Arqueólogos de Uninorte descubren que Barranquilla fue habitada hace más de 700 años

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Por más de un año los arqueólogos han estado haciendo excavaciones en la zona.

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27 jul 2017

Aproximadamente seis siglos antes del 7 de abril de 1813 —fecha en que celebramos el aniversario de Barranquilla—, nuestra ciudad estuvo habitada por poblaciones indígenas que se asentaron en distintos puntos de sus límites actuales.

Esta fue la conclusión a la que llegó un grupo de investigadores de la Universidad del Norte, contratados por la empresa Transmetro, quienes trabajaron, durante los últimos 24 meses en el primer proyecto de arqueología urbana realizado en Barranquilla, con el fin de determinar desde cuándo y cómo vivieron los indígenas prehispánicos en el territorio que es ahora nuestro distrito.

El proyecto se enmarcó en las obras del Par Vial de la carrera 50 en Barrio Abajo, realizadas por Transmetro. Fue en este sector donde, en 1889, el ingeniero Antonio Luis Armenta se topó con una serie de vasijas con huesos humanos, mientras adecuaba el lugar para la construcción de unos rieles para tranvía. Posteriormente, el ingeniero manifestó que se trataba del hallazgo de un gran cementerio indígena.

El anterior hecho fue retomado por los investigadores del departamento de Historia y Ciencias Sociales de Uninorte, para trazar, por solicitud de Transmetro, un proyecto de arqueología preventiva que permitiera mitigar el impacto de las obras sobre el patrimonio arqueológico, y registrar el mayor número de información que hubiera en esta zona.

Restos óseos humanos, así como una gran cantidad de elementos en cerámica, herramientas líticas, conchas y restos de fauna se han recuperado a lo largo de más de un año de excavaciones entre 2015 y 2017, representados en más de 60.000 fragmentos. Los hallazgos obtenidos en la fase inicial de este proyecto arqueológico, que coincidió con la primera etapa de las obras del Par Vial, permitieron obtener una primera aproximación a la fecha en la que los indígenas pudieron haberse asentado en nuestro actual territorio.

Cuatro muestras de huesos humanos y una de un chigüiro, obtenidas en la zona de la carrera 50, entre las calles 39 y 40, fueron fechadas a través de Carbono 14. En este proceso se analiza el período de descomposición de este isótopo del Carbono, elemento que está presente en cualquier material orgánico. Así se puede determinar la fecha aproximada en la que falleció un individuo.

Los resultados del anterior análisis permitieron a los investigadores afirmar que hubo ocupaciones indígenas, por lo menos en el lugar que ahora es el Barrio Abajo de Barranquilla, desde el período comprendido entre los años 1220 y 1395. Este hallazgo extiende la historia de Barranquilla más allá de los orígenes de los que se habla en los textos de historia, hasta ahora limitados a la fundación de la hacienda San Nicolás de Tolentino en 1627 y a la titulación de Barranquilla como villa aquel 7 de abril de 1813.

Un esfuerzo sistemático

A lo largo del siglo XX, se han encontrado rastros de antiguos pobladores en distintos sectores de la ciudad, sobre los cuales el profesor Javier Rivera, líder del proyecto de arqueología en el Barrio Abajo, explica que “estos hallazgos han sido fortuitos y han perdido su contexto original. Es decir, no teníamos una historia para contar, pues no se trata solamente de encontrar una olla de barro, sino saber con qué contexto está asociado”.

Por el contrario, la realización de un esfuerzo sistemático como el emprendido en el marco de las obras del Par Vial, permitió una compresión de la actividad humana, las características y el período en el que vivieron los indígenas en la zona del actual Barrio Abajo.

“A partir de materiales españoles que encontramos en basureros indígenas, tenemos evidencia arqueológica de que la ocupación indígena no terminó en 1395, sino que llegó hasta principios del siglo XVI,”, afirma Rivera. Entre los materiales se encuentran fragmentos de cerámica europea del siglo XVI y cuernos de vaca, animal que fue traído a América por los europeos.

“No estamos diciendo que estas poblaciones tuvieran contacto con los españoles”, comenta Rivera, refiriéndose a la ausencia de fuentes históricas o crónicas que constaten esto, pero es probable que esos materiales hayan llegado por intercambio con otros grupos que sí interactuaron con los españoles en las primeras exploraciones al continente. “Partimos de la idea de que las capas que están más abajo son las más antiguas. El basurero encontrado está debajo de un enterramiento secundario, donde el individuo una vez exhumado, sus huesos eran depositados en una urna y enterrados nuevamente”, explica Rivera.

