¿Cómo se recuperan las ciudades de un desastre natural?

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María Inés Cardona, directora del departamento administrativo del sistema de prevención, atención y recuperación de desastres (Dapard) de la Gobernación de Antioquia.

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07 jun 2016

Desde el pasado 1 de mayo, un incendio forestal ha arrasado el norte de la provincia de Alberta (Canadá), devastando hasta el momento un total de 582 000 hectáreas de tierra y provocando la evacuación de más de 100 000 personas. Canadá entera ha respondido a la tragedia, realizando no solo importantes donaciones monetarias, sino enviando enormes cantidades de artículos de uso doméstico, ropa, comida y juguetes a los damnificados.

Aunque se trata de un gesto humano destacable, tanta generosidad ha significado un reto para los equipos de socorro, quienes han debido emplear gran parte de sus recursos y tiempo clasificando los objetos donados, para hacer llegar lo estrictamente necesario a los damnificados.

El resultado de esto ha sido descrito por los servicios de emergencia de Alberta como un “segundo desastre” que ha traído como resultado trancones en los corredores de carga, bodegas a reventar y una constante distracción para los ocupados socorristas cada vez que arriba un nuevo camión cargado de donaciones, que a pesar de la buena intención que las acompaña, muchas veces incluyen objetos inútiles como ropa sucia, zapatos sin par, candelabros, ropa interior usada y bolsas abiertas de comida para perro.

“Cuando un evento inesperado ocurre, se despierta la solidaridad. Todo el mundo quiere ayudar, pero la ayuda en sí misma no es suficiente. Esta tiene que ser organizada”, afirmó María Inés Cardona, directora del Departamento Administrativo del Sistema de Prevención, Atención y Recuperación de Desastres (Dapard) de la Gobernación de Antioquia, quien posee 30 años de experiencia en logística humanitaria y de desastres.

Cardona fue una de las ponentes en la Conferencia Logística Social LS 2016, organizada por el Grupo de Investigación en Transporte Tranvía de la Universidad del Norte, la cual se enfocó en las implicaciones sociales de la logística y contó con expertos nacionales e internacionales en el tema.

“La logística —explicó Cardona durante su intervención— está asociada con el ámbito privado y procesos de sistemas para aumentar la rentabilidad de empresas. Pero hay casos en que esta tiene como objetivo atender poblaciones vulnerables y proporcionarles ayuda en el menor tiempo posible, para evitar que se alargue el sufrimiento de estas personas”.

Cada año en el mundo se presentan alrededor de 500 desastres. Además de causar daños y pérdidas humanas, materiales y económicas, producen una alteración intensa en las condiciones normales del funcionamiento de la sociedad, que implican todo un despliegue logístico.

“La búsqueda y rescate de personas, el levantamiento de instalaciones hospitalarias y sanitarias y de alojamientos temporales, el suministro de agua y alimentación, el restablecimiento de las comunicaciones y de líneas vitales. Todo esto hay que hacerlo al mismo tiempo”, indica Cardona, agregando que esta atención es producto de una evaluación de daños que “no se hace sobrevolando la zona con un helicóptero” sino “muy especializadamente de la forma más objetiva y sin especulaciones”.

Una evaluación previa idónea le permitió al gobierno colombiano establecer la magnitud de la ayuda que le enviaría a Ecuador, tras el terremoto que ocurrió en ese país el pasado mes de abril. “En estos casos es importante enviar lo que realmente se necesita”, expresó el presidente Juan Manuel Santos, antes de enviar oportunamente 567 toneladas de ayuda humanitaria y de desplegar 125 miembros de distintos cuerpos de rescate.

“Cuando los rescatistas se fueron a Ecuador, ya sabían en qué sector iban a trabajar y todo el proceso de articulación fue inmediato”, comenta Cardona, contrastando con lo sucedido en el terremoto del eje cafetero en Colombia en 1999. “Toda Colombia se volcó a Armenia, sin autorización previa y sin una articulación con el sistema nacional y muchas organizaciones se fueron para Armenia y generaron parte del caos”.

La determinación por ayudar a los necesitados es, pues, un despropósito sin la logística necesaria. En 2014, estudiantes de la Universidad de Medellín recogieron más de 250 000 litros de agua en bolsas y botellas para enviar a La Guajira y solventar la sequía en el departamento.

Sin embargo, en un hecho que suscitó gran controversia, las directivas de la institución vertieron el agua por el alcantarillado al declararla no apta para el consumo humano. “El transporte logístico de agua es muy complicado y ellos no habían pensado en cómo llevarla a La Guajira, ni la tenían almacenada en un lugar idóneo.”, señaló Cardona, añadiendo que la donación más adecuada siempre va a ser el dinero, que permita comprar lo que es estrictamente necesario para la situación. “Con ese dinero se podían comprar plantas potabilizadoras para colocar in situ, así evitando el transporte de agua”.

Por su parte, el dominicano José Holguín Veras, director del Centro de Infraestructura, Transporte y Medio Ambiente del Instituto Politécnico Rensselaer, y uno principales referentes mundiales en logística de desastres, describe que el control del ‘proceso de convergencia’ es de vital importancia durante la atención desastres.

“La convergencia es uno de los fenómenos más extraordinarios que se pueden notar en una zona de desastre. Inmediatamente después de que ocurre un desastre la gente va a ver qué pasa para ayudar, para simplemente observar o para robar. Los medios de comunicación también convergen y transmiten su interpretación de los hechos, generando un gran flujo de materiales en forma de donaciones que puede ocasionar problemas tremendos”, explica.

Según Holguín, solo cerca del 10-15% de la carga que llega a una zona de desastre es de alta prioridad y es bloqueada en su flujo por productos de baja prioridad, que representan el 30-35% de la carga, o por objetos no apropiados para el tiempo, evento o contexto, que conforman el 60%.

Holguín ha viajado a numerosas zonas de desastres, donde su labor ha sido indicar a los gobiernos de países afectados la forma de proceder en cada uno de sus casos. Una de estas zonas fue el sur del Atlántico tras las inundaciones de 2010, donde observó donaciones como un disfraz de tigre para Carnaval, pelucas, banderas españolas y un colchón usado que nadie podía mover. En el terremoto de Japón en 2011, el 70% de las donaciones fueron ropa usada y mantas y un tercio del staff permaneció ocupado clasificando las prendas.

“Hay que controlar el asunto de donaciones, poniendo puntos de control antes de los puntos de entrada. Del enorme volumen de carga no necesitada en el sitio de desastre, poca es realmente donada posteriormente, y usualmente los camiones botan la carga en rellenos sanitarios”, sostuvo

Como recomendación para una logística de desastres adecuado, Holguín sugiere la integración de toda la sociedad cívica. “Una buena respuesta a un evento catastrófico requiere colaboración del sector público, privado, redes de ayuda social y grupos comunitarios, acompañado de una buena preparación. Un cura en Haití me dijo: ‘el naufragio no es el momento de aprender a nadar. Hay que prepararse para el desastre, porque si no, ya es muy tarde”.

Por Andrés Martínez Zalamea 

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