RESUMEN


Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Permiso para equivocarse

Mucho ruido generaron las inconsistencias en la herramienta digital del programa Ingreso Solidario, cuya administración está a cargo del Departamento Nacional de Planeación. La iniciativa, con fundamento en las actuales circunstancias, busca ayudar con dinero a tres millones de hogares en condición de pobreza o vulnerabilidad que no hacen parte de los demás programas de apoyo del Gobierno, un loable objetivo al que no le caben mayores objeciones.

Sin embargo, su puesta en marcha se vio relativamente empañada por algunos errores en las bases de datos que lo sustentaban, imperfecciones mínimas que fueron aprovechadas rápidamente por quienes siempre se esfuerzan por destacar cualquier tropiezo ajeno para posar de sagaces observadores. Sin que les importara que la gran mayoría de las cosas salieron bien y con la irreflexiva prontitud que azuza a los necios, no tardaron en denostar el programa señalando que todo constituía una nueva maquinación para ampliar las redes corruptas que tanto nos afligen.

Es muy complicado ser servidor público en Colombia. Apenas un ciudadano es nombrado o elegido para trabajar con el Estado se cierne sobre él un manto de sospecha, dado que aparentemente nadie es capaz de ser honesto y de hacer bien su trabajo y todos tienen una agenda o propósito malintencionado. La desconfianza por defecto, tan arraigada entre nosotros, suele entorpecer mucho más de lo que creemos, constituyéndose en un lastre muy pesado que enturbia y dificulta todo. Tal condición se hace mucho más notoria en condiciones de crisis como la que estamos viviendo, cuando se reclaman movimientos más sincronizados y armónicos entre los actores del sector público y el privado, además del respaldo de los ciudadanos.

Desde luego, cuando hay verdadera evidencia sobre la intención perversa detrás de una acción que mine los recursos del Estado se deben tomar las medidas que correspondan. En el caso particular que menciono en esta columna el porcentaje de error en la distribución de los recursos fue tan pequeño, menos del 1%, y sus beneficios tan grandes, que no valía la pena tanto alboroto. Al contrario, deberíamos resaltar la rapidez y eficiencia de los funcionarios del DNP que hicieron posible la materialización de esas necesarias ayudas.

Nadie está libre de equivocarse. Ni el genio más notable, ni el empresario o líder más exitoso, puede afirmar que todo cuanto emprendió le resultó bien. En muchos casos tales fracasos son significativos, como el desastre de Churchill en la campaña de Gallipoli o los fallidos productos de Apple bajo el mando de Steve Jobs, y aún así nadie podría hoy dudar sobre el enorme valor de ambos personajes y lo que significaron para la historia. Por eso, aún en el sector público, aún cuando se pierdan recursos, es recomendable tener algún margen de tolerancia cuando los errores son respaldados por la buena fe de quienes los cometieron.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 16 de abril de 2020