Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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Sufrimiento generalizado.
 
Morakot es el nombre del tifón que hace una semana causó más de 400 muertos, 1 millón de desplazados y pérdidas materiales incalculables al este de Asia, principalmente en Taiwán y China. Lo peor es que es el 8° tifón de su clase que ha golpeado esta parte del planeta, y se espera que haya una mayor actividad de este tipo en lo que queda del año. Evidencia de lo anterior, es que un día después del paso de Morakot por la China, Etau, otro tifón, acabó con la vida de 11 personas en Japón y dejó otra docena desaparecidas, además de cuantiosos daños materiales.
 
A decir verdad, por acá poca atención prestamos a los dramas humanos, que como consecuencia de las graves alteraciones climáticas, ocurren en esas otras zonas, no por indolencia o desconocimiento, sino porque como dice el viejo adagio, aplicado ahora de manera literal a esta situación: “si por allá llueve, por acá no escampa”.
 
En la actualidad, todos enfrentamos nuestras propias desgracias. La situación de alteración ambiental no distingue entre ricos y pobres, entre norte y sur, entre ciudadanos más o menos contaminantes, nos golpea a todos sin excepción.
 
 
Crisis ambiental global.
 
Vivimos una crisis ambiental global. Ha pasado más de medio siglo, desde cuando los primeros científicos advirtieron sobre el poder destructor de las actividades humanas sobre el planeta. En los últimos 60 años, el impacto de esta actividad sobre el equilibrio de los ecosistemas y ciclos naturales, ha sido mayor que en los últimos 250.000
 
La evidencia científica es incontrovertible. A pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos y personajes oscuros por desviar la atención y restarle importancia a esta situación, la comunidad científica coincide y no duda en afirmar, que la actividad humana ha rebasado la capacidad de la tierra para asimilarla, y que los patrones de crecimiento demográfico, estilo de vida, pobreza y miseria, contaminación y crecimiento industrial, entre otros, amenazan con llevarnos a una situación de no retorno. Desde los 70 del siglo pasado, el importante informe Meadows, sobre los límites del crecimiento, recordó de forma categórica, que vivimos en un planeta finito, y que es necesario adaptar nuestro estilo de vida a su capacidad de carga, y no al revés.
 
Al principio hubo incredulidad, después alarma e indignación, se alcanzó la motivación suficiente para actuar, se firmaron compromisos globales y se llevaron a cabo las primeras acciones protectoras; hoy todo es confusión, parece que hemos vuelto al punto de partida.
 
Los sentimientos en el común son encontrados. Cualquier lector asiduo de prensa pensará que hoy se presta mayor atención a los problemas ambientales, y que puede constatar un creciente despliegue en las noticias llamando la atención por un mayor compromiso de la población, o el televidente afirmará, que puede encontrar en la parrilla de su programación, cualquier cantidad de cadenas y canales especializados en emitir programas relacionados con la protección del medio ambiente.
 
Lo que está claro, es que todo ese esfuerzo realizado es aún insuficiente, y que a pesar de que tenemos el firme propósito de cambiar, no sabemos ni queremos hacerlo de verdad. Parece que estuviéramos esperando a que sea demasiado tarde, parece que quisiésemos actuar cuando no haya tiempo de hacer nada.
 
Los Morakot que hoy azotan al pacífico, deberían ser motivo suficiente para tomar conciencia de una buena vez.
 
 
 
No nos queda sino prepararse para lo que viene.
 
Ante la indeterminación para actuar, sólo nos queda prepararnos para lo que viene. Hace unas semanas el Gobierno nacional, a través del Instituto de hidrológica, meteorología y estudios ambientales, adscrito al Ministerio de ambiente, vivienda y desarrollo territorial, presentó el mapa sobre el cambio climático en el país con una visión prospectiva a 50 años. En este se señala, que para esa época 4.900 Kms. cuadrados de costa tendrán inundaciones permanentes.
 
Lo anterior, ya que según las previsiones, en las próximas 5 décadas el nivel del mar subirá entre 50 y 60 centímetros. De la misma forma, el 17% del total de la Isla de San Andrés estará cubierta por agua, así como la zona hotelera e industrial de ciudades como Santa Marta y Cartagena.
 
Si lo anterior le sumamos lo señalado en otro informe por este mismo instituto, en el sentido de que en los próximos 50 años, las zonas de recargas de acuíferos, páramos y subpáramos se habrán descongelado, y lo señalado por el Instituto de investigación tropical Smithsonian en Panamá, según el cual cada minuto desaparece un área de selva virgen amazónica equivalente a cincuenta campos de fútbol, la situación ambiental de nuestro país, no es para nada positiva.
 
Ya nos han advertido que revertir nuestro pasivo ambiental le costará al país, sobre cálculos realizados a 2007, el 3.5% del Producto interno bruto sostenido durante una década. Mucho dinero para tantas necesidades.
 
Es hora de actuar. Es hora de tomar conciencia y dar un giro radical a nuestra forma de relacionarnos con el entorno. La situación no da más espera.
 
Lo dicho, si por allá llueve, por acá no escampa.