Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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TU CASA, MI CASA...¿CUÁL CASA?

Este Gobierno ha convertido la construcción de vivienda para los más necesitados, viviendas de interés social  y prioritario, en una de sus más importantes metas. Hoy día la prensa anunció el lanzamiento de un nuevo programa: “Mi Casa Ya”, el cual aportará 2.4 billones de pesos para que 100 mil hogares de clase media, puedan acceder a su primera vivienda.

Nadie podría, en principio, estar en desacuerdo con que el Gobierno lidere y ejecute la construcción de vivienda social en el país, además de ser una de las tres cosas que tradicional e históricamente, más anhelan los colombianos (casa, carro y beca), es su obligación. Sin embargo, en nuestra opinión, la política de vivienda emprendida por este y algunos gobiernos que le antecedieron, ha sido errática. Lo anterior se puede constatar si se analiza lo ocurrido en nuestra querida Barranquilla; lo peor es que lo que ocurre en Barranquilla, se replica a lo largo y ancho del país.

La política de vivienda ha sido vista como un producto físico endosable políticamente y no, como un derecho fundamental que debe ser satisfecho de manera integral. Este Gobierno se ha preocupado por la cantidad (“100.000 Viviendas Gratis”, reza el slogan actual) y no por lo que implica garantizar efectivamente el derecho.

El documento Conpes 3305 de agosto de 2004, sobre los lineamientos para la optimización de la política de desarrollo urbano, señala que el modelo de ciudad para Colombia debe tener varias características: ciudad compacta y densa; ambientalmente sostenible y socialmente equitativa e incluyente. Nos preguntamos: ¿aportan los proyectos de vivienda de interés social y prioritario a lograr dicho modelo?. No olvidemos que la vivienda es uno de los atributos intraurbanos de mayor peso e importancia en el desarrollo de las ciudades.

La respuesta frente a dicho interrogante es obviamente, negativa.

De ordinario, los proyectos de vivienda de interés social o prioritario se desarrollan en la periferia, a las afueras de las ciudades, al mejor estilo de los slumdogs británicos y norteamericanos de la época industrial.  De esta manera, en vez de tener ciudades compactas, lo que tenemos son ciudades que se expanden, se esparraman, se riegan hacia afuera. Por una parte, a partir de guetos de rentas altas (estilo conjunto residencial norteamericano) y, por otro, con urbanizaciones de vivienda social y prioritaria en las zonas de menor valor, ambas jalando en distintas direcciones.

Como la ciudad se expande hacia afuera, la urbe llega a los espacios naturales y rurales que le sirven de soporte, de esa forma, muchos de los proyectos de vivienda social se construyen en zonas que deberían ser clasificadas como suelo de protección, peor aún, muchos proyectos de vivienda social se construyen en suelos con claras amenazas y vulnerabilidades (riesgos de remoción,  inundación, etc.), los cuales afectan a sus moradores.

Día a día observamos en la prensa las denuncias de agricultores, pescadores, gente que trabaja la tierra, sobre la ubicación de urbanizaciones que se levantan en las periferias rellenando humedales, talando masas forestales o desviando cauces de acuíferos naturales.

Pensando en ciudades compactas y densas, la pregunta es: ¿por qué no densificar realmente nuestras ciudades, haciendo renovación urbana y recuperando barrios y zonas en declive para construir en altura y brindar el derecho a las personas de acceder a una verdadera vivienda digna?.

La respuesta parece obvia y la encontramos en varios informes y documentos académicos y de prensa en los que se señala que no estamos dispuestos a vivir al lado del desarraigado, del pobre, del desplazado. Esta última semana la prensa publicó el dato de que solo el 13 por ciento de los empresarios colombianos daría empleo directo a personas desmovilizadas; queremos la paz, pero, ¿qué esfuerzo estamos dispuestos a hacer por ella?.

La inclusión social es otro importante presupuesto del anhelado desarrollo urbano. Sin embargo, ¿qué inclusión social puede haber si se ubica a la población más vulnerable en sitios alejados de las oportunidades del desarrollo?. ¿Cómo hace una persona en una urbanización de estas para conseguir trabajo o para desplazarse hasta el mismo?, ¿en qué transporte?, ¿con qué dinero?, aunque consiguiera, todo es más costoso. Estas personas están condenadas a la inmovilidad.

La inclusión social también pasa por la dignificación del ser humano a partir del acceso a un espacio físico de calidad, en este sentido, el concepto de calidad de vida puede ser entendido como: vivir una vida digna en un espacio físico en condiciones de calidad.

