Carlos Javier Velásquez Muñoz

Ayer en la mañana un par de amigos me llamaron para convidarme a la playa, a lo cual contesté que no podía, ya que, por un lado, tenía trabajo pendiente por desarrollar y, por otro, iría a cumplir con mi compromiso democrático de ir a votar. Después me enteré que pasaron un buen rato a orillas del caribe.

Este es el caso de un par de personas educadas, sensibles hacia los problemas sociales y las dinámicas relacionadas con la conformación y ejercicio del poder político, pero que en esta ocasión decidieron, simple y llanamente, no cumplir. ¿Las razones?, la suya fue quejarse de lo mal que estamos con los políticos que tenemos y de no merecer su atención; la del resto de los barranquilleros y atlanticenses, las desconozco.

Paradójicamente en el día de ayer no jugó el Junior, es más, no hubo fútbol, en ninguna liga del mundo; no llovió, el sol resplandecía como nunca; no hubo eventos folclóricos o culturales que concitaran la masiva atención de los atlanticenses; entonces, ¿qué pasó?.

Varias hipótesis han sido señaladas para responder al comportamiento pasivo de los electores del Caribe colombiano, desde la fría Bogotá se tejen todo tipo de conjeturas, todas con connotaciones negativas: que no se pagó por el voto; que la gente está esperando que la mermelada se reparta de nuevo para salir; que la gente castigó promesas no cumplidas de algunos de los candidatos; que ningún gamonal o cacique político tenía mayor interés en el resultado, e incluso, que el statu quo, fue promovido por los mismos caciques para negociar un precio más alto en segunda vuelta.

Al fin y al cabo, conjeturas. Lo que está claro es que la gente no salió y ello alimenta aún más el halo negativo que pesa sobre nuestra imagen. En el Departamento del Atlántico la votación disminuyó a la mitad frente a las del 9 de marzo, en el Departamento el Presidente-candidato Juan Manuel Santos ganó con una participación de solo el 24.28%.

Flaco favor le hace este comportamiento a la fatigada democracia colombiana y mucho menos, a nuestra infamada imagen de corrupción electoral. Hay que demostrar que aquí hay gente se compromete y se define sin necesidad de prebendas o mermeladas.

Para la segunda vuelta, hay que salir a votar!