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Exploran la historia cambiante del río Magdalena con los relatos del pasado
En una charla brindada por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, la investigadora Katherine Bonil compartió los hallazgos de una investigación sobre el afluente, revelando cómo las narrativas construidas en los siglos XVIII y XIX han moldeado su percepción.

Por: Angie Caicedo
06 may 2025
Con una profunda reflexión histórica y ambiental, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe ofreció una charla académica dirigida a estudiantes, docentes e investigadores, con el objetivo de analizar cómo se ha construido el conocimiento geográfico en torno al río Magdalena, y de qué manera las sociedades han interpretado y transformado su relación con la naturaleza a lo largo del tiempo.
La conferencia "De la maravilla de los sentidos al río difícil: la construcción del saber geográfico del Magdalena, siglos XVIII y XIX" fue dictada por Katherine Bonil Gómez, antropóloga e historiadora, y docente de historia y geografía en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, invitada por el Instituto, con el apoyo de la Maestría en Historia y el Doctorado en Ciencias Sociales.
La investigación, compartió Bonil, nació de un interés personal profundo por los ríos y su significado cultural y ambiental en la historia. "Este trabajo ha sido una manera de entender cómo el conocimiento sobre el Magdalena no ha sido neutro ni simplemente técnico, sino el resultado de múltiples relaciones sociales, experiencias y representaciones que se han tejido a lo largo del tiempo”, afirmó. Su trabajo se basa en el análisis minucioso de documentos de archivo (diarios de viaje, informes técnicos, crónicas coloniales, correspondencias y registros de compañías navieras) que permiten reconstruir cómo se ha producido históricamente el conocimiento sobre el río Magdalena.
A lo largo de la charla se mostraron fragmentos originales de estos archivos, que incluían descripciones geográficas, comentarios sobre el clima que iban construyendo “mapas” rudimentarios y observaciones de viajeros, lo que permitió al público sumergirse en el lenguaje, los intereses y las mentalidades de distintas épocas. “Son documentos escritos por sujetos muy diversos: funcionarios coloniales, misioneros, comerciantes, científicos, todos con distintos objetivos, pero que en conjunto construyen un cuerpo de saber geográfico sobre el río”, explicó.
Uno de los ejes centrales de la conferencia fue el contraste entre dos grandes formas de representar el río, correspondientes a dos momentos históricos diferentes. En el siglo XVIII, predominaba una imagen del Magdalena como un río fascinante y generoso, que despertaba admiración sensorial y espiritual. Relatos como el del funcionario español Miguel de Santisteban lo describen con entusiasmo: “un ameno paraíso que deleita todos los sentidos”. En estas fuentes, el Magdalena aparece como un espacio navegable, lleno de sonidos, aromas, colores y frutos; un territorio fértil con potencial para el comercio, la evangelización y la exploración.
En contraste, en el siglo XIX, con la llegada de la navegación a vapor y los ideales de modernización propios de la revolución industrial, comienza a imponerse una visión distinta: la del ‘río difícil.’ Informes técnicos y comerciales de las compañías navieras, junto con las crónicas de viajeros europeos y norteamericanos, retratan al Magdalena como una vía fluvial compleja y hostil. Se habla entonces de bancos de arena, troncos flotantes, cambios abruptos del caudal y estrechamientos peligrosos. Bonil mostraba relatos de los archivos que expresaban lo que escribía un viajero en 1947 “llevamos seis pilotos que se turnan, la superficie está llena de remolinos y piedras”. Estas nuevas descripciones convierten al río en un obstáculo para el progreso y la economía, más que en una fuente de asombro y conexión sensorial.
La antropóloga subrayó que estas dos representaciones no son reflejos neutrales del paisaje, sino construcciones históricas que responden a contextos sociales, políticos y tecnológicos. “La idea del río difícil no surge porque el río haya cambiado de manera radical, sino porque cambian las formas de navegarlo, los intereses económicos sobre él y las expectativas del desarrollo. Lo que antes era un paraíso sensorial se convierte en un problema técnico”, señaló.
Hacia el cierre de su intervención, la investigadora invitó a reflexionar sobre cómo las narrativas del pasado siguen influyendo en las formas contemporáneas de pensar y habitar el río Magdalena. Señaló que comprender cómo se han construido históricamente las ideas sobre el Magdalena son vitales para imaginar formas más justas y sostenibles de relacionarse con el territorio. En sus palabras, el río no puede ser entendido solo como un accidente geográfico, sino como un sujeto histórico que ha sido leído, narrado y transformado desde múltiples voces. Afirmó que, “hoy más que nunca, necesitamos escucharlas”.