfuerzo técnico que significa lanzar naves tripuladas al espacio. Creo que este tipo de momentos contribuyen a propagar una sensación generalizada de esperanza, cuando podemos comprobar que con persistencia, disciplina, rigor y dedicación es posible hacerle frente a los retos más complicados. La ciencia ciertamente es una fuente de inspiración muy poderosa.

Lo paradójico es que ese mismo entorno económico y social que ha permitido que un emprendimiento privado alcance el espacio, también incuba atrocidades. La espantosa muerte de George Floyd, absolutamente evitable, desató una oleada de protestas que han visto en la exacerbación del racismo su motivación primordial. Nadie podría desconocer la pertinencia de las manifestaciones, a las que además se han sumado personas de todas las razas y nacionalidades. Sin embargo, los saqueos y la destrucción masiva que han suscitado, empañan significativamente el justo reclamo reivindicativo de una minoría que está cansada hace rato de sumar atropellos y abusos. Acudiendo a las reacciones más primarias, se han generalizado comportamientos anárquicos e irracionales que de ninguna manera propician las condiciones necesarias para poder establecer el diálogo y los acuerdos, muy postergados, que faciliten las reformas que requiere ese país para avanzar en la erradicación de los prejuicios racistas, tan antiguos como su misma fundación. Siendo evidente que la violencia no es el camino, en este caso se han terminado reforzando los imaginarios que justifican todo con la composición genética de las personas.

Capaces de tocar el cielo y de hundirnos en el infierno, la condición humana todavía se tambalea entre los extremos de la generosidad y la miseria.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 4 de junio de 2020