Cualquiera puede desplazarse hasta uno de los proyectos de vivienda de interés social o prioritario en Barranquilla para constatar su realidad: verdaderas trampas humanas; los apartamentos no cumplen con los estándares mínimos de espacio; son entregados en condiciones de inhabitabilidad: pisos sin terminar, sin acabados, sin zonas verdes, áreas comunes, etc.

Todo lo anterior es claro detonante para que en estas urbanizaciones la gente sobreviva y no conviva, los problemas de intolerancia e inseguridad están a la orden del día.

La solución de una vivienda digna, no solo pasa por hacer entrega de un espacio físico (no sobra recalcar que debe ser en condiciones), sino también por preparar a la gente para compartir un espacio común, sobre todo si se trata de personas que en mucho tiempo o nunca, han compartido espacio con otros.

Si trasladamos lo que hemos señalado a la realidad de la vivienda de interés social en Barranquilla, corroboraremos lo que venimos diciendo.

En Barranquilla se han construido varios proyectos de vivienda de interés social y prioritario, dos de ellos son Las Cayenas y Las Gardenias.

Cualquier ciudadano puede desplazarse hasta la Urbanización Las Cayenas, pues se encuentra a escasos 400 metros del Estadio Metropolitano sobre la circunvalar, un verdadero monumento a la desidia; desde la distancia parecen edificios de pesebre, de cerca son peor.

Esta solución de vivienda es el mejor ejemplo de lo que no se debe hacer: hubo retrasos considerables en las obras y las viviendas fueron entregadas con pisos sin terminar, sin acabados en paredes y grandes filtraciones de agua al interior de las viviendas. Preguntando a los habitantes, estos manifiestan que las filtraciones siguen y que cuando lleve, el agua corre al interior de la urbanización.

Los apartamentos son verdaderas cajas de fósforos; mediciones realizadas muestran que éstos no llegan a 30 metros, lo anterior se torna mucho más preocupante en la medida en que en la zona habitan familias numerosas.  

 

Urbanización Las Cayenas

En la urbanización Las Cayenas la intimidad es inexistente, cualquiera puede ver desde la calle lo que ocurre en cada uno de los rincones de los apartamentos de los primeros pisos y, por ende, los problemas de seguridad están a la orden del día. La gente se queja de que la urbanización no cuenta con alumbrado público, pues hay pocos postes de energía y, por tanto, los residentes decidieron organizarse para adecuar lámparas al interior de la urbanización.

Cualquiera que se dé un paseo por Las Cayenas constatará que no hay zonas comunes, salvo unos corredores agrietados y pocos árboles aislados; es increíble que frente a las altas temperaturas que se sienten en la zona, no haya suficientes árboles para gozar de su sombra. En vez de parques, hay unos terraplenes de arena en los que a pesar de ello, los niños se distraen.

En la Urbanización Las Gardenias pasa igual. Este es otro proyecto ubicado sobre la circunvalación de la ciudad.

No sobra recordar el reciente informe aparecido en El Heraldo según el cual, de las 12 torres construidas, solo están habitadas dos: la 7 y la 9. Así mismo, de los 400 apartamentos para ser habitados en la torre 7, solo hay 200 ocupados, y en la torre 9 con capacidad para 540, solo están habitados 525. Lo anterior es consecuencia de que nadie quiere vivir en la urbanización, los problemas de convivencia y seguridad que se respiran al interior de  los conjuntos, ahuyentan a los posibles inquilinos.

La situación aquí es la misma, torres con 540 apartamentos, sí, leyó bien, 540; sin paisajismo, sin urbanismo, sin zonas verdes, sin seguridad, en terraplenes, sin acabados; verdaderas trampas humanas.

Urbanización Las Gardenias

¿Esta es la vivienda digna de la que tanto se ufana el Gobierno Nacional y de contera, el Gobierno Local?. En triste ver como entregan con bombos y platillos los proyectos, en ceremonias llenas de personalidades de la política nacional y local y, por su parte, la gente, ilusionada y expectante, recibe para luego comenzar a sufrir.

Ni que decir del desarrollo de nuestras ciudades, mientras la letra va por un lado, la realidad recorre otro; con este tipo de proyectos será muy difícil alcanzar la ciudad que describen los documentos de política, los cuales quedan reducidos a visiones idílicas, difícilmente alcanzables.