Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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NO SON EJEMPLO

Quienes hemos decidido consagrar nuestra vida a la Academia, tenemos la obligación de facilitar, guiar, orientar, formar a nuestros jóvenes, no solo al interior de las aulas de clase, sino también fuera de ellas, obviamente, sin traspasar los límites naturales en la relación estudiante-profesor.

 

En mi caso particular el reto, la obligación y la misión es formar la próxima generación de abogados del país, desafío de enormes proporciones teniendo en cuenta que cada vez es más común, verificar el evolutivo desencanto de los estudiantes en su recorrido por los pasillos universitarios: del ímpetu y ganas transformadoras de la realidad con la que llegan a primer semestre, se va pasando paulatina y sostenidamente al conformismo, la desazón y las ganas de hacer dinero en los últimos, influenciados por una realidad difícil y cargada de antivalores.

Varios son los elementos de la realidad que mueven en la dirección contraria a los atribulados corazones y la conciencia de nuestros jóvenes que buscan respuestas, pues advierten un país donde la justicia está altamente politizada (carrusel de nombramientos y fallos teledirigidos), existe mucha corrupción, se producen realidades normativas de noticiero, hay impunidad, falta de preparación de quienes detentan cargos de responsabilidad en la justicia, y también, malos ejemplos de quienes se autodenominan abogados reconocidos del país, quienes degradan la profesión con su ejercicio.

Desde hace algunos años se publican varios rankings de los mejores abogados y firmas del país, la mayoría creíbles, pero otras bastante desafortunadas.

Entre los rankeados hay abogados que, a pesar de llevar el mismo nombre, sostienen una álgida contienda por su participación en varios procesos. Estos abogados lavan las prendas sucias de manera constante y pública ante los medios de comunicación, lo que deja al descubierto su forma, poco ortodoxa, de ejercer la profesión mediante pruebas que se tachan de falsas, testigos que con posterioridad aceptar haber sido comprados, manipulación de información, insultos, gritos, manotazos, sindicaciones y denuncias penales. Y a pesar de lo anterior, siguen tan campantes como si nada, y son reclamados por buena parte de la clase política, judicial y empresarial del país.

Otro de los constantemente rankeados es un defensor de excepción de cualquier circunstancia que concite el interés general, pues en la mayoría de los casos surge como consecuencia de un drama personal, familiar o institucional, capaz de atraer el morbo y el amarillismo de los medios de comunicación.

A dicho abogado le han fijado el remoquete de abogado aguacate, pues a sus escasos 34 años ha sido madurado por la prensa a partir de exaltaciones que lo muestran como punta de lanza de lo más granado del pensamiento jurídico nacional. Incluso, mantiene columnas semanales en varios medios de comunicación, como El Heraldo de Barranquilla y El Meridiano de Montería y, de forma esporádica, en la prensa capitalina.

Es el prototipo del abogado show, que manifiesta en público y en privado que lo importante es ganar, no importa cómo. Con 27 años fue abogado de 13 ex parlamentarios acusados de Parapolítica, la mayoría condenados, manejó la asesoría de los casos de Natalia París contra el periodista Alfredo Serrano, quien en su libro Las prepago, la incluyó como miembro de un selecto grupo de modelos que pagaba deudas con favores sexuales.

En 2009 denunció a Rafael Correa, presidente de Ecuador, ante la Corte Penal Internacional por sus presuntos vínculos con la FARC; presentó una denuncia penal contra los directores de las 33 Corporaciones Autónomas Regionales de Colombia por la omisión y negligencia en la prevención y atención de la emergencia causadas por la temporada invernal en 2010; atendió el caso del menor que perdió tres dedos de su pie izquierdo en las escaleras eléctricas del Centro Comercial Unicentro; también el sonado caso de la destituida reina por el tamaño de sus nalgas: Diana María Salgado representante del Departamento del Valle del Cauca ante el Reinado Nacional de la Belleza. Apareció como defensor de la chica golpeada en Valledupar por su novio Concejal; representante de la hija del difunto fundador de la Universidad Autónoma del Caribe en contra de la Ex–Rectora Silvia Gette y, recientemente, como abogado de la empresaria bogotana Natalia Ponce de León, roseada con ácido en su cara.

Evidencia de su talante es, que con 33 años, publicó ya un libro autobiográfico, el cual encargó al escritor Ángel Beccassino, quien recorrió el mundo mediático y el dandismo del abogado.

En el listado también se encuentran abogados que en un momento defienden causas ilícitas, como los negocios de la empresa de Salud Saludcoop, en la cual se feriaron el dinero de los aportantes a raudales a partir de novedosas y complicadas maniobras jurídicas, y que más tarde, aparecen como servidores públicos, precisamente, definiendo la legalidad y la licitud del país.

U otro de los habituales, cerebro de las maniobras bajo las cuales las pirámides funcionaron en el país, en particular, la más sonada y ampliamente conocida: DMG. Ese abogado, al ser cuestionado por sus servicios en las actividades de la empresa, señaló que simplemente actuó como asesor jurídico, desconociendo lo que ocurría al interior de la empresa.

Como ven, todos los casos anteriores y muchos otros, tienen cosas en común: un talante ético dudoso, una reputación comprada, un ejercicio sin límites más que el ganar por ganar sin mirar el cómo (el fin justifica los medios) y, por supuesto, un apetito voraz por el lucro.

Como señaló el Maestro Ángel Ossorio en su best seller jurídico: el alma de la toga, cuando un abogado acepta un caso, es porque está defendiendo una causa justa, y éste deberá hacer todo lo moralmente y todo lo que esté dentro de lo justo para defenderlo.

La moral del abogado, agrega, debe marchar según su conciencia tratando de dejarla tan limpia como sea posible; la rectitud de conciencia es más importante que el ingenio, por lo que no se deben aceptar asuntos que para la conciencia sean inmorales o perturbadores.

Finaliza una de sus ideas señalando que, sin duda, el ejercicio de la abogacía implica una permanente lucha de pasiones, pero la clave está en no sucumbir ante ella. El ejercicio no es simplemente una cuestión de ganar y, mucho menos, por dinero.

Así las cosas, como parte de la misión que significa formar a otros, debo recomendar a nuestros estudiantes de Derecho que tengan en cuenta que los abogados TOP no son siempre el ejemplo a seguir, y que frente a esos falsos ídolos, es necesario no perder el rumbo, ni dejarse llevar o deslumbrar por llenar el bolsillo sin tener limpia la conciencia y enaltecer la profesión.