Da Vinci, el artista investigador

María Eugenia Trujillo estuvo como invitada, el 22 de octubre, a una charla sobre Leonardo da Vinci, el tema central del XXXI Festival de la Cultura.

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Maria Eugenia Trujillo mostró sus cuadernos, una de sus herramientas de trabajo para realizar una exposición.

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25 oct 2019

Al pensar en Leonardo da Vinci, al imaginario se viene quizás su obra más emblemática, y la pintura más reconocida de todos los tiempos, La Mona Lisa. Sin embargo, para la artista plástica María Eugenia Trujillo lo más destacado del legado del italiano en este mundo fueron sus cuadernos, en donde dejó plasmada la inmensidad de su obra, que trasciende la pintura, la escultura e, inclusive, la ingeniería. 

“Él pintaba porque le ayudaba a solucionar algunas de sus inquietudes científicas, que tenían que ver con la óptica, la anatomía o lo que estuviera estudiando”, dijo Trujillo, quien estuvo invitada el 22 de octubre en la Universidad del Norte a una charla sobre da Vinci, precisamente el tema central del XXXI Festival de la Cultura. 

Por esto es que, según la artista, da Vinci se demoraba mucho tiempo en los proyectos que emprendía, pues los consideraba un objeto de estudio al que iba formando al ritmo de lo que aprendía. Para Trujillo, el hecho que el renacentista tuviera interés en tantas áreas del conocimiento lo hizo un sujeto que produjo constantes revoluciones en su vida. Una de las técnicas de pintura que se le atribuye a Leonardo da Vinci es el sfumato, que es básicamente diluir los contorno para dar sensación de lejanía y volumen. 

Una de las prácticas milenarias de la pintura antes de da Vinci es el dibujo de contornos, es decir, los límites de las figuras que se incluyen en el lienzo. De acuerdo con Trujillo, da Vinci, como un observador de la naturaleza, entendió que los diferentes planos eran líneas difusas creadas por el ojo humano y comenzó a experimentar diluyendo los bordes con las yemas de sus dedos. Esta técnica es la razón por la que no se conoce si La Mona Lisa está sonriendo. 

La mayoría de los artistas del Renacimiento vivían gracias al patrocinio de mecenas. En el caso de da Vinci, no eran sus cualidades con la brocha por las que era reconocido, sino por su capacidad para producir la escenografía necesaria para los espectáculos y obras de teatro que organizaban en la época.

No obstante, su utilidad no se limitaba al escenario. Trujillo señaló que las habilidades de Leonardo da Vinci eran demandadas porque el ingenio requerido para representar situaciones en una tarima se traducía en un entendimiento y capacidad para ver el mundo. De este trabajo salieron diseños emblemáticos como la máquina para volar. 

El impacto que tuvo da Vinci se extendió a áreas como la culinaria. La invitada relató que el italiano siempre tuvo una fuerte tendencia a pensar los problemas desde una óptica estética. Algunos de sus aportes fueron las tapas para las ollas (en ese ese entonces se utilizaban trapos), el tenedor de tres dientes y las servilletas. 

Exposición

En el segundo piso del edificio de posgrados Álvaro Jaramillo Vengoechea se encuentra instalada Mujeres ocultas y Salas vírgenes, ambos trabajos de exposición de María Eugenia Trujillo. Valiéndose de técnicas como el tejido y el ready-made, la obra de la artista plástica bogotana se vale de diferentes formatos para hablar sobre la sacralidad del cuerpo femenino. 

“Estudiando la historia de las mujeres, no heredaban nada sino ‘trapos’. Era lo que llevaban al matrimonio, las sábanas, la ropa que ella misma producía: lo que podía hacer era trapos”, contó Trujillo sobre la intención de resignificar lo que desde una óptica canónica es visto como trabajos ‘menores’. 

Los cuadernos de Trujillo también tienen su espacio en la exposición. Ella, como da Vinci, se vale de libretas para anotar sus ideas, reflexiones e inquietudes, y aconsejó a los jóvenes a hacer lo mismo. “Así se comienzan a encontrar conexiones. En lo disperso está la creatividad”, cerró la artista. 

Por Leonardo Carvajalino

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