Coronavirus y el impacto de la salud pública en la seguridad internacional

Los efectos de una pandemia se manifiestan en cambios bruscos en las condiciones de comercio internacional, tensiones económicas, incertidumbre y reducción de consumo. Janiel Melamed, docente del Departamento de Ciencia Política, reflexiona sobre el tema, en el marco de la contingencia del COVID-19.

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27 mar 2020

La seguridad internacional es un tema complejo. Debido a que es un concepto profundamente discutido y debatido, tiene múltiples alcances e interpretaciones. Por ejemplo, Arnold Walfer la define, desde el punto de vista objetivo, como aquellas medidas que nos permiten estar libres de amenaza a nuestros valores y, desde el punto de vista subjetivo, como la ausencia del miedo a que esos valores puedan ser atacados o vulnerados.

Cuando pensamos en seguridad internacional o en aquellos elementos que la amenazan, en ocasiones solemos, casi de manera intuitiva, remitirnos a circunstancias propias de un conflicto armado o generalmente asociadas con actos de violencia política. Sin embargo, esta es solo una parte de una realidad que ha sido históricamente constatada y es que la salud pública tiene una relevancia igualmente notoria frente a estos hechos.

Esto no es nuevo. Un brote de peste diezmó los ejércitos cartagineses y romanos durante el asedio de Siracusa en 212 a. C. En el siglo XIV, la peste devastó a Europa, aparentemente debido a una bacteria proveniente de Mongolia. En el siglo XVI la desaparición del imperio azteca se asocia a enfermedades como la viruela y el sarampión traídas a nuestro continente por los conquistadores españoles. Durante la Primera Guerra Mundial, un brote de tifus en Serbia, en 1915, fue tan severo que las hostilidades debieron detenerse por seis meses. Adicionalmente, para cuando la guerra había finalizado, la influenza nuevamente causó estragos afectando a millones de individuos.

En 1948, la Organización Mundial de la Salud fue la primera agencia establecida por la ONU bajo el principio fundacional de que la salud de las personas era fundamental para la anhelada consecución de la paz y la seguridad internacional, y que su obtención resultaba a partir de la completa cooperación tanto de individuos como de estados. Esta misma organización ha declarado recientemente el Coronavirus (COVID-19) como una pandemia con alcance global, esto es una realidad. 

Hacerle frente a esta circunstancia es esencial y genera fricciones sociales y políticas a partir de los costos asociados a esas medidas controversiales, pero necesarias para prevenir contagios y contener su propagación. Los efectos frente a estas circunstancias no se han hecho esperar y se manifiestan en cambios bruscos en las condiciones de comercio internacional, tensiones económicas, incertidumbre y reducción de consumo.

Las circunstancias en China e Italia nos indican con anticipación que el asunto es serio y debe tomarse con sumo cuidado y no al melodioso ritmo de la “bulla de los cocos” que suele caracterizarnos. El virus es algo irracional, sin conciencia, con lo que no se puede negociar o llegar a acuerdos. Este tipo de enfermedades son perseverantes. Aparecen cada tanto, luego se van, parece que todo está controlado y luego reaparecen con alguna transformación o mutación que genera nuevos desafíos.

Sin embargo, esto no debe llevarnos a un desbordado pánico social, pero sí debemos andar con conciencia y sentido común. Vivimos en una era de grandes avances tecnológicos, con un gran número de fronteras abiertas y donde la facilidad y rapidez para compartir información, y las enormes y crecientes facilidades para movilizarse han hecho cada vez más evidente ese concepto de la aldea global, donde finalmente todos estamos conectados por este tipo de acontecimientos.

Frente a esto, no debemos solo ver el vaso medio vacío y asociar esta circunstancia como algo exclusivamente negativo, por el contrario, la globalización también representa una oportunidad en estos momentos. Estas nuevas capacidades de tecnología y comunicaciones, inexistentes en todos los casos de crisis mencionados anteriormente, permiten recolectar datos y compartir información relevante para tratar efectivamente estas enfermedades y coordinar medidas de respuestas adecuadas en tiempo real, conteniendo los efectos de propagación. 

Mientras la marea baja y las aguas se calman, mantenga la tranquilidad, actúe con sentido común y lávese las manos.

 

Por: Janiel David Melamed Visbal 

Doctor en Seguridad Internacional, director del Observatorio de Seguridad Ciudadana y docente del Departamento de Ciencia Política de la Universidad del Norte.

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