Chaplin es también un ícono del Carnaval

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El Charles Chaplin costeño toma color y se mezcla entre los demás disfraces de la fiesta.

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05 feb 2016

Un par de zapatos negros que brillan con el reflejo de las luces, se mueven de un lado a otro sobre el escenario. Un impecable traje, en el que una corbata se introduce entre el saco de lentejuelas, engalana el movimiento. Lo hace mientras carga un bastón marrón con sus dos manos en las que lleva guantes blancos, el mismo color que el maquillaje en su cara. El público aplaude a un hombre que tiene un grueso bigote del ancho exacto de su nariz y que se menea al ritmo de extravagantes gestos.

Es así como cruza el Atlántico el británico Charles Chaplin, una leyenda del cine e ícono del humor que resucita en Barranquilla cada vez que a Carlos Amaya se le da por interpretarlo. Aunque se presenta en la inauguración de un restaurante con temática de cine, lleva media vida –más de 20, de los 41 años que tiene- demostrándolo en un escenario en el que se encuentra con el Papa Francisco, Barack Obama y Fidel Castro: el Carnaval de Barranquilla.

La transformación de Carlos a Charles se da en menos de quince minutos, porque aunque a Carlos le dicen Charles y cuando se viste de Charles le dicen Carlos; el maquillaje, la vestimenta y la actitud, le dan identidad a cada uno.

Así es la rencarnación de Charles Chaplin.

 

Mientras se mira en el espejo, se restriega base blanca en toda la cara. Con la misma sutileza, toma un lápiz negro, resalta su bigote natural y las cejas. Se pone el traje, coge el sombrero y lo lleva hasta su cabeza y retira de una esquina de su sala el bastón. Entonces Carlos es Charles al atravesar la puerta de su casa en el barrio Casamell de Soledad, Atlántico.

Ese triunfal paso no sería el mismo si a principios de los años 80, Carlos Amaya no hubiera insistido para desfilar por primera vez en la fiesta más grande de Colombia. En más de una ocasión se puso una máscara de cartón para entrar informalmente a los desfiles; sin inscripción, ni carnetización, recorriendo así los trayectos de principio a fin, porque a pesar de que lo sacaban, volvía y se metía.

Así empezó a aparecer año tras año en la temporada festiva con el único motivo de divertirse. Sin embargo, cogiéndole gusto a lo que estaba haciendo, ingresó a la Universidad Autónoma del Caribe, en convenio con la escuela del actor Ronald Ayazo, para empezar a estudiar arte dramático. Y quiso complementar esa formación montándose en un bus que lo llevó hasta Bogotá, para detonar lo que considera su pasión para siempre: conocer y estudiar la vida y obra de Charles Chaplin.

Carlos cuenta emocionado que se apasionó por el personaje cuando descubrió que "es la representación innata de la actuación, que sin necesidad de escuchar su voz, se manifiesta a través del cuerpo, y de los gestos".

Ya con la piel trigueña, sin maquillaje, sin traje y sin sombrero, saluda a una docena de niños y jóvenes que llegan por las polvorosas calles de Casamell hasta su vivienda, ubicada frente al parque del barrio. Es una casa de tres pisos en la que además tiene su sede la Fundación de Artes Escénicas Unión Libre, la cual lidera Carlos. Aunque es domingo en la mañana y desde hace una semana no hay servicio de energía eléctrica, ni de agua, ninguno falta a la práctica. Luego de 15 minutos de calentamiento, abre espacio para un descanso entre sus aprendices, que se preparan para ensayar una obra de teatro, para hablar de Carnaval.

Y es que los tres premios Óscar que el Chaplin británico ganó mientras estuvo vivo, le quedan cortos a los 25 Congos de Oro que reposan en la repisa de la sala de su apoderado costeño. Esta estatuilla es el máximo galardón que entrega el Carnaval de Barranquilla a sus más destacados participantes.

Carlos con los congos de oro que ha ganado en su carrera.