Los hallazgos también permitieron refutar la famosa teoría del ingeniero Antonio Armenta, de que las casas de Barrio Abajo fueron construidas sobre lo que solía ser una necrópolis indígena. “Como en muchos grupos indígenas del pasado, el espacio para vivos y muertos se compartía, y a estos últimos se les enterraba en el piso de las viviendas. Esto lo sabemos a raíz de las huellas de poste encontradas en las excavaciones, que son marcas de las estructuras que formaban las casas”, sostiene el investigador.

La mayoría de los restos de fauna encontrados eran de peces, lo que vincula a la población con un estilo de vida ribereño. Entre ellos se destacan bocachico, bagre, chivo, coroncoro y pescados que no se comen actualmente en la región, como el chipe.

“A partir de los análisis de arqueofauna, podemos decir que estos pueblos indígenas estaban muy bien adaptados al ecosistema de la orilla del río, y particularmente al de la ciénaga, teniendo en cuenta que el sector donde está Barrio Abajo era una ciénaga. Básicamente, todos los recursos que obtenían para su subsistencia provenían de ahí”.

Entre la cerámica encontrada se han observado decoraciones y formas similares a las encontradas en distintos puntos geográficos del Atlántico, como Tubará, el Guájaro y Malambo, lo que, de acuerdo con Rivera, “nos habla de que esto era un grupo bastante amplio, proveniente de distintos pueblos que compartían tradiciones”. Estos pueblos del Bajo Magdalena fueron denominados por los españoles como Malibúes.

Una labor que continúa

El grupo de arqueólogos continúa las excavaciones en la zona donde se desarrollan las obras de la segunda etapa del Par Vial, también en la carrera 50, desde la calle Murillo hasta la calle 55. Rivera afirma que lo que se ha encontrado en la nueva fase es completamente diferente, porque “parece que la ocupación prehispánica solo se evidencia hasta la calle 43” (la primera etapa de la obra, inaugurada el 16 de julio de 2016, iba desde la vía 40 hasta la Av. Murillo o calle 45). “Vamos a encontrar evidencias que nos permitan reescribir la historia de Barranquilla a partir de la segunda mitad del siglo XIX, así como la historia del Barrio Abajo; observaremos qué tradiciones se mantienen y cuáles cambiaron con el paso del tiempo”, añadió el investigador.

Preliminarmente, el equipo ha observado que en el siglo XIX la ciudad funcionaba de espalda al río Magdalena, lo cual se evidencia en los restos hallados en los basureros de las casas, cuya procedencia no es de río, ni de ciénaga. “La ciénaga fue secada por considerarse inconveniente y lo que observamos son vacas, cerdos y peces marinos”, explica el arqueólogo.

Existe, sin embargo, un vacío en la historia del sector que hoy ocupa Barrio Abajo entre los siglos XVI y XIX. De acuerdo con Rivera, esto se debe probablemente a los procesos de conquista, que obligaron a los indígenas a replegarse al interior del territorio, y agrega que fue durante el período colonial, con construcción de la hacienda de San Nicolás, que se dio origen a la ciudad de Barranquilla, aunque Barrio Abajo no se ocuparía hasta el siglo XIX.

“Quizás si nos vamos un poco más hacia el sur de donde estamos excavando, hacia los alrededores de la plaza de San Nicolás, podemos encontrar evidencia de la ocupación en el periodo colonial”. Sin embargo, añade, existe una continuidad de las tradiciones indígenas hasta el siglo XIX. “En la decoración de la cerámica, por ejemplo, vemos decoraciones que hay tanto en la ocupación indígena prehispánica, como en la del siglo XIX. Hay variantes dada la influencia de gustos y estilos europeos, pero permanecen decoraciones y técnicas de fabricación indígenas”. Los investigadores consideran que esto hace parte de una serie de elementos que aún se rastrean en varias de las tradiciones que conservan los barranquilleros.

Para Rivera, este proyecto revela que Barranquilla tiene una profundidad histórica muy amplia que sus ciudadanos desconocen, y reviste de gran relevancia en la medida que los barranquilleros cuenten con una memoria histórica de la cantidad de procesos que se generaron en el Barrio Abajo, hace más de 600 años. “Lo importante es que estos hallazgos contribuyan a cambiar la percepción que tienen los habitantes, de que es una ciudad relativamente nueva, y a que haya certeza de que este espacio estuvo habitado, hace seis siglos, por personas que aprovecharon los recursos, establecieron relaciones con el medioambiente y enterraron a sus muertos”, expresó.

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