Carlos Javier Velásquez Muñoz

SUMMARY


Responsive Image

TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

FRIENDS


Carlos Javier Velásquez Muñoz tiene 0 amigos.

ACTIVIDADES


BLOGS


FELIZ CUMPLEAÑOS BARRANQUILLA!!

Utopías urbanas

Cuando nos referimos a utopías aludimos, casi siempre de modo peyorativo, a teorías, proyectos o empresas imposibles o difíciles de alcanzar. Sin embargo, hay también en las utopías un ahínco vital que dispone a quienes las plantean, a prestar todo su empeño en la consecución del fin o fines pretendidos, no como un tipo de certidumbre confesional, propia de la fe ante un no tangible, sino como una realidad vívida, que se puede construir, materializar y, sobre todo, mejorar día con día.

Y las ciudades, tienen todo que ver con las utopías.

Fue Tomas Moro, precisamente, quien en su Libro Utopía, acuñó el término, para hacer referencia a una isla compuesta de 65 ciudades, cada una con 40 familias, cuya organización política, económica y cultural era ideal. El orden y el refinamiento de sus elementos constitutivos se reflejaba también en la forma urbana, y en la manera como estaban dispuestos los espacios abiertos al encuentro, organizados, limpios y bien mantenidos.

Así las cosas, la forma urbana está en la esencia misma de los proyectos utópicos. A lo largo de la historia, los seres humanos hemos moldeado nuestra principal creación artificial para vivirla a partir de espacios y escenarios que satisfagan y colmen nuestras expectativas individuales y colectivas. Los recién casados, por ejemplo, guardan la ilusión de pasar su luna de miel en Paris, pues se dice que es la ciudad del amor; escenario que activa la posibilidad de sellar un pacto filial para toda la vida. Los más intrépidos y arriesgados quieren ir a  Nueva York, sobre todo para vivir en carne propia, la trepidante cotidianidad que se vive en la Quinta Avenida.

Las ciudades nos dan esa posibilidad, de soñar y sentir.

¿Cuál debería ser, entonces, la utopía de nuestra Barranquilla?. En tu cumpleaños, mi ciudad, no puedo más que regalarte con amor, mi humilde visión, de lo que como hijo tuyo, sueño algún día ver y vivir.

La Utopía de Barranquilla

Anhelo una Barranquilla respetuosa, donde la gente tenga autocontrol, obediencia hacia la autoridad y pleno sentido de pertenencia y, que sepa, tanto como lo saben los hijos de Medellín, que el que se mete con algo de la ciudad, se mete con todos. No debemos tener pena en reprochar a un ciudadano, cuando desarrolla un mal comportamiento en contra de la ciudad.

Anhelo una Barranquilla ordenada y atractiva, en la que su forma urbana, edificios públicos, monumentos, plazas, lugares de encuentro, etc., trasciendan, aun con el correr de los años; que su diseño nos haga sentir orgullosos; que los extranjeros tenga un referente en cualquier guía de viajes sobre las cosas que encontraría si nos visitara. No quiero obras hechas de cualquier manera, que respondan, única y exclusivamente, al contrato que debe ser entregado para pagar favores políticos o de otra índole.

Anhelo una Barranquilla ambientalmente saludable, de muchos árboles y zonas verdes, autóctonas, no de especímenes importados, que no dan sombra, necesitan más agua y producen más calor. Donde el barranquillero sepa, de manera clara, qué tiene el agua que bebe, el aire que respira y el suelo en el cual realiza su vida diaria.

Anhelo una ciudad incluyente, donde no haya hijos de menos madre, que están por fuera de los beneficios del desarrollo; donde el de escaso poder adquisitivo, tenga las mismas oportunidades para prosperar. No quiero desplazados, ni damnificados, viviendo en casas ubicadas en el último terreno que se consiguió, lejos de la gente que no quiere tenerlos “en su patio trasero”.

Anhelo una barranquilla donde la cultura se viva tan plural como intensamente, donde las principales actividades no sean leer el periódico o ir a centros comerciales. Sí al Carnaval, nuestro gran patrimonio inmaterial, pero como lo que es, autóctono.

Anhelo una Barranquilla que participa, pues se fomenta y respeta la participación; que como consecuencia de esa constante e inacabada dialéctica se piense interminablemente y se reinvente una y otra vez; que aliente los sueños de todos, con las cosas que podemos alcanzar si tenemos visión colectiva.

Anhelo una ciudad con gobernantes veraces, honorables, laboriosos y responsables; que den la cara y se comprometan con lo que prometen; que digan las cosas como son, sin maquillajes, ni rodeos.

En fin, a ti mi Barranquilla, te envío un mensaje soñado en tus 202 años. Pensando en cómo celebrarlos no quiero un concierto, quiero un festival de ilusiones y realizaciones, que se cumplan, se vean y podamos disfrutar.