Con tambores se resuelven conflictos en barrios vulnerables de Barranquilla

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Organizadores y jóvenes posan juntos en el cierre del programa.

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18 feb 2019

El auditorio se llenó en la mañana del 16 de febrero de los sonidos del alegre, llamador, la tambora, y la guacharaca. Los músicos eran niños entre los 8 y los 16 años de colegios en zonas vulnerables de Barranquilla, por medio de la Corporación Tambores Rotarios para la Paz y el programa Licuipaz. La iniciativa se llevó a cabo gracias a la colaboración de la Fundación Rotaria de Barranquilla-Centro, la fundación Zona Franca, Univoluntarios y el Centro de Educación Continuada.

En el cierre de este ciclo de dos años,120 jóvenes de los colegios el Rosal, del barrio 7 de Agosto, Liceo del Sur de Rebolo, Mixto el Infante de las Nieves y Nueva Generación de Villa Estadio, asistieron junto a profesores y miembros de sus familias para celebrar entre música y relatos.

“Quisiera decir muchas cosas pero como solo puedo decir una sola, ¡gracias tambor!”, dijo Alan David, un niño de 8 años que acompañó la cumbia y la puya con un llamador. Su abuela, Nora Jazmín, anotó que “lo que sigue está en nuestras manos, hay que seguirlos ayudando y apoyando y estar cada día pendiente de ellos”.

Durante el evento, el profesor del departamento de música y director del grupo Las Alegres Ambulancias, Tomás Teherán Batata, dio una charla sobre sus raíces en Palenque y cómo, a través de los tambores, ha podido vivir una vida digna.

El entusiasmo entre los músicos entrenados se desbordaba de los asientos cada vez que eran llamados, por colegio, para darle una muestra a los demás de lo que habían aprendido musicalmente. No obstante, estas no fueran las únicas habilidades que adquirieron.

María Amarís, directora de Univoluntarios, contó que la formación que complementó lo musical, giró en torno a tres ejes: liderazgo, la ciudadanía y la construcción de paz. “Se quiso aportarles en el tema de desarrollo personal, contemplando que los barrios son lamentablemente barrios que tienen altos índices de delincuencia y violencia”, manifestó.

La corporación Tambores Rotarios para la Paz se encargó de llevar a cabo el entrenamiento musical. Arecio Castellano, su director, lleva 19 años dedicado a esta actividad que ha dejado a 1.680 niños capacitados en 22 comunidades de la ciudad. El hombre de 53 años contó que la idea nació de una depresión que sufrió luego de que perdiera su trabajo y cayera en una difícil situación económica.

“El pintor, Carlos Meza, mi amigo, me llevó a Las Américas y desde ese momento no me quejé más”, aseguró. Al inicio la idea comenzó con un sancocho todos los domingos hasta que, gracias al apoyo de Pedro del Portillo, director del Club de Rotarios de Barranquilla-Centro, se desarrolló en una escuela que ha apoyado a cientos de niños.

Por su parte, Del Portillo recalcó la importancia del aporte de varios entes para la realización del proyecto que por primera vez tiene a Uninorte como aliado estratégico. La decisión, contó el director del club, nació de la necesidad de promover la paz y la resolución de conflictos. “El componente musical y académico juntos logran este liderazgo para los niños y en beneficio de las comunidades donde están”, cerró.

 

Por Leonardo Carvajalino

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