Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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"LAS ESTÁN TUMBANDO"...

 

Esa es la explicación de los trabajadores de la empresa que construye el Grattacielo, uno de los varios rascacielos que se han impuesto como moda en la actividad de construcción de Barranquilla, en respuesta a los desprendimientos de cornisas a consecuencia de la fuerte brisa que golpea la edificación. No está de más recordar que uno de esos desprendimientos se cobró la vida de un trabajador que realizaba acabados en la parte interior del edificio.

Sin embargo, cuando se mira la altura desde donde se desprenden la cornisas, así como su ubicación, es imposible pensar en que alguien “las esté tumbando”.

Lo que ocurre con el Grattacielo es una llamada de alerta a las autoridades encargadas del control urbano y a los curadores, éstos últimos, quienes tienen la potestad para revisar los proyectos arquitectónicos y decidir conceder o no, las licencias urbanísticas necesarias para desarrollar las obras. Tenemos en la memoria aún lo acontecido con las torres de edificios Space en la ciudad de Medellín, así que nada nos libera de que ante, el incontenible boom constructivo, algo así nos ocurra.

En nuestra opinión, que el Plan de Ordenamiento Territorial haya permitido la liberación de alturas para que en ciertas zonas de la ciudad se levanten estos rascacielos, es un tremendo error. Solo pensemos en dos aspectos: la movilidad y, precisamente, el viento.

Las vías son las mismas de hace 40 o 50 años, en zonas donde  existía una alta congestión. Estamos agregando 1000 nuevas personas que deben desplazarse, entrar o salir de las edificaciones sin que se vean las obras públicas necesarias para mitigar dicho impacto.

En relación con el viento, no es secreto que Barranquilla lo tiene constante y fuerte, incrementando su magnitud en algunas épocas del año. Desconozco la existencia de estudios sobre el comportamiento de los vientos al momento de radicar los proyectos urbanísticos ante las curadurías urbanas. Y la situación será peor si, como consecuencia del recién aprobado POT de la ciudad a través de Decreto (lo que nos parece no ajustado a la Ley), se permitirán alturas hasta de 50 pisos frente al río, como en el caso de La Loma.

Lo anterior es otra evidencia más del descontrol urbanístico que existe en Barranquilla, mientras el crecimiento de la ciudad está en manos del mercado, convirtiéndola en un collage de estampas que responden a la visión particular de cada diseñador privado, las autoridades permanecen impávidas, disfrutando de las expensas y guardando silencio sobre la visión colectiva de ciudad. Sí, dicen que está en el papel, pero el papel lo aguanta todo.