 

Su exesposa estaba embarazada cuando ganó el primer Congo de Oro. Ella lo acompaño a recibirlo en la ceremonia de premiación.

—¿Vas a tener un Chaplin, un charlesito?— le preguntó un periodista.
—Lo llamaré Charles, le respondió.

Charles, de 17 años, es el primero de tres hijos. Su hermana María Paula tiene 13 y Jean Carlo 10. Todos lucen junto a su padre elementos representativos del teatro como sombreros de Chaplin y narices de payaso en un pendón que ocupa toda la pared de la sala principal de la casa de Carlos.

Charles y Jean Carlo participan con malabares y zancos en las presentaciones con la Fundación, sin embargo María Paula dice ser la más motivada por el teatro. "Me siento orgullosa de mi papá. A él le gusta el teatro y a mí también. Me gustaría salir con él en los carnavales. Yo apenas estoy comenzando y quiero ser como mi papá", expresa la única hija de Carlos.

Y es que los "Carlos" abundan en ese lugar, sino que lo diga Carlos Trocha, quien acompaña a Carlos Amaya desde los inicios de su carrera. Es uno de sus más cercanos amigos y además es directivo de la Fundación. Participa junto a Chaplin en los eventos de Carnaval con un grupo de zancos y cuenta que el paso de este personaje por la Vía 40 es muy esperado por el público. Tanto así que han llegado a recorrer hasta tres veces los cuatro kilómetros que tiene el trayecto.

Lo considera un amigo, compañero y su padre en el teatro. "Ha sido el primer profesor de muchas personas que tratamos de seguir su ejemplo. Creo que mucha gente lo espera en los desfiles. Cuando vienen los disfraces, gritan ahí: viene Chaplin, y hasta los presidentes le responden con gestos", exclama Trocha.

Charles Chaplin no siempre es monocromático. En el Carnaval toma color. Así Amaya cuenta que busca innovar para darle al público cosas nuevas, que se conecten con él y sientan lo que él quiere transmitir. Las raíces de Carlos se imprimen en Charles para darle vida a personajes que difícilmente se borran de la mente de quienes los ven.

Carlos además de la vestimenta tradicional, a blanco y negro, ha vestido a Chaplin como el ‘Charles de Oro' de pies a cabeza de dorado. También lo ha vestido de la danza del Garabato y cuando lo ha hecho, dice que así si se sentía como un ‘Chaplin Costeño'.

"Costeño no solo porque me pongo mi bigote, mi bastón, mi traje y sombrero de Garabato, sino que también mi cuerpo comienza a transformarse con un caminado barranquillero, que está viviendo y moviéndose con la música de nuestra cultura", asegura sobre aquella versión de su disfraz.

Más allá de Chaplin, el teatro y el Carnaval no se separan de su vida. Con su grupo de teatro ha creado la obra ‘Orígenes del Carnaval', para contar a través de títeres, la historia del Carnaval de Barranquilla. Como si fuera poco, participar en el Carnaval es su obsesión hasta últimas horas del martes, último día de la fiesta. Por eso se ha ingeniado el evento "Los Testamentos de Joselito Carnaval", en el que las viudas barranquilleras dan a conocer lo que ‘Joselito Carnaval', el personaje que con su partida le da fin al festín, les ha dejado como herencia.

Carlos Amaya es, según el Plan Especial de Salvaguardia del Carnaval de Barranquilla, un portador, porque lo vive y lo entiende como parte de su cotidianidad, y su actitud constante frente a la vida, creando y recreando permanentemente la manifestación. Es también hacedor, porque con sus iniciativas, saberes y prácticas mantiene los elementos constitutivos del Carnaval. Pero además es artista, porque se integra a la fiesta mediante el disfraz y la teatralidad. Es así como lo que empezó como una máscara de cartón que sacaban de la Batalla de Flores por no estar inscrito, se convirtió en todo un gestor cultural que mantiene viva la fiesta, mientras que alegra y transforma vidas.

Por: José Caparroso

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