Análisis del embarazo adolescente en el Área Metropolitana de Barranquilla

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Paola Roldán, directora del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico - OCSA.

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06 abr 2016

El incremento de la tasa de maternidad temprana ha venido en aumento en  Colombia a pesar que desde hace 40 años ha disminuido la tasa de fertilidad de las mujeres en etapa reproductiva.

Latinoamérica es la segunda región a nivel mundial con mayor tasa de fecundidad adolescente, después del territorio subsahariano de África. Por cada mil adolescentes, en Latinoamérica hay alrededor de 60 nacimientos, en comparación con el promedio mundial de 48,9. En Colombia se registran 73 nacimientos por cada mil adolescentes.

Con este precedente el Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico (OCSA) de la Universidad del Norte, llevó a cabo su cuarta jornada académica, durante la cual realizó un análisis de los fenómenos relacionados con los embarazos tempranos y las perspectivas desde política pública frente a este tema.

Diversos factores inciden en el embarazo adolescente, como la edad mediana de inicio de actividad sexual, la cual ha disminuido considerablemente y “denota la necesidad aun mayor de garantizar acceso a la anticoncepción”, según Paula Martes, economista y consultora de las áreas de programas, monitoreo y evaluación de la oficina regional para América Latina y el Caribe de ‘Save the Children’.

Cifras de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud muestran que entre 2000 y 2010 la edad de la primera relación sexual pasó de 17,4 a 16,5 y cerca del 80% de las mujeres inician su actividad sexual en la adolesencia. El 50% de las mujeres solteras sexualmente activas entre 15 y 24 años no usan ningún tipo de método anticonceptivo, lo que, de acuerdo con Martes, “resulta preocupante en vista de este porcentaje de 80”.

Cerca del 30% de los nacimientos por madres adolescentes de zonas urbanas ocurren en los estratos más bajos. En la región Caribe este porcentaje aumenta a 58%.

El 63% de madres adolescentes tuvo un segundo hijo. De estas, 26% lo tuvo también en la adolescencia. En el Caribe el 33% tuvo su segundo hijo en la adolescencia.

Según Martes, esto se produce en un contexto de falta de oportunidades laborales y de oportunidades de desarrollo (Colombia es el tercer país de la región con más jóvenes de entre 18 y 24 que no estudian ni trabajan). “Podemos ver la maternidad temprana como una consecuencia de este contexto de carencias en el que viven los jóvenes”, afirma Marte.

Para explicar los anteriores fenómenos en la costa, Paola Roldán, directora del OCSA, indagó durante diversos recorridos por los municipios del departamento del Atlántico, y encontró que los jóvenes consideran diversos factores como la causa del incremento embarazo adolescente. Entre ellos se encuentra la inadecuada educación sexual en casa y en colegio, y otros factores culturales.

“A las niñas les da pena acudir a un centro a reclamar un anticonceptivo, sobre todo en municipios pequeños donde todo el mundo se conoce. Y a los hombres les da pena pero no lo quieren usar”, asevera.

Los jóvenes, según Roldán, también  aducen una falta de espacios para recreación, deporte, arte, entre otros. Sin embargo, asegura que hay entidades que sí ofrecen esos espacios, pero no existe la motivación en los jóvenes para acudir a ellos.

Otro factor es la falta de oportunidades en educación superior y de oportunidades laborales. ”A partir de noveno y décimo los muchachos se desincentivan de conseguir un buen trabajo y se dedican a formar familia y realizar trabajos poco remunerados como el mototaxismo”, explica.

Estos factores conllevaron a la realización de un análisis de la situación de las mujeres entre 19 y 45 años, perteneciente a los niveles I, II y III del Sisben en el Área Metropolitana de Barranquilla (AMB), comparando aquellas que fueron madres entre los 12 y 18 años frente con las que no tuvieron hijos o los tuvieron después de los 19.

Estos datos, obtenidos a través de la Encuesta de Bienestar Subjetivo que realizó el OCSA en 2015 muestran que en el AMB la principal diferencia entre los dos grupos de madres tiene que ver con el acceso a la educación. Entre quienes son madres adolescentes, solo un 16% alcanzó niveles educativos profesionales. En el otro grupo un 38% completó sus estudios profesionales. 

El 32% del primer grupo completó solamente primaria o secundaria, mientras que para las mujeres que no tuvieron hijo en la adolescencia, este porcentaje  disminuye a 15%. 

Además, un 61% de las mujeres que fueron madres adolescentes se encontraba en el estrato 1. Solo un 47% de las que no fueron madres adolescentes pertenece a este estrato. Por su parte, existe una mayor proporción de mujeres que no fueron madres a temprana en los estratos 2-3 (53%), en comparación con las mujeres que fueron madres entre los 12 y los 18 (39% en total)

“Ser madre adolescente parece influir en la situación socioeconómica actual de las mujeres. Además de que en estratos más bajos existe una mayor creación de nuevos grupos de hogar, donde muchas asumen mayor grado de responsabilidad como jefes de hogar. También acceden a menores niveles de educación, que les hace más difícil conseguir buenas posiciones laborales y mayores ingresos”, expone Paola Roldán.

Paula Martes propone que lo primero que deben hacer en materia de políticas públicas para solventar esta problemática es garantizar derechos de los adolescentes y jóvenes. “Los jóvenes tienen derecho a disfrutar una vida sexual placentera y para desincentivarla no se deben poner barreras como no permitir el acceso de los jóvenes a anticonceptivos”, afirma. La aplicación de cátedras de educación sexual en las escuelas sin sesgos culturales ni de género en las escuelas es crucial para este fin.

A lo anterior se le deben sumar programas que involucren la participación activa de los jóvenes, así como sus padres, madres y maestros y cuidadoras y que incluyan una mirada de género, empoderamiento económico y social y desarrollo de habilidades productivas que aseguren medios de vida de calidad y provean opciones de inserción al mercado laboral y de continuidad  a la educación superior.

Por Andrés Martinez Zalamea

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