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Manuel Eduardo Moreno Slagter

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ACERCA DE MÍ Arquitecto con estudios de maestría en medio ambiente y arquitectura bioclimática en la Universidad Politécnica de Madrid. Decano de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte. Defensor de la ciudad compacta y densa, y de las alternativas de transporte sostenible. Coleccionista de música.

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Valoración de la privacidad

Hoy es casi imposible escapar del alcance de cualquier lente, en cualquier lugar; nos guste o no, querámoslo o no.

Desde que los teléfonos celulares comenzaron a incorporar cámaras, hemos venido experimentando un acelerado deterioro de nuestra privacidad. Ese empobrecimiento se ha visto enardecido con la posterior irrupción de las redes sociales, el abaratamiento de los sistemas de vigilancia y el entendible afán de cualquier gobierno por controlar a sus ciudadanos. Normal, la tecnología propicia tales evoluciones. Así las cosas, hoy es casi imposible escapar del alcance de cualquier lente, en cualquier lugar; nos guste o no, querámoslo o no. Aunque es un fenómeno que nos impacta a todos, me parece que todavía no hemos comprendido las consecuencias que conllevan esa permanente exposición y los peligros que encarna.

El bárbaro incidente del pasado fin de semana, en el que fueron agredidas dos mujeres por reclamar el alboroto de una fiesta, tuvo una extraordinaria difusión en las redes sociales. En principio creo que la mayoría de nosotros estuvo de acuerdo con la distribución de las indignantes grabaciones, entendiéndola como una manera de exhibir a los perpetradores y así poder ejercer algún tipo de presión para que sus actos no quedaran impunes. Juzgando la respuesta del alcalde en su cuenta de Twitter, parece que eso funcionó. Sin embargo, hay un detalle que ha sido pasado por alto: los primeros videos que se publicaron fueron registrados por las cámaras de seguridad del edificio donde sucedió la agresión, y eso no está bien. Personalmente entendía que esos archivos eran confidenciales, que no estaban por ahí al alcance de cualquier persona con una cuenta de Whatsapp y que sólo se podían revelar a las autoridades. Alarma mucho comprobar que no.

Siempre que se filtra al público un video (o fotos o grabaciones), que comprometen a alguien o exponen situaciones bochornosas, pienso que debemos valorar con calma lo que significa. En algunos casos las motivaciones que sustentan su publicación pueden responder a causas justas, como sucede con el evento que he mencionado, pero no podemos olvidar que no siempre hay nobleza detrás de un acto así. En estos tiempos resulta muy fácil enturbiar la reputación de una persona, a veces de maneras insalvables, y de hecho se puede falsificar o alterar digitalmente prácticamente cualquier cosa. Es necesario acudir siempre a la precaución, por eso convendría pensarlo dos veces al momento de sentir el impulso de compartir imágenes sensibles, sean de la naturaleza que sean.

Rodeados de tantas cámaras, toda esa información podría ser eventualmente usada en nuestra contra, como lo repiten con frecuencia las películas gringas. Nadie está libre de ser malinterpretado. Vale la pena entonces valorar más nuestra privacidad, respetar la de los demás y comprender que es necesaria y probablemente imprescindible para que una sociedad funcione.

Fotografía tomada de https://www.unsplash.com

Publicado en El Heraldo el jueves 10 de septiembre de 2020