¿Cómo se relaciona el cambio tecnológico con la desigualdad?

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Andrés Vargas, profesor de Economía y director del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico (OCSA)

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01 nov 2017

En Barranquilla aproximadamente 53.000 personas, cerca del 6% de los trabajadores formales de la ciudad, son conductores. ¿Qué pasaría con ellos, si alguno de los últimos avances tecnológicos, como los carros autónomos que se ensayan en California, se hicieran realidad?

Si bien este medio de transporte está lejos de ser implementado ampliamente en Estados Unidos, ni qué decir de Colombia, lo cierto es que la automatización ya ha surtido efecto en el mercado laboral del país norteamericano, donde se estima que por cada robot industrial que se introduce hay una pérdida de tres empleos. Estos, presumiblemente, son ocupaciones que implican actividades rutinarias, susceptibles de ser automatizadas y remplazadas.

Una manera como se ha empezado a sentir un impacto similar en nuestro país, pese a no estar cerca en los niveles de desarrollo a Estados Unidos, tiene que ver con lo que se conoce como la polarización del mercado del trabajo.

Andrés Vargas, director del Observatorio de Condiciones Socioeconómicas del Atlántico (OCSA), explicó el pasado 31 de octubre, durante la VII Jornada Académica del OCSA, que cuando se clasifican los trabajos en tres rangos: poco calificados, medianamente calificados y altamente calificados, aquellos en el nivel medio, asociados a actividades cognitivas y rutinarias como trabajos de oficina y atención al cliente, están desapareciendo en nuestro contexto actual.

“¿Quiénes están ganando en términos de empleo? Aquellos trabajos que requieren habilidades más complejas, como un programador o profesor, o aquellas labores físicas, pero no rutinarias como jardinería o cortar el cabello”, dijo el docente de Economía de Uninorte.

Vargas sostiene que el cambio tecnológico puede estar asociado a un aumento en la desigualdad de ingresos. “Si la tecnología sustituye actividades rutinarias, la demanda de actividades rutinarias disminuye frente a las no rutinarias”, dice y añade que “las no rutinarias, pero cognitivas que involucran procesos de resolución de problemas no estructurados, tienen salarios altos, mientras que las actividades que no son rutinarias, pero manuales, tienden a tener sueldos más bajos”. Es decir, la demanda aumenta por empleos de salarios altos y bajos, pero aquellos que están en el medio tendrán que migrar hacia un lado u otro del espectro.

Esto también se asocia con un crecimiento en Barranquilla de la demanda de personas con carreras técnicas, la cual ha tenido un mayor aumento a la demanda de profesionales. Sin embargo, el profesor advierte que cerca del 60% de los asalariados con formación técnica se desempeñan en oficios relacionados con labores rutinarias y con facilidad para automatización, que eventualmente podrán ser sustituibles.

El profesor añade que en Colombia el 40% de los empleos formales tienen potencial de ser automatizados en cierta medida. Actividades como el comercio al por menor, que ofrecen poco valor agregado, pero emplean a más de 2 millones de personas en el país, podrían ser completamente automatizadas por las tecnologías existentes.

Este proceso, de acuerdo con el académico, genera unas presiones ampliadoras de la desigualdad en una sociedad que “ya es altamente desigual y tiene unos mercados de trabajo que excluyen a más del 60% de la población que está en la informalidad”.

Sin embargo no todo es negativo, puesto que las nuevas tecnologías pueden introducir nuevas posibilidades y oficios. “La gama de oportunidades laborales se expande y se modifica. Eso nos dice que el fenómeno no es de remplazo, sino uno de transformación profunda de las actividades que se realizan en los lugares de trabajo”, señaló Vargas.

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