Con su cine de realidad, Víctor Gaviria reflexiona sobre la violencia de género

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El cineasta colombiano Víctor Gaviria.

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26 may 2017

Secuestro, violación sexual, tortura, esclavitud, agresiones psicológicas; todo durante más de siete años. Amparo lo vivió en el cine y Margarita en la realidad, pero fueron los testigos que justificaron la oscuridad de esta violencia de género los que terminaron la ecuación con la que Víctor Gaviria regresó a la pantalla grande después de más de una década. La mujer del animal, estrenada con reconocimientos internacionales y sin muchos espectadores nacionales este año, fue debatida en Uninorte por el mismo director.

“El cine de realidad nace siempre desde el narrador. Cuenta historias de esos universos que están fuera de los libros, que están en la conciencia de algunas personas”, explica el cineasta antioqueño. Desde sus primeras producciones (La vendedora de rosas, 1998) Gaviria fue fiel a los actores naturales para contar las realidades que observaba en su natal Medellín.

Rodrigo D: no futuro (1991) —dice— fue su mayor acercamiento a ese cine de realidad; retrataba la Medellín de los años 80. “El proceso fue grabar a los actores en su natural cotidianidad, sorprenderme y luego reescribir con ese resultado para elaborar un argumento a partir de los narradores”, describe durante el evento La violencia de género en el cine de Víctor Gaviria, organizado por el departamento de Humanidades y Filosofía de Uninorte, los días martes, 23, y miércoles, 24 de mayo.

Eso fue lo que hizo en La mujer del animal (2016), su reciente obra cinematográfica. Amparo, una joven de 18 años, se escapa de un internado para parar en el barrio Popular Uno, en el oriente de Medellín, donde su hermana. Un vecino (ladrón, despiadado y asesino), apodado el Animal, la secuestra durante años y la mantiene como esclava, tiempo en el que da a luz a su primer hijo, producto de las constantes violaciones; y todo sin que nadie haga nada.

“Nadie me ayudó; siempre me hago esa pregunta: ¿por qué nadie hizo nada?”. Eso fue lo que Margarita Gómez, la Amparo en la vida real, le repetía a Gaviria mientras le contaba su historia. Entonces, además del cruel maltrato que casi la lleva a la muerte, al director le impactó que su comunidad conocía las circunstancias pero nadie creía que vivía en esas condiciones de dolor en contra de su voluntad.

“Así empiezo a estructurar la película, no solo entre la víctima y el victimario, sino también entre los testigos”, cuenta Gaviria. La historia se venía cocinando en su mente cuando conoció a Margarita, pero fue después del quiebre de su productora con Sumas y restas (2004) cuando decidió profundizarla. La contactó y la entrevistó durante años, entre 2008 y 2013. Los videos que hizo entonces los dividió para señalar las secuencias con las que formaría la película.

“El proceso de construcción del guión de La mujer del animal fue casi como el que hace un periodista al escribir una crónica (…) Con estructuras innovadoras, mezcla de tiempos”, asegura Gaviria. Margarita deseaba hacerle al paso a la exclusión contando cómo fue en realidad su vida en los años 70 sobre la que nadie le creía, y el director encontró en eso una oportunidad de hablar sobre lo que muchos quieren callar: la violencia contra las mujeres.

“La memoria es casi la traducción de una experiencia de vida que no llega completa porque se agota en el tiempo”, dice. Sin embargo, siempre trató de “mirar al animal desde ella, a través de los testigos. Un reflejo de lo que ella estaba sintiendo”, concluye.

Por Adriana Chica García

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