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Vanessa Rubio: fe, disciplina y un sueño que se volvió excelencia
La egresada del programa de Odontología logró el promedio más alto en los diez años del programa. Su historia habla de resiliencia y vocación de servicio en una profesión profundamente humana.

Por: Stephanie Trespalacios
23 may 2025
En los días más duros, cuando extrañaba a su familia lejos de su tierra, Vanessa Rubio Anzola encontraba consuelo en una idea: “Estoy aquí por algo. Este esfuerzo tiene un propósito”. Llegó a Colombia a los 18 años, decidida a convertirse en odontóloga, sin saber que su nombre quedaría registrado como la primera egresada en alcanzar un promedio de 4.6 en los 10 años del programa de Odontología de la Universidad del Norte.
Desde niña, la curiosidad por la odontología creció con ella. Era una vocación que combinaba ciencia, arte y humanidad. Cuando cruzó la frontera y salió de Venezuela, ese sueño se convirtió en motor y refugio. “Estar sola fue un reto emocional enorme, pero también una oportunidad para demostrarme que podía lograrlo”, cuenta.
Vanessa no solo se destacó por sus calificaciones. Durante cinco semestres de prácticas clínicas en el Hospital Universidad del Norte, asumió con responsabilidad cada espacio: rehabilitación, periodoncia, endodoncia, odontopediatría, cirugía oral y operatoria dental. También participó en el Comité de la División de Ciencias de la Salud, combinando su formación académica con liderazgo y trabajo colaborativo.

¿Qué estrategias utilizó para mantener un buen rendimiento académico? La respuesta es tan precisa como su técnica: planificación, prioridades claras y constancia. “Cada semana organizaba mi estudio y aplicaba el ‘primero lo primero’. No dejaba nada para después”, explica. Pero también supo escucharse: “Cuando me sentía saturada, aprendí a parar, respirar y luego seguir. El equilibrio fue clave para sostenerme”.
El camino no fue perfecto, y ella lo reconoce. “No siempre todo salía como lo planeaba, pero el intento constante fue lo que marcó la diferencia". Lo clínico y lo teórico, dos mundos que muchos ven como polos opuestos, para Vanessa eran igual de importantes. Se preparaba para cada cita con pacientes con la misma rigurosidad con la que estudiaba para un examen.
Su formación en Uninorte fue más que académica. “Fue el lugar donde me formé como odontóloga, pero también como una persona consciente del impacto que puede tener en la vida de los demás”, dice. La universidad no solo le dio herramientas técnicas, también la acompañó emocionalmente en un proceso migratorio complejo. “Algunos docentes y el entorno general me brindaron una cercanía que se sintió casi como un hogar”, señala.
Además, resalta que, más allá de los contenidos académicos, Uninorte le brindó un entorno que la ayudó a adaptarse y crecer. “Ser migrante no fue fácil, pero encontré docentes y compañeros que me retaron y también me apoyaron.” Asegura que su paso por la universidad fortaleció su pensamiento crítico y su sentido de responsabilidad profesional.

Hoy, Vanessa representa ese Sello Uninorte que combina la excelencia académica con el compromiso ético y humano. Su historia inspira no solo por el promedio que alcanzó, sino por la manera en que enfrentó los retos: con humildad, perseverancia y una profunda vocación de servicio.
A quienes están en el camino, les deja un mensaje: “brillar no es solo sobresalir en lo visible, es ganarse la admiración por cómo se hacen las cosas. El éxito no siempre se mide en cifras, sino en la huella que dejamos en los demás”.
Y a la Vanessa de primer semestre, si pudiera volver el tiempo atrás, le diría con firmeza: “gracias por no rendirte. Cada paso, incluso los más difíciles, te llevó a convertirte en la profesional que soñaste ser. Lo lograste".