Café Tertulia: aciertos y desaciertos en el desarrollo de la ciudad

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El Café Tertulia se realizó en el Jardín Botánico del barrio La Victoria

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26 sep 2016

¿Cómo mejorar y proteger el espacio público y los entornos verdes de la ciudad? ¿Cuáles han sido los aciertos y desaciertos en la construcción urbana de Barraquilla? ¿Por qué no se está preservando el pasado? Estos fueron solo algunos de los interrogantes y reflexiones que planteó la más reciente edición de Café Tertulia, evento realizado en la tarde del jueves, 22 de septiembre, y organizado por la Dirección de Investigación, Desarrollo e Innovación de la Universidad del Norte.

“Barranquilla: la ciudad construida y la cuidad imaginada”, fue el título de este conversatorio que se llevó a cabo entre los arborizados espacios del Jardín Botánico del barrio La Victoria. Allí, vecinos del sector  escucharon a un grupo de docentes investigadores de Uninorte, quienes desde áreas como arquitectura, botánica, sociología, economía e historia, ofrecieron sus ideas acerca de la relación de los ciudadanos con el desarrollo de Barranquilla.

“Queremos a esta ciudad, la llamamos el mejor vividero y sin embargo nuestro comportamiento en el espacio público, en el diseño de las urbanizaciones, y en el uso de los parques, dista mucho del aprecio y del afecto que expresamos por este sitio en el que vivimos”, expresó Joachim Hahn, decano de la División de Ciencias Básicas, quien participó como moderador.

El clima y las zonas verdes de la ciudad

Antonio Olmos, profesor de la Escuela de Arquitectura, realizó la primera intervención, en la que habló de la importancia de construir teniendo en cuenta las diferentes características físicas y climáticas que este territorio posee. Entre los aspectos que hay que tener presentes, el experto destacó las altas temperaturas, la incidencia de la radiación casi perpendicular, la humedad relativa cercana al 100% por su cercanía al río y al litoral Caribe, así como la presencia de vientos alisios.

“Es por esta fenomenología que los tejados en la ciudad deben ser inclinados, no las cubiertas planas que vemos en los barrios. Los patios interiores y las fachadas deben tener vegetación para proteger con su sombra, y no esas construcciones revestidas completamente en cristal que vemos hoy en día”, dijo Olmos para brindar ejemplos sobre el tipo de elementos que desde la arquitectura se deben emplear para mitigar los efectos de calor propios del clima local.

Siguiendo esta idea, María Cristina Martínez, profesora del departamento de Química y Biología, explicó la importancia que la vegetación del bosque seco tropical tiene para la ciudad, ya que es el ecosistema que más la rodea y que se ha adaptado a subsistir con poca lluvia, así como a las otras condiciones climáticas descritas por Olmos.

La botánica describió que actualmente son muy pocos los espacios verdes que tiene Barranquilla; se ha calculado que hay menos de un metro cuadrado de zona verde por habitante, cuando lo recomendable es que por cada persona haya mínimo 16 metros. Estas son necesarias, debido a que su vegetación limpia el aire y regula el clima.

“Los humanos estamos impedidos a reconocer que hay gran diversidad de plantas, las funciones que cumplen y lo importantes que son para la vida. Debemos revertir el proceso, para que haya más zonas en las que podamos salir de nuestras casas y reunirnos como comunidad”, señaló.

En esto coincidió Andrés Vargas, profesor de Economía de Uninorte, quien en su intervención mencionó la importancia de recuperar y ampliar las zonas verdes en la ciudad. “Son espacios públicos para ejercer ciudadanía y permiten hacer ejercicios de socialización y usos recreativos que impactan positivamente en la salud física y mental de las personas”, planteó.

La historia de antes y los retos del presente

El historiador e investigador Jorge Villalón lleva 25 años estudiando el pasado de esta ciudad; por lo que contó un poco acerca de cómo está se formó en lo que hoy se conoce como la calle 30. De allí surgió de forma espontanea el poblamiento de Barranquilla por parte de un conglomerado de personas libres, que ya para finales del siglo XVIII le habían conferido una impronta transcultural, con valores y comportamientos que, según Villalón, se mantienen hasta hoy.

“Para que esa gente haya podido convivir, era necesario una tolerancia al máximo, y ese es el patrimonio histórico más importante de la ciudad. Aquí, de forma no planeada, se produjo la transculturación de tres elementos raciales, y el rasgo que los distingue como Sitio de Libres”, declaró.

Marco Schwartz, director del periódico El Heraldo, otro de los invitados a participar de este Café Tertulia, habló de sus percepciones con respecto a la inmigración, y de su relación con esta ciudad siendo nieto de cuatro polacos que llegaron a Barranquilla a principios del siglo 20. 

“Creo que la inmigración de finales del siglo XIX y comienzos del XX ocupa un lugar fundamental en la configuración de lo que hoy es la ciudad”, y añadió: “Nos acostumbramos fácilmente a reconocernos en la diferencia, y ese es uno de los valores que rescato de esta ciudad”.

Por su parte, Pamela Flores, profesora de Comunicación Social, ofreció una reflexión acerca de los imaginarios que existen localmente, especialmente aquel que tiene que ver con la fiesta, y como este ha moldeado a la ciudad actual.

“Barranquilla se ha construido alrededor de este imaginario, y la fiesta antropológicamente es lo que se entiende como una interrupción; pero cuando una sociedad hace de la fiesta un espacio de permanencia, donde se despliega la mayor parte de su vida, se queda suspendida la cotidianidad, que es la razón de ser de la ciudad”.

Flores indicó la necesidad de que los barranquilleros sean más autocríticos con su realidad y puedan tener más acceso al espacio público, que es el lugar en el que pueden ejercer su ciudadanía y derechos, aspectos fundamentales para todas las ciudades.

Para el cierre del evento, Johanna Ebrahaim, docente de la Escuela de Arquitectura, habló de cómo, en ocasiones, la planificación de la ciudad no se hace basada en imaginarios correctos, y no se tiene en cuenta lo que la gente o los lugares necesitan. Dijo que son los jóvenes los que están llamados a retomar los espacios públicos, consolidando las zonas verdes existentes y creando nuevos, tarea en la que los futuros arquitectos deben brindar soluciones para las demandas de una ciudad que está en constante cambio.

Por María Margarita Mendoza

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