Carlos Javier Velásquez Muñoz

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TITULO Profesor e Investigador Asociado de Tiempo Completo en la División de Derecho, Ciencia Política y Relaciones Internacionales.

ACERCA DE MÍ Doctor en Derecho, Universidad de Salamanca (España), Magister en Derecho Ambiental, Universidad del País Vasco (España), Especialista y Postgraduado en Derecho Ambiental y Administrativo. Con cursos de Postgrado en Derecho Urbano y Comunitario Europeo. Investigador en Derecho Público, Derecho Administrativo, Derecho Ambiental, Derecho Urbano-Territorial, Planificación para el Desarrollo Urbano y Análisis Institucional. Así mismo, tengo a mi cargo en calidad de Director Académico del Doctorado en Derecho, la Maestría en Derecho Ambiental y Urbano-Territorial, así como la Especialización en estas mismas materias. 

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VERGÜENZA!!!

Termina hoy, junto con la semana santa, el ayuno de Blog que decidí iniciar a finales del año pasado, motivado en parte, por algunos comentarios intolerantes que recibí de personas que no compartían mis puntos de vista. Lo anterior me desmotivó un poco, ya que con este espacio no pretendo incordiar, ni mortificar la existencia de nadie. Sin embargo, he llegado al convencimiento de que es, justo y necesario, seguir escribiendo y, sobre todo, decir lo que pienso sobre lo que veo y siento, al margen de si ello puede traer como consecuencia algunos alejamientos y resentimientos; ese es el precio que estoy dispuesto a pagar.

El estreno del blog este año lo hago, como no podía ser de otra manera, refiriéndome a la vergüenza que como abogado siento, en relación con lo que está pasando con la justicia en Colombia. Constato en carne propia, que el gremio es hoy comidilla y el plato fuerte de cualquier reunión social, de negocios o trabajo; y no, propiamente, por nuestra magnanimidad. Si ya estaba estigmatizada la profesión y estigmatizados los abogados, lo de ahora es, sencilla y llanamente, inclemente.  

Ahora bien, no hay que rasgarse las vestiduras y, por el contrario, es menester reconocer nuestras responsabilidades, es posible decirlo más alto, pero no más claro: la mayoría de los abogados en este país son unos cafres; el sonado “Caso Pretel”, no es más que la punta del iceberg.

Para escribir este blog, con claridad y convicción plena, me di a la tarea de formular  algunas preguntas, básicas, pero pertinentes, a algunos colegas, todas ellas en relación con la situación actual:  

1.       ¿Crees que hay corrupción y mala praxis en el ejercicio de la profesión?

2.       Si las hay: ¿cuáles son los principales síntomas y manifestaciones al respecto?

3.       ¿Crees en la justicia del país?

4.       Por favor, dame tu opinión abierta sobre lo que está pasando.

Frente al primer interrogante, todos, al unísono, respondieron que existe corrupción y mala praxis en el ejercicio de la profesión.

En relación con los síntomas y manifestaciones, los colegas coincidieron en varios puntos en común, que resumo a continuación:

Por una parte, no existe rasero ético para aceptar clientes y casos, se acepta cualquier encargo, única y exclusivamente, por el dinero que se pueda ganar con la gestión y la decisión se justifica trayendo a colación, la manida reflexión sobre la distinción entre lo legal y lo ético. En este caso, la Ley, que tanto se critica, es perfecta para establecer la distinción.

En segundo lugar, señalan los entrevistados, que los abogados no ejercen su profesión con las armas que tienen a su disposición, es decir, haciendo uso del Derecho vigente, no obstante lo incompleto o desactualizado que pueda estar, sino que utilizan, de manera principal, dos poderosos argumentos extrajurídicos: el dinero y la dilación.

Con dinero, en este país se le pone precio a cualquier servidor público, administrativo, judicial o legislativo; en ocasiones, las tasas son de público conocimiento. Por su parte, empresas y particulares no buscan al abogado mejor preparado o de más alto talante ético, sino al que “arregle” el conflicto; eso sí, debe callar sobre la manera como lo logró, es menor que no lo diga.

La dilación es la otra herramienta. El modus operandi de los abogados es utilizar la verborrea, el circunloquio, el rodeo y cualquier otro tipo de argumento o acción que sirva para desgastar al oponente hasta agotarlo, como si de una carrera de relevos se tratara. Al abogado más “competente”, es aquel que se conoce las triquiñuelas y recovecos del proceso, pues en él se refugia y acude cada vez que considere.

La última idea común es que los abogados decentes y bien formados, aquellos que quieren ejercer la profesión como Dios manda, se desmotivan al corroborar que quien define sus intereses y decide el Derecho, es alguien que ha llegado allí como consecuencia de la indebida e inaceptable politización de la justicia.  

Por lo anterior es que ninguno, en términos generales, cree en la justicia de este país. Obviamente, comparten que hay buenos profesiones en distintas esferas, sin embargo, coinciden en que, tristemente, son excepciones y en últimas, son los que sacan la cara e intentan equilibrar el desbalanceado sistema.

Alguno me habló de un interesante ejemplo al comparar el sistema de justicia con la película Matrix. Uno cree que toda la información está encima de la mesa, que es lo que se ve, se lee en la prensa y se escucha en la radio, cuando en realidad hay siempre algo que maneja los hilos y que es invisible a nuestro sentidos y conocimiento; la mano negra, se dice.

En últimas, Pretel no es más que un chivo expiatorio; la cuerda se rompe siempre por el lado más débil y terminaron ensuciando al magistrado que era señalado desde hace tiempo, en público y privado, como alguien sin formación ni información e indigno de estar en una Corte como la constitucional; tal como lo ha demostrado con sus recientes y reiteradas salidas en falso ante la opinión pública, fallidos ataques francotiradores contra sus colegas y declaraciones sin claridad, ni convicción, ante los medios de comunicación.

Quisiera poder transmitirles lo que siento y significa para mí, como abogado, profesor e investigador del Derecho, todo lo que está pasando. Ponerme en pie todos los días frente de 20 o 30 muchachos imberbes, que apenas están formando su visión de la vida, para hablarles de las maravillosas garantías a nuestros derechos, como la tutela, diciéndoles que fue creada para evitar abusos y violaciones, sabiendo al tiempo que quienes las deciden, están asegurando o intentando asegurar sus intereses económicos y los intereses económicos de unos pocos en detrimento de muchos; es demoledor.

Por eso he pedido a Dios en esta semana santa que me dé fortaleza, templanza y sabiduría para seguir adelante, para no perder el norte y la andadura, para maravillarme todos los días y creer que las cosas pueden cambiar, muy a pesar del panorama y de la vergüenza que me produce, el ejercicio de la profesión. AMÉN.